Carmen Gil de las Heras
Historia de la filosofía contemporánea
Cuestionario de Nietzsche
1.- ¿Qué relaciones guardan los conceptos de fuerza, voluntad de poder, devenir y
valor?
En la filosofía de Nietzsche podemos apreciar que tanto la fuerza como la
voluntad de poder, el devenir y el valor se encuentran estrechamente relacionados de
manera necesaria, ya que, con que tan solo falte uno de los conceptos mencionados, no
podrían existir todos los demás. Tienen una relación de dependencia entre ellos.
Partiendo de esta pequeña introducción, vamos a analizar esa relación de
necesidad que los une.
En primer lugar, el concepto de fuerza, en Nietzsche, nace de la definición que le
da el autor a “cuerpo”. Para Nietzsche, el cuerpo1 sería aquel conjunto de pluralidad de
fuerzas y todas se encuentran relacionadas con otras; las fuerzas más fuertes con las
fuerzas más débiles. Por tanto, lo que define el cuerpo propiamente es esta relación de
fuerzas. Estos dos tipos de fuerzas son divididas, a su vez, en fuerzas activas y fuerzas
reactivas según la cualidad que tengan. Y si consideramos las fuerzas fuertes y débiles
según la cantidad que contengan en relación con la voluntad de poder, éstas se dividen
en fuerzas dominantes y fuerzas dominadas. Ahora bien, esto último no significa que
aquella fuerza dominante, domine a las fuerzas reactivas; no se correlacionan de este
modo.2 Más bien podría ser al revés, es decir, lo propio de la fuerza reactiva es la
dominación que contiene.
La creación de todo lo que conocemos y percibimos es puro azar. Aquí negamos,
por tanto, el mecanicismo. De hecho, es el azar la esencia de las fuerzas, las cuales
actúan entre sí por la relación de superioridad que tienen entre las fuerzas activas y
reactivas. Por ende, lo constituyente de todo es el azar, y lo constituido es la mezcla de
1
“¿Qué es el cuerpo? Solemos definirlo diciendo que es un campo de fuerzas, un medio
nutritivo disputado por una pluralidad de fuerzas”. Deleuze, Guilles. Nietzsche y la filosofía.
Traductor: Carmen Artal. Barcelona: Editorial Anagrama, 1998, P. 60.
2
“[…]. Es cierto que al menos comprendemos el organismo a partir de fuerzas. Pero también es
cierto que no podemos considerar las fuerzas reactivas como lo que son, es decir como fuerzas y
no como mecanismos o finalidades, más que relacionándolas con aquélla que las domina y que
no es reactiva”. Ibidem, 62.
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,esas fuerzas que surge de la relación que tienen. Por esto, Nietzsche afirma que el azar
es la relación de fuerzas y la esencia de éstas.3
También hay fuerzas reactivas que son mantenidas por las fuerzas activas. De
aquí surge la afirmación de que las contingencias naturales surjan debido a las fuerzas
activas, pues todas las reactivas dependen de las activas. Ahora bien, esto no quiere
decir que dichas fuerzas (las reactivas) sean distintas de las que mandan, tan solo
obedecen y siguen siendo fuerzas. En otras palabras y más resumidamente, se quiere
decir que las fuerzas reactivas despojan a las fuerzas activas.
La ciencia es la que estudia esa reacción de las fuerzas por parte de toda
activación, pero no llega a más que eso. Es decir, en Nietzsche, la ciencia llega al
mismo punto que en Schopenhauer; solo estudia relaciones (si recordamos lo que
expuso Schopenhauer en su obra El Mundo como Voluntad y Representación, habla
justamente de esto), las reacciones de los cuerpos y no se adentra a algo más allá como
las fuerzas activas de los mismos.
