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Sumario REVOLUCION INDUSTRIAL

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REVOLUCION INDUSTRIAL DE PRINCIPIO A FIN

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  • May 18, 2024
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Unidad I: REVOLUCION INDUSTRIAL
1) HOBSBAWM, E. (1997) Capítulo II: “La revolución industrial”. En: La Era de
la Revolución (1789-1848), Crítica. Grupo Planeta. Bs. As.

I
El nombre de Revolución Industrial refleja su impacto tardío sobre Europa. Existía en
Inglaterra antes que el nombre. Hay que considerarla por dos razones:
 Primero, porque en realidad “estalló” antes de la toma de la Bastilla
 Segundo, porque sin ella no podríamos comprender el impersonal subsuelo de la
historia en el que nacieron los hombres y se produjeron los sucesos más singulares
de nuestro período; la desigual complejidad de su ritmo.

¿Qué significa la frase “estalló la Revolución industrial”?
Significa que un día entre 1780 y 1790 y por primera vez, se liberó el poder productivo
de las sociedades, que desde entonces se hicieron una constante, rápida e ilimitada
multiplicación de hombres, bienes y servicios. Es lo llamado por economistas “el
despegue (take-off) hacia el crecimiento auto-sostenido”. Esto no fue algo sorprendente,
su prehistoria en Europa puede remontarse al año 1000, con sus primeros intentos para
saltar al aire, donde ya hubieran podido recibir el nombre de «Revolución industrial» en
el siglo XIII, en el XVI y en las últimas décadas del XVIII.
Desde mediados del XVIII, el proceso de aceleración se hace tan patente que un estudio
más detenido indica como decisiva la década de 1780 y no la de 1760, por ser en ella
cuando los índices estadísticos tomaron el súbito, intenso y casi vertical impulso
ascendente que caracteriza al take-off: La economía emprendió el vuelo.
En Gran Bretaña y en todo el mundo, este período inicial de industrialización coincide
con la construcción del ferrocarril y la creación de una fuerte industria pesada en
Inglaterra en la década de 1840. Pero la revolución en sí, el periodo de take-off: puede
datarse, con la precisión posible en tales materias, en los lustros que corren entre 1780 y
1800: es decir, simultáneamente, aunque con ligera prioridad, a la Revolución francesa.
s claro que incluso antes de la revolución, Gran Bretaña iba muy por delante de su
principal competidora en cuanto a producción per cápita y comercio (Francia). En
ciencias naturales, seguramente los franceses superaban con mucho a los ingleses. La
Revolución francesa acentuará notablemente esta ventaja, sobre todo en las matemáticas
y en la física. La educación inglesa era floja, por fortuna eran necesarios pocos
refinamientos intelectuales para hacer la Revolución industrial ya que sus inventos
técnicos eran modestos: la lanzadera volante, la Máquina para hilar, el huso mecánico,
hasta su máquina más científica (la giratoria de vapor de James Watt (1784) no requirió
altos conocimientos físicos.
Un puñado de terratenientes de mentalidad comercial monopolizaba la tierra, cultivada
por arrendatarios que a su vez empleaban a gentes sin tierras o propietarios de
pequeñísimas parcelas. Los arrendamientos rústicos eran muchos y los productos de las
granjas dominaban los mercados; la manufactura se había difundido hacía tiempo por el
campo no feudal.
La agricultura estaba preparada para cumplir sus 3 funciones fundamentales:
 Aumentar la producción para alimentar a una creciente población no agraria.
 Agrandar el cupo de potenciales reclutas para ciudades e industrias.

,  Crear un mecanismo para acumulación de capital utilizable por los sectores más
modernos de la economía.
El hombre de negocios estaba ante un momento de poder generar mucho dinero, ya que
el s. XVIII fue para toda Europa un momento de prosperidad y expansión económica.
Las primeras manifestaciones de la revolución industrial ocurrieron cuando el
crecimiento económico surgía de las decisiones entrelazadas de innumerables
empresarios privados e inversores, regidos por el principal imperativo de la época:
comprar en el mercado más barato para vender en el más caro. Una vez que Gran Bretaña
empezó a industrializarse, otros países disfrutaron los beneficios de la rápida expansión
económica. Además, el éxito británico demostró que su técnica se podía imitar, e
importarse su habilidad y capitales. Europa y América se vieron inundadas de expertos,
máquinas de vapor, maquinaria algodonera e inversiones de capital, todo ello británico;
Gran Bretaña no disfrutaba de tales ventajas. Además, tenía una economía bastante fuerte
y un Estado bastante agresivo para apoderarse de los mercados competidores.
En efecto, las guerras de 1793-1815, última y decisiva fase del duelo librado durante un
siglo por Francia e Inglaterra, eliminaron virtualmente a todos los rivales en el mundo
extra-europeo, con la excepción de los jóvenes Estados Unidos.

