BLOQUE 6. LA CONFLICTIVA CONSTRUCCION DEL ESTADO LIBERAL 1833-1868.
6.1. EL REINADO DE ISABEL II (1833-1868): LA PRIMERA GUERRA CARLISTA. EVOLUCIÓN
POLÍTICA, PARTIDOS Y CONFLICTOS. EL ESTATUTO REAL DE 1834 Y LAS CONSTITUCIONES DE
1837 Y 1845.
a) La primera guerra carlista (1833-1840).
En los últimos años del reinado de Fernando VII, en octubre de 1830 nació su hija Isabel que
tuvo con su cuarta esposa, su sobrina Mª Cristina de Borbón. Unos meses antes, en previsión
de que no fuera varón, el rey aprobó la Pragmática Sanción que abolió la Ley Sálica de 1713
que excluía del trono a las mujeres. Carlos María Isidro, hermano del rey y hasta ese momento
su sucesor, vio de esta forma cerrado su camino al trono. Carlos no aceptó los derechos de su
sobrina. Los absolutistas más radicales, los apostólicos, apoyarán a Carlos, mientras que los
liberales lo harán a Isabel. El movimiento carlista surge, por tanto, como apoyo a las
pretensiones al trono de Carlos María Isidro, además de defender a ultranza el mantenimiento
de las viejas tradiciones del Antiguo Régimen. El ideario político carlista se podía sintetizar en
su lema “Dios, Patria, Fueros y Rey”. Los principales ideales del carlismo:
a) La tradición política del absolutismo monárquico.
b) Un catolicismo excluyente.
c) La base social en el medio rural.
d) La cuestión foral: defensa de las instituciones y fueros tradicionales de vascos,
navarros y catalanes (frente a las pretensiones liberales).
En el bando isabelino se agruparon parte de los absolutistas que habían sido fieles a Fernando
VII, alta nobleza latifundista, funcionarios, altas jerarquías del Ejército, la Iglesia y el Estado, las
grandes ciudades, la burguesía comercial, industrial y financiera y los trabajadores urbanos, y a
ella se unieron los liberales que vieron en la defensa de los derechos dinásticos de Isabel la
posibilidad del triunfo de sus ideales.
En el bando carlista se agruparon todas las fuerzas que se oponían a la revolución liberal:
pequeños nobles rurales, parte del bajo clero y muchos campesinos del país Vasco y Navarra,
parte de Cataluña, Aragón, Valencia y los apostólicos, los absolutistas más intransigentes.
La guerra se inició con el levantamiento de partidas carlistas en el País Vasco y Navarra,
organizadas en guerrillas. En el bando carlista destacaron los generales Zumalacárregui en el
norte y Cabrera en el este. Espartero en el bando isabelino. Zumalacárregui murió en 1835 en
el sitio de Bilbao. Los carlistas organizaron incursiones fuera del territorio que controlaban,
aunque sin éxito: La expedición Gómez (1836) y la Expedición Real (1837). A partir de este
momento el ejército isabelino a cuyo frente estaba Espartero pasó a la ofensiva. Esta fase de la
guerra estuvo marcada por la división ideológica del carlismo en transaccionistas o moderados,
partidarios de llegar a un acuerdo con los liberales, liderados por el general Maroto, y los
intransigentes, partidarios de continuar la guerra, liderada por el general Cabrera. La firma del
Convenio o Abrazo de Vergara (Guipúzcoa, agosto de 1839) entre Maroto y Espartero que
puso fin a la guerra en Navarra y en el País Vasco. En él se pactó:
-Se reconocieron los grados militares de los que habían luchado en el bando carlista, es decir,
que se les respetara su categoría.
-La integración de la oficialidad carlista en el ejército real.
-También se hizo una ambigua promesa de acuerdo que establecía las negociaciones para
mantener los fueros vasco-navarros.
Pero el general Cabrera y sus tropas se negaron a acatar este acuerdo y siguieron luchando
gasa que el general Espartero tomó Morella (Castellón). En julio de 1840, los últimos
combatientes carlistas cruzaron los Pirineos con destino a Francia.
