TEMA 10. 31. El bienio radical-cedista.
Las reformas emprendidas por el gobierno de coalición de socialistas y republicanos
fueron contestadas por diversos grupos de presión: ejército, iglesia, organizaciones
patronales y grandes terratenientes. Pero también desde la izquierda obrera (anarquistas y
comunistas) se defendía una revolución social frente a un proceso reformista que se
consideraba insuficiente. La crisis económica de 1929 afectaba al desarrollo económico
español y la desconfianza en España por parte de inversores, empresarios y grandes
propietarios agrarios produjo una caída de la inversión privada muy importante. Todo ello se
reflejaba en unas calles en permanente conflictividad social, con huelgas, motines y conatos
de insurrección. Ante la creciente violencia política, el gobierno tuvo que tomar medidas
duras para recuperar el orden público.
Tras la dimisión de Azaña por el asunto de Casas Viejas, Alcalá Zamora convocó
elecciones en otoño de 1933. Una gran parte de la derecha se había coaligado en la CEDA
(Confederación Española de Derechas Autónomas), un partido posibilista que proponía un
programa con tres puntos clave: revisión de la Constitución, supresión de la reforma agraria
y amnistía para los sublevados en 1932. Más a la derecha surgieron diferentes grupos
minoritarios como Renovación Española (José Calvo Sotelo), la Comunión
Tradicionalista (carlistas) y partidos de carácter fascista como Falange Española (José
Antonio Primo de Rivera) y las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas (JONS). En
posiciones más centradas, el Partido Radical recogía el descontento de las clases medias
republicanas.
Las elecciones fueron favorables a las candidaturas de derecha y de centro. La CEDA
obtuvo 115 diputados y el Partido Radical 102. La falta de mayoría absoluta de la CEDA y
la violenta reacción de la izquierda al conocer los resultados, dio lugar a un gobierno
monocolor del Partido Radical presidido por Alejandro Lerroux, con el apoyo parlamentario
de la CEDA.
El gobierno radical paralizó las reformas del periodo anterior. Se frenó la reforma agraria
y se devolvieron las tierras a la nobleza. Se aprobó la restauración del presupuesto para
culto y clero. Se concedió la amnistía a Sanjurjo y los sublevados en 1932 y se redujo
drásticamente el presupuesto para la educación. Por último, se puso en marcha la
destitución de los ayuntamientos en manos republicanas y socialistas sustituidos por
comisiones gestoras de centro-derecha.
El gobierno Lerroux se enfrentó a la Generalitat por la Ley de Contratos de Cultivo
(declarada inconstitucional y mantenida por la Generalitat) y paralizó el proceso del Estatuto
vasco. El viraje conservador trajo la radicalización del PSOE, donde se impuso el ala
izquierda de Largo Caballero, que fomentó las huelgas y los conflictos violentos. La CEDA
endureció su posición y exigió una mayor firmeza en el mantenimiento del orden público y
su entrada en el gobierno. Lerroux accedió en octubre de 1934 y entregó tres carteras
ministeriales a la CEDA. Esto desencadenó una reacción violenta (Revolución de Octubre)
en la izquierda que venía preparándose desde meses atrás.
La izquierda interpretó la subida al poder de la CEDA como una puerta abierta hacia el
fascismo, en un contexto europeo enrarecido por el ascenso de Adolf Hitler al poder en
Alemania en enero de 1933 y la dictadura de Dollfuss en Austria. La UGT hizo un
Las reformas emprendidas por el gobierno de coalición de socialistas y republicanos
fueron contestadas por diversos grupos de presión: ejército, iglesia, organizaciones
patronales y grandes terratenientes. Pero también desde la izquierda obrera (anarquistas y
comunistas) se defendía una revolución social frente a un proceso reformista que se
consideraba insuficiente. La crisis económica de 1929 afectaba al desarrollo económico
español y la desconfianza en España por parte de inversores, empresarios y grandes
propietarios agrarios produjo una caída de la inversión privada muy importante. Todo ello se
reflejaba en unas calles en permanente conflictividad social, con huelgas, motines y conatos
de insurrección. Ante la creciente violencia política, el gobierno tuvo que tomar medidas
duras para recuperar el orden público.
Tras la dimisión de Azaña por el asunto de Casas Viejas, Alcalá Zamora convocó
elecciones en otoño de 1933. Una gran parte de la derecha se había coaligado en la CEDA
(Confederación Española de Derechas Autónomas), un partido posibilista que proponía un
programa con tres puntos clave: revisión de la Constitución, supresión de la reforma agraria
y amnistía para los sublevados en 1932. Más a la derecha surgieron diferentes grupos
minoritarios como Renovación Española (José Calvo Sotelo), la Comunión
Tradicionalista (carlistas) y partidos de carácter fascista como Falange Española (José
Antonio Primo de Rivera) y las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas (JONS). En
posiciones más centradas, el Partido Radical recogía el descontento de las clases medias
republicanas.
Las elecciones fueron favorables a las candidaturas de derecha y de centro. La CEDA
obtuvo 115 diputados y el Partido Radical 102. La falta de mayoría absoluta de la CEDA y
la violenta reacción de la izquierda al conocer los resultados, dio lugar a un gobierno
monocolor del Partido Radical presidido por Alejandro Lerroux, con el apoyo parlamentario
de la CEDA.
El gobierno radical paralizó las reformas del periodo anterior. Se frenó la reforma agraria
y se devolvieron las tierras a la nobleza. Se aprobó la restauración del presupuesto para
culto y clero. Se concedió la amnistía a Sanjurjo y los sublevados en 1932 y se redujo
drásticamente el presupuesto para la educación. Por último, se puso en marcha la
destitución de los ayuntamientos en manos republicanas y socialistas sustituidos por
comisiones gestoras de centro-derecha.
El gobierno Lerroux se enfrentó a la Generalitat por la Ley de Contratos de Cultivo
(declarada inconstitucional y mantenida por la Generalitat) y paralizó el proceso del Estatuto
vasco. El viraje conservador trajo la radicalización del PSOE, donde se impuso el ala
izquierda de Largo Caballero, que fomentó las huelgas y los conflictos violentos. La CEDA
endureció su posición y exigió una mayor firmeza en el mantenimiento del orden público y
su entrada en el gobierno. Lerroux accedió en octubre de 1934 y entregó tres carteras
ministeriales a la CEDA. Esto desencadenó una reacción violenta (Revolución de Octubre)
en la izquierda que venía preparándose desde meses atrás.
La izquierda interpretó la subida al poder de la CEDA como una puerta abierta hacia el
fascismo, en un contexto europeo enrarecido por el ascenso de Adolf Hitler al poder en
Alemania en enero de 1933 y la dictadura de Dollfuss en Austria. La UGT hizo un