II
La industria británica (como las demás industrias algodoneras) tuvo su origen como un
subproducto, crudo, del comercio ultramarino. Los antiguos y poderosos magnates del
comercio de lanas prohibían importar los “calicoes” o indianas, dando así oportunidades
a los sucedáneos que producían la industria autóctona del algodón. Más barato que la
lana, el algodón y las mezclas de algodón no tardaron en obtener en Inglaterra un
mercado modesto, pero beneficioso. Pero sus mayores posibilidades para una rápida
expansión estaban en ultramar. En el siglo XVIII se desarrolló en el hinterland de los
mayores puertos coloniales, como Bristol, Glasgow y especialmente Liverpool, el gran
centro de comercio de esclavos. Cada fase de este inhumano, pero próspero tráfico,
parecía estimular aquella: la esclavitud y el algodón marcharon juntos. Los esclavos
africanos se compraban, al menos en parte, con algodón indio. Las plantaciones de las
Indias Occidentales, donde los esclavos eran llevados, daban la cantidad de algodón bruto
suficiente para la industria británica, y en compensación los plantadores compraban
grandes cantidades de algodón elaborado en Manchester. De este modo, la industria del
algodón fue un comercio que prometía no solo una grande, sino rápida e imprevisible
expansión que incitaba a los empresarios a adoptar las técnicas revolucionarias para
conseguirla. Entre 1750 y 1769 la exportación de algodones británicos aumentó
más de diez veces.
En términos mercantiles, la Revolución industrial es el triunfo del mercado exterior sobre
el interior: en 1814 Inglaterra exportaba cuatro yardas de tela de algodón por cada tres
consumidas en ella; en 1850, trece por cada ocho. Dentro de esta creciente marea de
exportaciones, la importancia mayor la adquieran los mercados coloniales o
semicoloniales que la metrópoli tenía en el exterior, incluso con las guerras Napoleónicas.
La industria británica había establecido un monopolio a causa de la guerra, las
revoluciones de otros países y su propio gobierno imperial. Dos regiones merecen un
examen particular. Un es América Latina que dependió casi por completo de las
importaciones británicas durante las guerras napoleónicas, sobre todo después de su
ruptura con España y Portugal. Y la otra región es las Indias Orientales, que eran el
exportador tradicional de mercancías de algodón. Pero con los nuevos intereses

,industriales en Inglaterra, los intereses mercantiles de las Indias se desplomaron. La
India fue sistemáticamente desindustrializada.
Los nuevos inventos (las máquinas de hilar, los husos mecánicos y, un poco más tarde, los
poderosos telares) eran relativamente sencillos y baratos y compensaba enseguida sus
gastos de instalación con una altísima producción. Pero la fabricación del algodón tenía
otras ventajas, ya que como la materia prima provenía de afuera, su abastecimiento podía
aumentarse con los drásticos procedimientos utilizados por los blancos en las colonias:
esclavitud y apertura de nuevas áreas de cultivo.
Desde 1790 la industria algodonera encontró su suministro, al cual permaneció ligada su
fortuna hasta 1860, en los recién abiertos estados del sur de los Estados Unidos.

III
Así pues, la opinión tradicional que ha visto en el algodón el primer paso de que la
Revolución industrial inglesa es acertada. EI algodón fue la primera industria
revolucionada y en 1830 es la única que tenía hilanderas o talleres. Puede asegurarse
que la palabra industria y fábrica en su sentido moderno aplicaban casi exclusivamente a
las manufacturas del algodón en el Reino Unido, las cuales representaron entre el 40 y el
50 % del valor de todas las exportaciones británicas entre 1816 Y 1848. Si el algodón
prosperaba, prosperaba la economía; si decaía, languidecía esa economía. Las demás
industrias como las cerveceras no llegaban a ser como la algodonera porque en primer
lugar empelaban muy poca gente contra millones de la algodonera; además la cerveza era
más avanzada pero no daba los mismos réditos económicos. EL ALGODÓN DOMINABA
LA ECONOMIA DEL PAIS.
IGUALMENTEE, el progreso de la industria algodonera no era uniforme y en la década
1830-1840 tuvo los mayores problemas de crecimiento. Estos primeros tropiezos de la
economía industrial capitalista se reflejaron en una marcada lentitud en el crecimiento
y en una disminución de la renta nacional británica. Pero esta primera crisis no fue
puramente inglesa. Sus más graves consecuencias fueron sociales: la transición a la nueva
economía creó miseria y descontento, materiales primordiales de la revolución social. Y
en efecto, la revolución social estalló en la forma de levantamientos espontáneos de los
pobres en las zonas urbanas e industriales, y dio origen a las revoluciones de 1848.
La explotación del trabajo que mantenía las rentas del obrero a un nivel de subsistencia,
permitiendo a los ricos acumular los beneficios y la clase media problemas económicos.

