TEMA 10. 30. El bienio reformista.
Tras la aprobación de la Constitución, Alcalá Zamora pasó a ser presidente de la
República. Se formó un gobierno de coalición de republicanos de izquierda y socialistas,
presidido por Manuel Azaña (Acción Republicana).
Entre diciembre de 1931 y septiembre de 1933, el nuevo gobierno impulsó un programa
de reformas con el fin de modernizar y democratizar España. Su empeño chocó con los
sectores más conservadores de la sociedad que vieron en estas un ataque contra sus
intereses y asociaron la república a la intransigencia de la izquierda. También se encontró
con una importante falta de medios materiales y de preparación de la sociedad para asimilar
las reformas proyectadas.
1. LA CUESTIÓN RELIGIOSA
La reforma religiosa quería poner fin a la influencia de la Iglesia y secularizar la
sociedad. Ya la Constitución proclamaba la separación de la Iglesia y el Estado y la libertad
de culto, suprimía el presupuesto de culto y clero y prohibía la enseñanza a las órdenes
religiosas en el artículo 26 de la Constitución. Además, el Gobierno suprimió secularizó de
los cementerios y aprobó la “Ley de Congregaciones Religiosas”, se disolvió la
Compañía de Jesús y se confiscaron sus bienes y se expulsó del país a sus miembros
alegando que obedecían a un poder extranjero (voto de obediencia al Papa). Desde el inicio
del nuevo régimen se produjeron incidentes anticlericales violentos como el incendio de
edificios religiosos en mayo de 1931. La jerarquía eclesiástica, a través de una pastoral del
Primado de España, el cardenal Segura, mostró su antagonismo hacia la República y
movilizó a sus fieles. El gobierno actuó expulsando de España por su actitud hostil al
Cardenal Segura y al Obispo de Vitoria. La cuestión religiosa alejó a la república de las
derechas, que encontraron en la defensa de la moral y de la fe católica las señas de
identidad de las clases conservadoras.
2. LA REFORMA DEL EJÉRCITO
El objetivo era crear un ejército profesional y democrático. Para ello trataron de poner
fin a la macrocefalia provocada por el excesivo número de oficiales, proceder a su
modernización técnica y subordinar a los militares al poder civil. Se aprobó la “Ley de
Retiro de la Oficialidad” que permitía pasar a la reserva con sueldo íntegro a los militares
que lo desearan, aunque el gobierno también podía obligar a los generales a retirarse si se
cumplían determinadas condiciones. Se exigió a los oficiales un juramento de fidelidad a la
República, algo que no sentó bien entre los sectores más conservadores del ejército.
A esta medida se sumó la clausura de la Academia Militar de Zaragoza. Desde el punto
de vista de la reorganización técnica, se remodelaron las regiones militares, desaparecieron
los Tribunales de Honor y el Consejo Supremos de Justicia Militar (órganos específicos
destinados a juzgar a los militares de forma diferente al resto de la población) y se creó la
Guardia de Asalto y el cuerpo de suboficiales. Los militares africanistas recibieron la
reforma como una agresión a la tradición militar. La modernización material quedó sin
abordar por problemas de presupuesto.
Tras la aprobación de la Constitución, Alcalá Zamora pasó a ser presidente de la
República. Se formó un gobierno de coalición de republicanos de izquierda y socialistas,
presidido por Manuel Azaña (Acción Republicana).
Entre diciembre de 1931 y septiembre de 1933, el nuevo gobierno impulsó un programa
de reformas con el fin de modernizar y democratizar España. Su empeño chocó con los
sectores más conservadores de la sociedad que vieron en estas un ataque contra sus
intereses y asociaron la república a la intransigencia de la izquierda. También se encontró
con una importante falta de medios materiales y de preparación de la sociedad para asimilar
las reformas proyectadas.
1. LA CUESTIÓN RELIGIOSA
La reforma religiosa quería poner fin a la influencia de la Iglesia y secularizar la
sociedad. Ya la Constitución proclamaba la separación de la Iglesia y el Estado y la libertad
de culto, suprimía el presupuesto de culto y clero y prohibía la enseñanza a las órdenes
religiosas en el artículo 26 de la Constitución. Además, el Gobierno suprimió secularizó de
los cementerios y aprobó la “Ley de Congregaciones Religiosas”, se disolvió la
Compañía de Jesús y se confiscaron sus bienes y se expulsó del país a sus miembros
alegando que obedecían a un poder extranjero (voto de obediencia al Papa). Desde el inicio
del nuevo régimen se produjeron incidentes anticlericales violentos como el incendio de
edificios religiosos en mayo de 1931. La jerarquía eclesiástica, a través de una pastoral del
Primado de España, el cardenal Segura, mostró su antagonismo hacia la República y
movilizó a sus fieles. El gobierno actuó expulsando de España por su actitud hostil al
Cardenal Segura y al Obispo de Vitoria. La cuestión religiosa alejó a la república de las
derechas, que encontraron en la defensa de la moral y de la fe católica las señas de
identidad de las clases conservadoras.
2. LA REFORMA DEL EJÉRCITO
El objetivo era crear un ejército profesional y democrático. Para ello trataron de poner
fin a la macrocefalia provocada por el excesivo número de oficiales, proceder a su
modernización técnica y subordinar a los militares al poder civil. Se aprobó la “Ley de
Retiro de la Oficialidad” que permitía pasar a la reserva con sueldo íntegro a los militares
que lo desearan, aunque el gobierno también podía obligar a los generales a retirarse si se
cumplían determinadas condiciones. Se exigió a los oficiales un juramento de fidelidad a la
República, algo que no sentó bien entre los sectores más conservadores del ejército.
A esta medida se sumó la clausura de la Academia Militar de Zaragoza. Desde el punto
de vista de la reorganización técnica, se remodelaron las regiones militares, desaparecieron
los Tribunales de Honor y el Consejo Supremos de Justicia Militar (órganos específicos
destinados a juzgar a los militares de forma diferente al resto de la población) y se creó la
Guardia de Asalto y el cuerpo de suboficiales. Los militares africanistas recibieron la
reforma como una agresión a la tradición militar. La modernización material quedó sin
abordar por problemas de presupuesto.