Capítulo 1. Notas para una
historia pre-disciplinar de la psicología.
El alma en la filosofía griega y romana: entre el idealismo platónico y el
naturalismo aristotélico.
El término “psicología” apareció en el S. XVI, ligado al contexto de la reforma
protestante, al tratado De anima (Sobre el alma) de Aristóteles (384-322 a.C), que define
el alma. Se considera el primer tratado de psicología, pero el concepto “alma” ahora está
muy lejos de entonces. Aristóteles no pretende reducir el alma al cuerpo, y menos el
cerebro. Entiende el alma como aquello que da vida al cuerpo (anima), y explica la
diferencia entre los seres vivos (animados) y los no vivos (inanimados). Aristóteles define
el alma como la “forma” del cuerpo, el alma es mortal y muere con el cuerpo. Se opone
así a la tradición platónica, en la que el alma era inmortal y eterna, sometida a un ciclo de
reencarnaciones, siendo el cuerpo la cárcel en la que el alma viviría encerrada.
La inmortalidad del alma es un rasgo fundamental del pensamiento de Platón (427
a.C-347 a.C), que recogía a este aspecto la doctrina de la transmigración de las almas.
Para Platón, existe un mundo aparte, divino, más real y verdadero que el mundo sensible
en el que vivimos en el cual residen las Ideas o Formas. Las Ideas son los conceptos
universales que existen más allá de las cosas, por ejemplo, la Idea de “triángulo” como
figura geométrica, y las Ideas de Verdad, Justicia y Belleza. De este mundo ideal proceden
todas las almas y a él volverían cíclicamente a través de las reencarnaciones, una vez
liberadas del cuerpo mortal. El alma actúa como punto de conexión entre el mundo de las
cosas y el mundo de las Ideas. Platón utiliza una imagen para exponer esta cuestión; un
carro alado conducido por dos caballos, uno blanco, que tiraría del alma hacia el
mundo divino del que procede, donde ha contemplado las Ideas y al que anhela regresar,
y otro negro, que representaría la parte del alma dominada por las pasiones mundanas.
, Las almas en las que predomine esta parte mundana se reencarnarán en seres
inferiores, mientras que las más virtuosas (los filósofos) podrán incluso escapar del ciclo
de reencarnaciones. El conocimiento verdadero para Platón consiste en el recuerdo de esa
visión original de las Ideas, que guiará nuestro razonamiento.
Frente a esta idea de alma atrapada en un cuerpo mortal, para Aristóteles el alma
sería aquello que da vida y completa al cuerpo de todos los seres vivos. Distingue una
serie de capacidades del alma, distribuidas jerárquicamente en la escala de la naturaleza;
1. El alma vegetativa: presente en las plantas, con facultades como
la nutrición, la reproducción y el crecimiento.
2. El alma sensitiva: presente en los animales, asociada al deseo, al
movimiento y a la percepción, sentidos externos: tacto, vista, oído, gusto y
olfato, sentidos internos: sentido común; integrar las formas recibidas por los
distintos sentidos externos, imaginación; representar la forma de un objeto en
su ausencia, memoria; registro de las percepciones disponible para recuperarse
a través de la imaginación.
3. El alma racional: exclusiva de los humanos.
Con respecto al alma racional (nous en griego), Aristóteles distingue entre un
intelecto *paciente* (en potencia, es decir, puede llegar a ser), y otro *activo* (en acto,
es decir, ya es). El intelecto activo, también llamado “agente” se encargaría de actualizar
las imágenes recibidas por los sentidos para convertirlas en conceptos y juicios
universales, garantizando el conocimiento racional. El carácter de este es inalterable,
eterno e inmortal.
Mundo helenístico y romano: La filosofía como terapia para el alma.
En el mundo helenístico y romano (siglo III a.C. – siglo V d.C.), momento de
crisis de los antiguos valores de la democracia griega a partir de la ruptura del Imperio
universal soñado por Alejandro Magno y la aparición de nuevas unidades políticas, las
,filosofías platónica y aristotélica cederán terreno a otras que pondrán el acento en la
necesidad de enseñar a vivir. Estas filosofías (cinismo, escepticismo, epicureísmo,
estoicismo) se presentan como sistemas de creencias y prácticas para la salvación
individual. Tratan de recuperar cuestiones como la libertad de acción y decisión.