El carlismo siguió conservando alguna fuerza en las provincias vascas y sobre todo en Navarra,
y solo en algunos momentos de crisis volverá a resurgur en las llamadas segunda y tercera
guerras carlistas: en 1846 tras cumplir Isabel su mayoría de edad y y fracasar el proyecto de
unirla en matrimonio con el heredero de Don Carlos: y tras la revolución del 68 y la salida de
, España de Isabel II. Sin embargo el carlismo siguió vivo en la sociedad vasca, muy ligado a la
cuestión foral, y en Navarra.
Consecuencias de las guerras carlistas: Además de 200.000 vidas que costó:
-La inclinación de la monarquía hacia el liberalismo.
-EL protagonismo político de los militares y el recurso al pronunciamiento para cambiar
gobiernos o para reorientar la política.
-Los enormes gastos de guerra provocaron serios apuros fiscales y la puesta en marcha de
ciertas reformas como la desamortización.
b) Evolución política, partidos y conflictos. El Estatuto Real de 1834 y las Constituciones de
1837 y 1845.
Las regencias (1833-1843)
Cuando Fernando VII muere en 1833, su vuida Mª Cristina se encargó de la Regencia hasta que
su hija Isabel, nacida en 1830, alcanzase la mayoría de edad. Por otro lado, el reinado de Isabel
II se caracterizó por la alternancia en el gobierno de progresistas y moderados, en un clima de
inestabilidad política acentuado por los continuos pronunciamientos militares.
El partido moderado con el general Narváez a la cabeza, se apoyaba en los grandes
terratenientes, la alta burguesía y la clase media alta. Defendía la soberanía compartida entre
el rey y las Cortes, dotar al monarca de amplios poderes y la limitación de los derechos
individuales de los ciudadanos.
El partido progresista. Encabezado por el general Espartero, militar de gran carisma popular,
por su papel en la primera guerra carlista, tenía su base social en la pequeña y mediana
burguesía y en general en las clases medias, empleados y artesanos que aspiraban a llevar las
reformas lo más lejos posible. Defendían la soberanía nacional, representada en las Cortes,
que debía limitar el poder del rey.
La primera Regencia: María Cristina, 1833-1840.
Los tres primeros años de regencia sirvieron para que los liberales moderados, algunos de ellos
retornados del exilio, fueran afianzándose en la política. Pese a que la Regente no se
identificaba con su ideario, los liberales se configuraron como la única fuerza capaz de
mantenerla en el trono. Así, Mª Cristina llamó a Martínez de la Rosa, un liberal moderado,
para formar un gobierno que hiciera frente a la insurrección carlista. Martínez de la Rosa
emprendió una serie de reformas muy moderadas. Entre ellas destacó el Estatuto Real de
1834. Que representaba una solución de compromiso entre el absolutismo y el liberalismo. Se
trata de una carta otorgada, concedida por la voluntad de la Regente. Su contenido se
centraba en la reforma de las Cortes del Antiguo Régimen.
a) Se establecen unas Cortes bicamerales compuestas por un Estamento de Próceres,
constituida por los Grandes de España y otros, designados de forma vitalicia por el
monarca que debían acreditar un elevado nivel de renta anual (entre 60.000 y 120.000
reales); y un Estamento de Procuradores, que tenía carácter electivo y sus miembros
debían garantizar una renta anual de 12.000 reales.
b) Estas cámaras tenían unas funciones muy limitadas, más consultivas que legislativas,
pues eran convocadas, suspendidas y disueltas por el rey y sólo podían deliberar sobre
asuntos planteados por el monarca (Tenía derecho a veto).
c) El sistema electoral establecía un sufragio censitario muy restringido. Solo los varones
de más de 30 años y con una renta superior a 12.000 reales anuales tenían derecho a
votar, (lo que suponía unas 16.000 personas, o el 0.15% de la población).
El detonante final de la crisis del ESTatuto fue una serie de revueltas ciudadanas entre 1835 y
1836 que forzaron a la corona a iniciar un proceso de cambio político más liberal. En
septiembre de 1835, la Regente cedió y llamó para formar gobierno al destacado liberal y
hombre de negocios Juan Álvarez Mendizábal. Las revueltas ciudadanas y el motín de la
Granja (1836) forzaron la ruptura definitiva con el absolutismo y la Regente fue obligada a
firmar la constitución de 1812. Las Nuevas Cortes elaboraron la Constitución de 1837. (El
resultado fue un nuevo texto constitucional, tan distante de la constitución gaditana como del
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