Rusia era en 1900 un inmenso imperio que abarcaba desde el mar Báltico hasta el océano
Pacífico, con más de 140 millones de habitantes y conformado por gran diversidad de pueblos.
La economía y la sociedad rusas estaban muy atrasadas, y, el sistema político descansaba en el
poder absoluto del zar. La nobleza concentraba en sus manos la propiedad de la tierra. Los
altos cargos de la administración y el ejército ejercían la censura y el control político. La iglesia
ortodoxa tenía gran poder e influencia y su jefe supremo era el mismo zar.
Durante el reinado de Alejandro II (1855-1881) se produjo la abolición del régimen feudal y de
la servidumbre campesina en 1861, aun así los campesinos tuvieron que pagar fuertes sumas a
los antiguos señores por las tierras que hasta entonces cultivaban. No se mejoró la
productividad de la tierra y muchos campesinos siguieron viviendo en la extrema pobreza.
Durante los reinados de Alejandro III (1881-1894) y Nicolás II (1894-1917) se retornó al
inmovilismo político y se reprimió toda forma de oposición.
La industrialización rusa se redujo a ciertas zonas (San Petersburgo, Moscú, áreas de Ucrania,
Bakú) y en los núcleos urbanos surgieron nuevas clases medias y obreras.
La oposición al zarismo reclamaba libertades políticas y cambios sociales y económicos. En
1870 surgieron los populistas, que pedían la implantación de un socialismo agrario basado en
la colectivización de la tierra. Los anarquistas formaron una organización terrorista, “La
Voluntad del Pueblo”, que logró asesinar al zar Alejandro II en 1881. Otro sector se orientó
hacia la creación de un partido socialista revolucionario.
En 1898 se fundó el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, inspirado en los principios
marxistas, donde destacó la figura de Lenin. En 1903 se produjo la ruptura en el partido entre
los mencheviques y los bolcheviques.
Mencheviques: defendían que Rusia debía pasar por una revolución burguesa y
desarrollar una economía capitalista antes de emprender la revolución socialista.
Bolcheviques: su objetivo era derrocar al zarismo y establecer una “dictadura
democrática revolucionaria provisional del proletariado y del campesinado”.
6.2. La Revolución de 1905.
El descontento del campesinado ruso, empobrecido y defraudado por las medidas reformistas,
se materializó en agitaciones y atentados. Las condiciones de vida de los obreros se
deterioraron y las derrotas rusas en 1905 en la guerra entre Rusia y Japón provocaron el
descrédito del zar Nicolás II.
En enero de 1905 una manifestación pacífica de obreros ante el Palacio de Invierno (residencia
de los zares) terminó trágicamente. Los manifestantes querían presentar al zar sus
reivindicaciones, que se pusiese fin a los abusos, se reconociesen los derechos y libertades y se
llegase a una democracia representativa.
DEMANDA DE LOS OBREROS DE SAN PETERSBURGO A NICOLÁS II
"¡Señor!
Nosotros, trabajadores de San Petersburgo, nuestras mujeres, nuestros hijos y
nuestros padres, viejos sin recursos, venimos, ¡oh Zar!, para solicitarte justicia y
protección. Reducidos a la mendicidad, oprimidos, aplastados bajo el peso de un
trabajo extenuador, abrumados de ultrajes, no somos considerados como seres
humanos, sino tratados como esclavos que deben sufrir en silencio su triste
condición, que pacientemente hemos soportado. He aquí que ahora se nos precipita
, al abismo de la arbitrariedad y la ignorancia. Se nos asfixia bajo el peso del
despotismo y de un tratamiento contrario a toda ley humana.
Nuestras fuerzas se agotan, ¡oh, Zar! Vale más la muerte que la prolongación de
nuestros intolerables sufrimientos. Por eso hemos abandonado el trabajo y no lo
reanudaremos hasta que no se hayan aceptado nuestras justas demandas, que se
reducen a bien poco, pero que, sin ello, nuestra vi da no es sino un infierno de
eterna tortura.
En nuestro primer requerimiento solicitábamos a nuestros patronos que tuvieran a
bien interiorizarse de nuestras necesidades. ¡Y lo han rechazado! Hasta el derecho
de discutirlas nos ha sido negado, so pretexto de que la ley no nos lo reconoce.
La demanda de ocho horas de jornada también fue tachada de ilegal, así como la
fijación de salarios de común acuerdo; (...)
Todas estas reivindicaciones han sido rechazadas por ilegales. El solo hecho de
haberlas formulado ha sido interpretado como un crimen. El deseo de mejorar
nuestra situación es considerado por nuestros patronos como una insolencia.
¡Oh, Emperador! Somos más de 300.000 seres humanos, pero sólo lo somos en
apariencia, puesto que en realidad no tenemos ningún derecho humano. Nos está
vedado hablar, pensar, reunirnos para discutir nuestras necesidades y tomar
medidas para mejorar nuestra situación. Cualquiera de nosotros que se manifieste
en favor de la clase obrera puede ser enviado a la prisión o al exilio. Tener buenos
sentimientos es considerado un crimen, lo mismo que fraternizar con un
desgraciado, un abandonado, un caído. (...)
Tú has sido enviado para conducir al pueblo a la felicidad. Pero la tranquilidad nos
es arrancada por Tus funcionarios, que no nos reservan más que dolor y
humillación.
Examina con atención y sin cólera nuestras demandas, formuladas no para el mal
sino para el bien, nuestro bien, Señor, y para el Tuyo. (...)
Rusia es muy vasta y sus necesidades demasiado múltiples para que pueda ser
dirigida por un gobierno compuesto únicamente de burócratas. Es absolutamente
necesario que el pueblo participe en él, pues sólo él conoce sus necesidades. No le
rehúses el socorro a Tu pueblo. Concede sin demora a los representantes de todas
las clases del país la orden de reunirse en Asamblea. Que los capitalistas y los
obreros estén representados. Que los funcionarios, los clérigos, los médicos y los
profesores elijan también sus delegados. Que todos sean libres de elegir a quienes
les plazca. Permite para ello que se proceda a la elección de una Asamblea
Constituyente bajo el régimen del sufragio universal. (…)"
La guardia del zar abrió fuego contra ellos y causó centenares de muertos y heridos, por eso se
conoce este día como “domingo sangriento”. La agitación social y política se generalizó en una
oleada de huelgas, levantamientos y motines.
Los campesinos exigieron el fin de los abusos de los terratenientes.
Los obreros organizaron comités de huelga y formaron espontáneamente los primeros
consejos obreros o sóviets. El más activo fue el sóviet de San Petersburgo, presidido
por Trotski.
El descontento afloró también en el ejército, el suceso más destacado fue el motín del
acorazado Potemkin, cuya tripulación se rebeló cuando regresaba desde Extremo
Oriente.
Ante esta situación el zar Nicolás II anunció en el “Manifiesto de Octubre” una serie de
medidas de carácter liberal:
Se concedían un conjunto de libertades civiles (libertad de conciencia, de expresión, de
reunión, de asociación).
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