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Sumario Comunidad política - DSI (resumen examen final)

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Resumen de la asignatura de comunidad política que imparte la Dra. Cortes. Mi nota mediante el estudio de este resumen fue de 9,6.

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  • August 28, 2018
  • 27
  • 2015/2016
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Pol Gallifa Ferrer

TRATADO SOBRE LA COMUNIDAD POLÍTICA

1. Fundamento y fin de la comunidad política

Los hombres, familias y grupos que forman la comunidad civil son conscientes de su
insuficiencia para lograr una vida plenamente humana y tienen la necesidad de una comunidad
más amplia, en la cual todos conjuguen a diario para el bien común. La comunidad política
nace, pues, para buscar el bien común (Justificación y sentido de la comunidad). El bien común
abarca aquellas condiciones de vida social con las cuales los hombres, familias y asociaciones
pueden lograr su perfección.

Es conforme a la naturaleza humana que se constituyan estructuras político-jurídicas que
ofrezcan a todos los ciudadanos, sin discriminación, posibilidades de tomar parte libre y
activamente en la fijación de los fundamentos jurídicos de la comunidad, en el gobierno, en la
determinación de los campos de acción, en marcar los límites de las instituciones y en la
elección de los gobernantes.
Todos tienen el derecho y el deber de votar con libertad para el bien común. La Iglesia alaba la
labor de quienes se consagran al bien público y aceptan las cargas de este oficio.

2. La autoridad política en la comunidad

Son muchos los hombres en una comunidad política, pueden inclinarse hacia soluciones
diferentes. Para que, por la pluralidad de opiniones, no desaparezca la comunidad, se necesita
una autoridad que los dirija a todos hacia el bien común, no mecánica o despóticamente, sino
obrando como una fuerza moral, que se basa en la libertad y en el sentido de responsabilidad.
Es evidente que la comunidad y la autoridad se fundan en la naturaleza humana, pertenecen al
orden previsto por Dios, aun cuando la elección del régimen y la designación de los
gobernantes se dejen a la libre designación de los ciudadanos.
El ejercicio de la autoridad política debe realizarse de acorde con el orden moral para procurar
el bien común. Es entonces cuando los ciudadanos están obligados en conciencia a obedecer.

Pero cuando la autoridad, rebasando su competencia, oprime a los ciudadanos, éstos no
deben rehuir de las exigencias del bien común; es lícito defender sus derechos y los de sus
conciudadanos contra el abuso de autoridad, guardando los límites de la ley natural.
Los modos en que se estructuran los poderes públicos pueden ser diferentes, según el cada
pueblo. Pero deben tender siempre a formar un hombre culto, pacífico y benévolo respecto de
los demás, para el provecho de la familia humana.

Por nuestra época, los poderes públicos se ven obligados a intervenir más en materia social,
económica y cultural, para crear condiciones favorables para los ciudadanos en la búsqueda
del bien del hombre. Según las diferentes regiones y la evolución de los pueblos, pueden
entenderse de diverso modo las relaciones entre socialización-autonomía-desarrollo de la
persona.
De todos modos, es inhumano que la autoridad caiga en formas totalitarias o dictatoriales que
lesionen los derechos de la persona o de los grupos sociales.

El poder político viene de Dios. Así lo encuentra la Iglesia en las Sagradas Escrituras y en los
monumentos de la antigüedad. Además, no puede pensarse doctrina que sea más conveniente
a la razón.

El Antiguo Testamento afirma que la fuente de la autoridad humana está en Dios: «Por mí
reinan los reyes; por mí mandan los príncipes, y gobiernan los poderosos de la tierra» (1). En


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,Pol Gallifa Ferrer

otra parte: «Escuchad los que imperáis sobre las naciones, porque el poder os fue dado por
Dios»(2). «Dios dio a cada nación un jefe»(3). Sin embargo, los hombres que habían recibido
estas enseñanzas de Dios fueron olvidándolas a causa del paganismo supersticioso, el cual
corrompió muchas nociones e ideas, adulteró la autoridad política. Más adelante, con la luz del
Evangelio, la vanidad cedió su puesto a la verdad, y de nuevo se vio claro. Cristo respondió al
romano que lo condeno: «No tendrías poder sobre mí si no te hubiera sido dado de lo alto»(4).
San Agustín:«No hay autoridad sino por Dios»(5). San Pablo (apostol): No hay autoridad sino
por Dios. La autoridad es competencia de Dios(6).