Las prácticas se presentan como terapias para la vida, consisten en actividades
dirigidas al dominio de las pasiones, consideradas la principal causa de sufrimiento.
Además de ejercicios intelectuales como la lectura, había ejercicios prácticos
enfocados en la creación de hábitos como el dominio de sí mismo o el cumplimiento con
los deberes de la vida comunitaria.
En este contexto, el tratamiento del alma no puede entenderse como un ámbito de
conocimiento en sí mismo; hay que verlo como parte de una concepción de la física (o
metafísica), la lógica y la ética que, en líneas generales, se mantendrá más próxima al
materialismo y naturalismo aristotélico que al idealismo platónico. Por ejemplo, el
estoicismo manejará una noción de alma muy cercana a la de Aristóteles, considerándola
como la "forma" del cuerpo, pero extendiéndose más allá de los seres vivos al conjunto
del Universo, que en una línea más platónica aparecerá dotado de inteligencia (logos o
razón universal).
El alma humana sería, de hecho, una partícula del alma (pneuma) que anima ese
universo inteligente. Su centro y elemento superior sería lo que los estoicos llamaban un
"guía interior" (hegemonikon), situado en el corazón y regido por la razón (humana), en
armonía con la razón universal o logos. Gracias a esa armonía, el sabio estoico confía en
el poder de su razón para vivir de acuerdo con nuestra naturaleza y alcanzar una vida
serena y virtuosa.
Este concepto de alma humana, especialmente la idea de "guía interior", se adentra
tentativamente en la idea de conciencia de sí mismo, aunque la noción de interioridad
psíquica todavía esté lejos del desarrollo que alcanzará siglos después, en la Modernidad,
donde los planteamientos estoicos volverán a cobrar gran importancia, con la reaparición
de cuestiones como la autonomía moral o la superioridad de la razón sobre las pasiones.
El estoicismo, que fue la más influyente de las filosofías helenísticas y romanas,
sería desplazado por el cristianismo a partir del fin del Imperio Romano, si bien entre
ambos existieron muchas continuidades. El cristianismo ofrecía la promesa de un mundo
, mejor, una justicia tras la muerte y la inmortalidad de las almas en el más allá, además de
apelar a aspectos pasionales del alma humana. Surgía también el neoplatonismo, una
actualización y reinterpretación de la filosofía de Platón que influiría en la concepción
cristiana de la divinidad.
En plena crisis del Imperio Romano, Plotino, máximo representante del
neoplatonismo, llevó al extremo el idealismo de la filosofía platónica, planteando un
mundo trascendente y divino del que el mundo material, sensible, sería solo una copia
degradada. Plotino revitalizó así el pensamiento de Platón, poniendo el foco en el
problema de la relación del alma con la verdad e incorporando desarrollos aristotélicos y
estoicos, entre otros.
El neoplatonismo tuvo una gran influencia sobre aquellos cristianos preocupados
por dotar de un sistema filosófico a su fe, ofreciendo una visión del alma humana como
inmortal y de un mundo espiritual trascendente. La primera filosofía cristiana recogió
también, adaptándolos, elementos clave del estoicismo y del neoplatonismo, pero ofrecía
algo que estos no tenían: un logos encarnado y revelado en la figura de Jesucristo.
Los primeros filósofos cristianos continuaron la tradición de los ejercicios
espirituales en la vida monástica, profundizando en la meditación y el examen de
conciencia, con el fin último de conocer a Dios. San Agustín, por ejemplo, dio un gran
impulso al estudio introspectivo del alma como forma de acceso al conocimiento de Dios
en obras como sus "Confesiones" (400 d.C).
La ciencia del alma en la Edad Media: de la filosofía platónico-agustiniana a la
ecolástica
Mientras que los representantes del neoplatonismo ejercerían su influencia
principalmente en Oriente Próximo, donde las obras de la filosofía clásica fueron
traducidas al árabe, al hebreo y al latín, la filosofía plato-agustiniana dominaría el
pensamiento medieval en Occidente durante toda la Alta Edad Media (siglos V-XI). No
sería hasta el final de este período que se produciría un reencuentro con la filosofía
clásica, con la expansión de la cultura árabe y el acceso a dichas traducciones.
El naturalismo de Aristóteles, que empezó a difundirse durante la Baja Edad
Media (siglos XI-XV), en principio resultaba incompatible con el dogma eclesiástico y la
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