La Revolución industrial y la competencia causaron una constante y dramática caída en
el precio del artículo terminado, pero no en los diferentes costos de la producción. En
segundo lugar, después de 1815, el ambiente general de los precios era de deflación y no
de inflación, o sea, que iban en perdida.
Podía solucionarse por una reducción de jornales, por la sustitución de caros obreros
expertos por mecánicos más baratos, y por la competencia de la máquina. La industria
se veía obligada a mecanizarse (lo que reduciría los costos al reducir el número de
obreros), aumentar su producción y ventas, sustituyendo por un volumen de pequeños
beneficios por unidad la desaparición de los grandes márgenes.

IV
La capacidad del hierro había aumentado gracias a unas pocas y sencillas innovaciones,
como la pudelación y el laminado en la década de 1780-1790, pero la demanda no militar
era relativamente modesta, y la militar, era abundante por las guerras entre 1756 y 1815,
cayó mucho después de Waterloo. El carbón tenía la ventaja de ser no sólo la mayor

, fuente de poderío industrial del siglo XIX, sino también el más importante combustible
doméstico, gracias sobre todo a la relativa escasez de bosques en Gran Bretaña. El
crecimiento de las ciudades (y especialmente el de Londres) había hecho que la
explotación de las minas de carbón se extendiera rápidamente desde el siglo XVI. A
principios del siglo XVII, era una primitiva industria moderna, empleando incluso las más
antiguas máquinas de vapor. En 1800, Gran Bretaña produjo unos 10 millones de
toneladas de carbón, casi el 90 % de la producción mundial. Su más próximo competidor,
Francia, produjo menos de un millón. Esta inmensa industria, era suficiente para
estimular la invención básica que iba a transformar a las principales industrias de
mercancías: el Ferrocarril.
Técnicamente, el ferrocarril es el hijo de la mina porque estas necesitaban como
transportar lo producido, especialmente las minas del norte de Inglaterra. Ninguna
de las innovaciones de la Revolución industrial sería más que el ferrocarril, porque
además transportar por tierra era mucho más costoso que por vías férreas. Apenas se
demostró en Inglaterra que era factible y útil (1825-1830), se proyectó construirlo
en casi todo el mundo occidental. El ferrocarril constituía el gran triunfo del
hombre por medio de la técnica, abriendo caminos y distancias que no se podian.

El conjunto de la clase media que era el núcleo principal de inversionistas, era más
ahorrativo que derrochador, aunque en 1840 se sintieron ricos como para gastar tanto
como invertían por estar libres de impuestos, las clases medias continuaron acumulando
riquezas en medio de una población hambrienta. Pero no destinaban sus ingresos en
objetos de lujo, invirtieron en el extranjero. No se sabe si ese capital hubiese podido
invertirse en el país (por ejemplo, edificaciones). En realidad, encontró los
ferrocarriles, cuya creación rapidísima y en gran escala no hubiera sido posible sin
ese torrente de dinero invertido en ellos, especialmente a mediados de la década
1830-1840. Fue una gran decisión, ya que los ferrocarriles resolvieron todos los
problemas del crecimiento económico.

V- movilización y despliegue
El primer factor para movilizarse y desplegarse fue el trabajo, ya que una economía
industrial significo una gran disminución en la población agrícola (rural) y un aumento
paralelo en la no agrícola (urbana); lo que también derivo en un rápido aumento
demográfico. Lo cual implica también un brusco aumento en el suministro de alimentos,
principalmente agrarios; es decir, “una revolución agrícola”. Hubo una transformación
social para solucionar eso, en la que se liquidaron los cultivos medievales aún vigentes,
con sus campos y pastos comunes; entonces los terratenientes fueron escasos al igual que
los arrendatarios y jornaleros. Las -Corn Laws- con las que los intereses agrarios trataban
de proteger la labranza contra la crisis que siguió a 1815, fueron parte de la tendencia a
tratar la agricultura como una industria cualquiera y juzgarla solo con un criterio de lucro.
Pero no frenaron la introducción del capitalismo en el campo y acabaron siendo
derrotadas por el radical avance de la ola de la clase media a partir de 1830, por la nueva
ley de pobres de 1834 y por la abolición de las Corn Laws en 1846.
En términos de productividad económica esta transformación social fue un éxito
inmenso, pero en términos de sufrimiento humano una tragedia aumentada por la
depresión agrícola que después de 1815 redujo al pobre rural a la miseria más
desmoralizadora. PARA LA INDUSTRIA SIRVIO, AL AUMENTAR LOS TRABJADORES.
En las fábricas, donde había problemas de disciplina laboral, se optó por el empleo de
mujeres y niños, más dúctiles y baratos que los hombres, donde por ej. en los telares

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