4. LOS DIOSES OLÍMPICOS Y SU ICONOGRAFÍA
1. Introducción
Los dioses olímpicos o crónidas fueron la segunda generación divina que derrotaron a Crono y han pasado a la
posteridad como las deidades arquetípicas del panteón religioso grecorromano. Zeus fue el dios supremo en torno al que se
distribuyeron el resto de deidades olímpicas, en su gran mayoría hermanos e hijos de este, que conformaron el orden
universal definitivo de la tradición clásica.
Los dioses olímpicos fueron los guardianes del universo y representaron la justicia y el buen gobierno, destacando
por ser deidades antropomórficas que disfrutaron de una vida eterna en las proximidades del monte Olimpo. Se
caracterizaron por su cercanía con el mundo de los humanos al no constituir deidades abstractas, sino que tuvieron
sentimientos y comportamientos propios de los hombres. Esta humanización es la clave para entender su gran éxito
iconográfico y literario, permitiendo a los autores plasmar en sus obras las pasiones, los sentimientos, las virtudes y los
defectos que han tenido los hombres desde la Antigüedad hasta hoy.
2. Fuentes textuales
En el siglo VIII aC hay abundantes referencias que permiten modelar el carácter de los dioses olímpicos, su
influencia en el universo y las peripecias en las que participaron. Destacaron los dos poemas épicos de Homero que,
narrados en el mundo de los hombres, aludieron constantemente a la influencia de los dioses sobre las hazañas
desarrolladas por los humanos. En la Ilíada se cuenta la guerra de los griegos contra los troyanos como consecuencia del
rapto de Helena por Paris. La Odisea narra las aventuras de Ulises tras finalizar la guerra de Troya y su tortuoso viaje hasta
Ítaca, durante el que estuvo a merced de los designios de los dioses. Pero la obra fundamental para entender los inicios de
la cosmogonía griega y la configuración del panteón olímpico es la Teogonía de Hesíodo, del siglo VIII aC. Es un amplio
poema épico que narra la genealogía de los dioses.
En el siglo V aC destacaron los autores trágicos griegos como Esquilo, Sófocles y Eurípides, que narraron
fundamentalmente las hazañas y miserias de lo héroes, pero mostrando la influencia directa de los dioses en sus destinos.
Los poetas romanos Virgilio y Ovidio terminaron de modelar el panteón olímpico. Virgilio escribió la Eneida como encargo
directo del emperador Augusto para glorificar su gobierno al frente del Imperio. Este poema tomo como inspiración a la
Ilíada, tomando como punto de partida el fin de la guerra de Troya y vinculando los orígenes de Roma con el príncipe
troyano Eneas. Ovidio escribió las Metamorfosis, constituyendo el texto de mayor influencia en la Edad Media y Moderna en
relación con la mitología clásica. Ovidio recogió fábulas mitológicas donde contó los principales sucesos que les acaecieron
a los dioses.
3. Zeus, el dios supremo del Olimpo y sus amantes
Zeus, el Júpiter romano, fue el dios olímpico por excelencia y el más poderoso de ellos, hijo de Rea y Crono. Rea
salvó a Zeus engañando a Crono, dándole una piedra envuelta en pañales en lugar del dios recién nacido y Crono lo engulló
sin percatarse de ello. Zeus fue criado en secreto por una ninfa de la isla de Creta, alimentándose de néctar, ambrosía y
leche de la cabra Amaltea, con cuya piel se fabricaría la égida del dios. Zeus fue el origen de buena parte del resto de
dioses olímpicos y el padre de la mayoría de los grandes héroes griegos engendrados por mortales. Su dominio fue el cielo,
siendo el dios de los fenómenos atmosféricos que provoca con su rayo. Se dedicó a administrar justicia entre dioses y
humanos, constituyendo el garante del equilibrio en el universo. Entre sus atributos destacó el rayo y el águila.
Para asentar su poder en el mundo, Zeus tuvo primero que derrotar a su padre y al resto de Titanes, hijos de la
pareja primigenia, Urano y Gea. Es la Titanomaquia, que duró 10 años. Según una premonición, Zeus ganaría la guerra si
contaba con la ayuda de los Cíclopes y los Hecatonquiros, que estaban encerrados en el Tártaro. Zeus los liberó y junto a
otros dioses derrotaron a los Titanes, que quedaron custodiados por los Hecatonquiros en el fondo del Tñartaro. Luego los
dioses olímpicos tuvieron que enfrentarse a los Giantes en la Gigantomaquia, que habían sido incitados por su madre Gea
para vengar la derrota de los Titanes. Gracias a la intervención de Zeus, Atenea y Heracles, los derrotaron. Tras esto, los
dioses olímpicos se repartieron el universo: Zeus el reino del Olimpo y el Cielo, Poseidón los Mares y Hades el Infierno.