Los Padres de la Iglesia procuraron afirmar y propagar esta doctrina. «No atribuyamos, dice
San Agustín; sólo Dios tiene la potestad de dar el poder»(7). San Juan Crisóstomo: «Que haya
principes y súbditos, no sucede por azar, sino por divina sabiduría»(8). San Gregorio Magno: «
el poder les viene del cielo a los emperadores y reyes»(9).
En efecto, es la naturaleza de Dios quien manda que los hombres vivan en sociedad civil.
Demuestran esta afirmación la facultad de hablar, tendencias innatas del alma, cosas que
aislados no pueden conseguir y que unidos sí. Ahora bien: no puede concebirse una sociedad
en la que no haya alguien que rija y unifique las voluntades de los individuos hacia el bien
común. Dios ha querido que en la sociedad haya unos que gobiernen a la multitud. Existe otro
argumento muy poderoso. Los gobernantes, deben obligar a los ciudadanos a la obediencia, de
tal manera que el no obedecerles constituya un pecado. Pero ningún hombre tiene el derecho
de sujetar la voluntad libre de los demás con los vínculos de este imperio. Dios es el único que
tiene este poder. Y los que ejercen ese poder deben ejercerlo como comunicado por Dios.
Que la potestad de los sacerdotes viene de Dios es verdad tan conocida, que en los pueblos
son considerados ministros de Dios. De modo parecido, la potestad de los padres de familia
tiene grabada cierta forma de la autoridad que hay en Dios (de quien procede toda familia en
los cielos y en la tierra). Por esto, las diversas especies de poder tienen entre sí semejanzas, ya
que derivan todas de Dios.

Los que pretenden colocar el origen de la sociedad en el libre consentimiento de los hombres,
afirman que cada hombre cedió algo de su derecho y que voluntariamente se entregó al poder
de aquel a quien había correspondido la suma de aquellos derechos. ERROR, que consiste en
no ver lo evidente. Los hombres gozan de libre voluntad, pero han nacido para formar una
comunidad natural. Además, el pacto que predican es una ficción inventada y no sirve para dar
a la autoridad política la fuerza, dignidad y firmeza que requiere el común de los ciudadanos.
La autoridad sólo tendrá esta majestad y fundamento universal si se reconoce que proviene de
Dios.
Es imposible encontrar una enseñanza más verdadera que la expuesta. El poder político es una
participación del poder divino, así este alcanza una dignidad mayor que la humana. No la
absurda dignidad pretendida por los paganos.
Los gobernados deberán obedecer a los gobernantes como si fuesen Dios, no por posibilidad
de castigo, sino por respeto a la majestad, no con un sentimiento de servidumbre, sino como
deber de conciencia. Pues, los ciudadanos huirán de la maldad, ya que los que rehúsan a los
gobernantes rehúsan a Dios.

Una sola causa tienen los hombres para no obedecer: cuando se les exige algo contrario al
derecho divino. Todas las cosas en las que la voluntad de Dios resulta violada no pueden ser
mandadas ni ejecutadas. Sucede que el hombre se ve obligado a hacer una de dos cosas, o
despreciar los mandatos de Dios, o despreciar la orden de los gobernantes, hay que obedecer
a Dios(14). Apóstoles: «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres»(15). Los que así
obran no pueden ser acusados de quebrantar la obediencia, porque si la voluntad de los
gobernantes contradice a la voluntad de Dios, los gobernantes están rebasando el campo de su



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, Pol Gallifa Ferrer

poder y pervierten la justicia. Ni en este caso puede valer su autoridad, porque autoridad sin
justicia, es nula.
Los que gobiernan los Estados deben entender que el poder no ha sido dado para el provecho
particular, sino para bien de los súbditos. Tomen los príncipes ejemplo de Dios óptimo
máximo, de quien les ha venido la autoridad. Por esta causa las Sagradas Letras avisan a los
príncipes que ellos también tienen que dar cuenta algún día al Rey de los reyes. Si abandonan
su deber, no podrán evitar el castigo de Dios.

