TEMA 2 REVOLUCIÓN LIBERAL EN EL REINADO DE ISABEL II: Carlismo y Guerra civil.
1. Introducción
El tema que me dispongo a desarrollar parte desde la muerte de Fernando VII en 1833
hasta la expulsión de su hija en 1868 por el movimiento revolucionario conocido como
“La Gloriosa”. En este período España pasará de un estado con las características
propias del Antiguo Régimen a otro de corte liberal.
2. Carlismo y Guerra Civil
2.1 Causas y bandos
En 1830 Fernando VII tuvo a Isabel II la cuál sería su sucesora, sin embargo, la Ley
Sálica implantada por Felipe V (Ley que impide el acceso al trono a la mujer) por lo que
derogó dicha ley mediante la Pragmática Sanción. Al fallecer Fernando VII, accede al
trono su hija Isabel con apenas tres años por lo que su madre María Cristina ocuparía
la Regencia (1833-1840). No obstante, Carlos María Isidro, no reconoció a Isabel como
reina y en el Manifiesto de Abrantes mantuvo sus derechos dinásticos siendo
proclamado rey de España por sus partidarios convirtiéndose en defensor del
absolutismo y de la sociedad tradicional, llevando al país a la primera Guerra Carlista.
La cuestión dinástica no fue la única causa de la guerra. La razón fundamental fue el
rechazo de las medidas políticas, sociales y económicas que suponía la implantación de
un Estado Liberal apoyado por la regente. El Estado Liberal pretendía igualar las leyes y
costumbres en todo el reino eliminando fueros y leyes particulares que aún
conservaban el País Vasco y Navarra. Los absolutistas partidarios de Carlos María
Isidro eran partidarios del mantenimiento del Antiguo Régimen.
La regente María Cristina se ve empujada a apoyarse a los liberales y en los
absolutistas moderados para asegurar el trono a su hija. Así la guerra que comenzó
como un conflicto sucesorio se convirtió a su vez en un enfrentamiento entre liberales
y absolutistas.
2.2 Fases de la Guerra
Los primeros años de guerra (1833-1835) se caracterizan por el éxito del bando carlista
gracias a la labor de Zumalacárregui el cuál reunió un ejército de 35.000 hombres que
logró imponerse en grandes espacios rurales, aunque fracasó en la toma de las
capitales. Especialmente en la de Bilbao, la cuál se consideraba vital para el carlismo
para obtener crédito y reconocimiento internacional.
La segunda etapa (1835-1837) se caracteriza por su proyección expedicionaria. Tras la
muerte de Zumalacárregui y el levantamiento en Bilbao, el predominio carlista se
refleja en la realización de expediciones por norte, hacia Castilla y Madrid. Mientras
que el ejército liberal liderado por Espartero afrontó la ofensiva carlista. Todas las
, expediciones carlistas fracasaron y no encontraron nuevos respaldos de importancia
entre las poblaciones del centro y sur peninsular.
La tercera etapa de la guerra (1838-1840) viene marcada por la división interna del
carlismo. Debido a enfrentamientos internos de sus jefes, sufrieron numerosas
derrotas. Estos fracasos militares condujeron a la separación de los dirigentes carlistas
en dos facciones opuestas: Los apostólicos y los transaccionales; estos últimos
acabarían firmando el Convenio de Vergara (1839) (Tratado entre el bando isabelino
dirigido por Espartero y trece representantes del general carlista Moroto que ponía fin
a la guerra en el norte)
La guerra no se prolongó mucho más tiempo pues la victoria del bando liberal era
definitiva desde la huida de Don Carlos a Francia y la firma del convenio.
3. LAS REGENCIAS
La regencia de María Cristina comienza bajo la dirección de los moderados como Cea
Bermúdez, el conde de Toreno o Martínez de la Rosa. Las medidas más notables
fueron la organización territorial en 49 provincias, con criterios de centralismo y
uniformidad; y la promulgación del Estatuto Real (1834) (Especie de carta otorgada
que marcaba el intento de efectuar una transición pacífica del absolutismo al
liberalismo) y aboliciones de los señoríos y la Mesta.
La desastrosa situación económica producida por la guerra produjo sublevaciones de
los liberales progresistas que exigían la ampliación de la libertad política y del sufragio
y reclamaban la entrega del poder a los progresistas.
En 1836 el pronunciamiento de la Granja obliga a Mª Cristina a aceptar la puesta en
vigor de la Constitución del 12 que sería sustituida por la del 37 la cuál modificaba
algunos aspectos de la anterior. Con este marco constitucional se promulgan leyes
revolucionarias como la supresión de la obligación a pagar el diezmo a la Iglesia,
Eliminación de aduanas interiores, desamortizaciones (propuestas por el ministro de
hacienda Mendizábal) de los viene patrimoniales de la Iglesia y la disolución de
gremios para favorecer el crecimiento de la industria.
Los moderados intentarán desvirtuar los elementos más progresistas de la
Constitución. Quisieron recortar el poder a los Ayuntamientos y devolver al clero parte
de los bienes extraídos. Mª Cristina apoyó esta causa lo que supuso la sublevación de
los liberales que obligaron a la regente a renunciar a su cargo (1840).
3.2 REGENCIA DE ESPARTERO
Tras la renuncia de Mª Cristina, se formará un ministerio de regencia presidido por
Espartero. El general liberal gobernó de forma dictatorial reprimiendo a los moderados
y sin someterse al Parlamento. Se ganó el rechazo general y la política librecambista
que implantó perjudicando a la industria catalana provocó una revuelta militar que
puso fin a su gobierno obligando a Espartero a exiliarse a Londres.
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