Destacaron sus relaciones amorosas con diosas y mortales. Se casó 7 vece, destacando como esposa principal la
diosa Hera. Pero sus relaciones más célebres fueron con mortales a las que sedujo mediante tretas y engaños, recurriendo
con frecuencia a la metamorfosis. Destacó la de Ganimedes, que era un príncipe frigio de gran belleza, hijo del rey Troyano
Tros. Ganimedes guardaba los rebaños de su padre en las montañas hasta que fue raptado por Zeus metamorfoseado en
águila. Zeus lo llevó al Olimpo y desplazó a Hebe como copero de los dioses. También destacó su relación con Leda, hija
del rey de Etolia, Testio y esposa de Tindáreo. Zeus se enamoró de ella y se transformó en cisne, yaciendo con Leda. Tras
esto, Leda mantuvo relaciones con su esposo, quedando encinta de ambos. La diosa Hera hostigó un tiempo a Leda, pero
finalmente esta pudo poner dos huevos de donde nacieron los hijos de Tindáreo, Clitemnestra y Cástor, y los hijos de Zeus,
Helena y Pólux (Dioscuros y Tindáridas). También destacó su idilio con Europa, hija del rey de Tiro, Agenor, y hermana de
Cadmo. Zeus se enamoró de ella cuando se divertía con otras jóvenes en la playa y para seducirla se transformó en un
manso toro blanco. La belleza del animal provocó que Europa se montara en él y Zeus la raptó y se la llevó a Creta, donde
yació con ella, siendo considerada la primera reina cretense.
En la Antigüedad Grecolatina, Zeus se suele representar tan solo como un adulto con barba en el s.VII aC. En el
periodo clásico aparece con sus atributos más arquetípicos (rayo y águila). Desde el periodo arcaico se distribuyeron
, imágenes del dios y sus metamorfosis, pero la imagen más famosa fue el coloso crisoelefantino hecho por Fidias para el
templo de Zeus en Olimpia, considerado una de las 7 maravillas del mundo antiguo, que conocemos por descripciones, por
monedas y gemas de época romana. Fidias representó a Zeus entronizado con el torso desnudo, portando un cetro
coronado por un águila y una Niké, iconografía tradicional del dios que influyó en autores posteriores. En Roma, Zeus
personifica el poder supremo y los emperadores adoptaron su iconografía y atributos.
En la Edad Moderna interés el tema de los amores de Zeus, en gran medida debido al éxito de las Metamorfosis de
Ovidio, donde se representó al dios adoptando las múltiples formas de animales u otros elementos para conquistar a
mortales y ninfas que destacaron por su belleza. En el s.XVI destaca el conjunto hecho por Correggio para Carlos V
representando a Ío, Dánae, Leda y Ganimedes. Estos mismos temas también interesan en el mundo contemporáneo por
constituir representaciones de contenido erótico como Leda y el Cisne de Gustav Moreau (1865) o la Dánae de Gustav Klimt
(1907).
3. Hera, la reina del Olimpo
Hera perteneció a la generación de dioses hijos de Rea y Crono, siendo devorada por su padre, aunque Zeus la
liberó de las entrañas de su padre. Considerada la esposa por excelencia de Zeus, aunwue este ya había desposado antes
a las diosas Metis y Temis. Concibió a divinidades como Hefesto, Ares, Ilitia y Hebe. Entre sus competencias fundamentales
estuvo la de ser protectora de las mujeres casadas al ser considerada un modelo de fidelidad conyugal. Junto a Ilitia fue la
protectora de las mujeres encintas en sus partos, adelantándolos o atrasándolos según su conveniencia. Sus principales
atributos icónicos fueron la vaca y, sobre todo, el pavo real.
Su unión con Zeus vino precedida de una metamorfosis del dios. Durante el transcurso de una violenta tormenta,
Zeus se transformó en cuclillo, ave trepadora que usa los nidos de otros pájaros, y cuando Hera lo salvó del temporal, Zeus
recobró su forma usual y la raptó para yacer con ella. Hera le pidió a su hermano y amante que la respetara, y este le
prometió que se casaría con ella. El solemne matrimonio entre Zeus y Hera (hierogamia) tuvo lugar en el Olimpo, al que
accedieron en un carro nupcial junto a Eros. Allí recibieron obsequios de todos los dioses, destacando las manzanas de oro
que le regaló Gea, plantadas luego por Hera en el Jardín de las Hespérides.