Por el contrario, las teorías sobre la autoridad política, inventadas por autores modernos, han
acarreado a la humanidad serios disgustos. Negar que Dios es fuente y origen de la autoridad
política es arrancar a ésta toda su dignidad. La tesis que dice que el poder político depende del
arbitrio de la masa, se equivocan al opinar así. Y, en segundo lugar, dejan asentada la
soberanía sobre un cimiento inconsistente. Porque las pasiones populares se alzan con
insolencia y se precipitan. Las consecuencias de la llamada Reforma comprueban esto. Sus
jefes socavaron con las nuevas doctrinas los cimientos de su sociedad civil y eclesiástica y
provocaron repentinos alborotos y rebeliones, en Alemania. Y esto con una fiebre de guerra
civil y muerte. De aquella herejía nació una falsa filosofía, la soberanía popular, una
descontrolada licencia, que muchos consideran como la única libertad. De aquí se ha llegado a
esos errores (comunismo, socialismo y nihilismo) que amenaza de muerte la sociedad. Y, sin
embargo, son muchos los que se esfuerzan por extender el imperio de males tan grandes y,
con el pretexto de favorecer al pueblo, han provocado no pequeños incendios y ruinas. Los
sucesos que aquí recordamos ni son desconocidos ni están muy lejanos.

3. Sobre el liberalismo político

La libertad confiere al hombre la dignidad de estar en manos de su albedrío y de ser dueño de
sus acciones. Pero lo más importante en esta dignidad es el modo de su ejercicio, porque del
uso de la libertad nacen los mayores bienes y los mayores males. Sin duda alguna, el hombre
puede obedecer a la razón, practicar el bien moral, tender por el camino recto a su último fin.
Pero puede también seguir una dirección totalmente contraria.

Hemos hablado ya de las libertades modernas, separando lo que en éstas hay de bueno y de
malo. Hemos demostrado que todo lo bueno que estas presentan es tan antiguo, y que la
Iglesia lo ha aprobado siempre de buena voluntad y lo ha incorporado siempre a la práctica
diaria de su vida. La novedad añadida modernamente, no es más que corrupción producida
por la época y por la inmoderada fiebre de revoluciones. Pero como son muchos los que se
obstinan en ver, en los viciosos de estas libertades, la gloria de nuestros tiempos y el
fundamento necesario de toda constitución política, como si fuera imposible concebir sin estas
el gobierno del Estado, nos ha parecido necesario, tratar este asunto.
El objeto directo de esta exposición es la libertad moral, tanto en el individuo como en la
sociedad. Pero conviene exponer algunas ideas sobre la libertad natural, si bien ésta es distinta
de la libertad moral, es, sin embargo, la fuente y principio de todas las especies de libertad.
Los hombres reconocen esta libertad sólo en los seres con inteligencia (razón); y es esta
libertad la que hace al hombre responsable de todos sus actos. Porque mientras los animales
obedecen sólo a sus sentidos y bajo el impulso de la naturaleza buscan lo útil y huyen lo que
les es perjudicial, el hombre tiene a la razón como guía en todas y en cada una de las acciones
que realiza en su vida. Pero la razón, a la vista de los bienes de este mundo, juzga de todos que
lo mismo pueden existir que no existir; ninguno de los bienes es absolutamente necesario.
Ahora bien: el hombre puede juzgar de la contingencia de estos bienes que hemos citado,
porque tiene un alma de naturaleza espiritual capaz de pensar; un alma que no proviene de las
cosas corporales, sino de Dios, muy superior a la condición de los cuerpos, tiene un modo
propio de vida; esto es lo que explica que el hombre, con el conocimiento intelectual de las


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