Hera ha pasado a la posteridad por su carácter difícil y cólera, consecuencia de las continuas infidelidades de Zeus.
Tras casarse, la mayoría de los mitos de Hera estuvieron relacionados con los celos, persecución y venganza de las
amantes de Zeus como Leto, Sémele, Ío, Calisto o Leda. Fue enemiga de los hijos extramatrimoniales de Zeus, destacando
su aversión por Heracles, al que persiguió toda su vida, aunque terminó por reconciliarse con él en el Olimpo.
Tuvo una difícil relación con su hijo Hefesto. Nada más nacer y ante su fealdad, Hera se deshizo de él arrojándolo
desde el Olimpo. Hefesto “movido por el rencor, le envió un trono de oro con cuerdas invisibles que la ataron cuando ella se
sentó hasa que Dioniso, que mantenía con él una buena relación, lo emborrachó y lo llevó a los cielos”, accediendo a liberar
a Hera. Pese a esto, Hefesto profesó gran devoción por su madre, hasta ganarse la enemistad de Zeus al liberar a Hera de
la cadena de oro y los yunques con los que Zeus la había maniatado ante las persecuciones a su hijo Heracles.
Tuvo un papel muy relevante en uno de los episodios más célebres previos a la guerra de Troya: el juicio de Paris,
acaecido durante las bodas de Tetis y Peleo a la que acudieron multitud de dioses y héroes. La diosa Eris (la Discordia) no
fue invitada y en venganza se presentó y lanzó una manzana de oro en mitad del convite con la inscripción “para la más
bella”. Rápidamente, se abalanzaron sobre la manzana las tres diosas que se creían en el derecho a dicho título: Atenea,
Afrodita y Hera. Para dilucidar esta disputa se nombró como juez al príncipe troyano Paris que terminó decantándose por
Afrodita, que le prometió la mano de la mujer más bella del mundo, Helena. Hera fue favorable a los guerreros griegos en
detrimento de los troyanos por esto.
En la Antigüedad Grecolatina, iconográficamente su efigie tuvo gran repercusión al tratarse de la diosa más
poderosa del Olimpo y fue objeto de culto de muchas polis griegas como Creta, Samos y, sobre todo, Argos. Esta devoción
quedó implementada en el culto romano ya que formó parte de la Tríada Capitolina junto a Júpiter y Minerva al asimilarse
con la divinidad latina Juno. A partir del s. VI aC se generalizó una imagen de Hera con diadema real, portando cetro y
vistiendo túnica con manto y, a veces, velo nupcial como la Hera de Samos del Louvre.
En Grecia y Roma, la asociación visual entre Zeus y Hera tuvo gran relevancia, apareciendo juntos en muchas
escenas. Una de las tipologías más recurrentes es la del matrimonio sagrado (hierogamia), con Zeus sentado en su trono
recibiendo a Hera que porta el velo nupcial como en las metopas del templo de Hera en Selinonte (s. V aC) o los frescos
romanos de la Casa del Poeta Trágico en Nápoles (s. I aC).
En la pintura de cerámica griega de la Antigüedad, al margen de su habitual presencia en las representaciones de
las infidelidades de Zeus, también se identifica en algunos mitos relacionados directamente con ella, como en la
interpretación de Carpenter de una de las escenas del Vaso François del Museo Arqueológico de Florencia (570 aC). La
diosa se representaría sentada e el trono, presumiblemente atada al mismo con cuerdas invisibles, a la espera del cortejo
con el que Baco conduce a Hefesto montado en un asno para liberarla.
El mito de Hera tuvo un resurgimiento en la Edad Moderna como en el ciclo de grabados de Giulio Bonasone,
Amori sdegni et gielosie di Giunone, del segundo tercio del s. XVI o en El origen de la Vía Láctea de Tintoretto en 1575-
1580. Su efigie no solió protagonizar las composiciones, sino que secundó episodios donde acompañaba a Zeus o instigaba
contra él y su progenie, pero en la mayoría de estas iconografías apareció con su atributo paradigmático: el pavo real que
Juan Pérez de Moya asoció con las riquezas.
5. Atenea, sabia y guerrera