Ahora bien, estas fuerzas se encuentran relacionadas con el devenir, pues el
poder activo de las fuerzas es la transformación. Dicho poder es similar al poder de
Dionisio como explica Nietzsche. Este poder dionisíaco o activo hace que las fuerzas
reactivas se transformen conforme la voluntad de poder de las fuerzas activas.4 Esto
viene a decir que las cosas son de una manera por el cambio de las fuerzas activas en los
propios cuerpos, en la naturaleza. Todo lo que hay es puro cambio, transformación,
Dionisio. Es puro devenir. Incluso podemos hacer mención, en este contexto
nietzscheano, de Heráclito, quien fundó el proceso del continuo cambio y devenir y de
quien Nietzsche tenía apego por su tesis “todo fluye, nada permanece”.
Así pues, todo está en constante devenir, puesto que si el Universo tendría algún
fin, ya tendría que haberlo alcanzado.5 Absolutamente todo se encuentra en una lucha de
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“Dos fuerzas cualesquiera, desiguales, constituyen un cuerpo a partir del momento en que
entran en relación: por eso el cuerpo es siempre fruto del azar, en el sentido nietzscheano, y
aparece siempre como la cosa más ‘sorprendente’, mucho más sorprendente realmente que la
conciencia y el espíritu. Pero el azar, relación de la fuerza con la fuerza, es también la esencia
de la fuerza; […]”. Ibidem, 60.
4
“Se halla en Nietzsche como en la energética, donde se llama ‘noble’ a la energía capaz de
transformarse. El poder de transformación, el poder dionisíaco, es la primera definición de la
actividad”. Ibidem, 64.
5
“La exposición del eterno retorno tal como Nietzsche lo concibe supone la crítica del estado
terminal o estado de equilibro. Si el universo tuviera una posición de equilibrio, dice Nietzsche,
2
, fuerzas dominantes y dominadas. Podríamos poner varios ejemplos para reflejar esta
tesis, como por ejemplo en Marx con la lucha de clase, en Schopenhauer con la
constante lucha de la Voluntad consigo misma, etc. Sin embargo, entre este último hay
una pequeña diferencia, y es que Nietzsche lleva esta continua lucha más allá, a la más
ínfima naturaleza y existencia misma del hombre.
De esta manera, el eterno retorno sería, entonces, una sucesión cíclica que nunca
toca su fin, compuesto por una lucha entre contrarios, como nos refleja también
Heráclito o Anaximandro. El eterno retorno, por tanto, es eterno y siempre vuelve. Sin
embargo, lo que vuelve no es el ser, sino lo que constituye el ser, es decir, el retornar.6
Y, a consecuencia de esto, el devenir sería la constitución de las fuerzas en la realidad
por el azar, el cual actúa como motor.7
Sin embargo, aunque se haya argumentado que el azar actúa como motor, en
realidad, el propio motor del hombre en cuanto tal es la propia voluntad de poder. Y no
solo es un motor, sino que también actúa como fuerza interna de la naturaleza. Esto es
que la voluntad de poder responde como componente genético de las fuerzas.8
Este acto que realiza la voluntad de poder hace que las fuerzas y sus respectivas
cualidades y cantidades se separen justo cuando la voluntad de poder actúa como un
elemento de síntesis en ambas fuerzas, sin que haya diferencias en ellas. Es decir, en
este momento, las fuerzas se unen sin contar sus distinciones tanto cuantitativas como
cualitativas, lo que le provoca al hombre y a su naturaleza seguir un proceso de no
querer lo mismo (el eterno retorno) y de autosuperarse.9 Se produciría la unión de las
si el devenir tuviera un fin o un estado final, ya lo habría alcanzado. Y el instante actual, como
instante que pasa, demuestra que no ha sido alcanzado: luego, el equilibrio de las fuerzas no es
posible”. Ibidem, 70.
6
“[…], no debe interpretarse como el retorno de algo que es, que es uno o que es lo mismo. Al
utilizar la expresión ‘eterno retorno’ nos contradecimos si entendemos: retorno de lo mismo. No
es el ser el que vuelve, sino que es el propio retornar el que constituye el ser en tanto que se
afirma en el devenir y en lo que pasa”. Ibidem, 72.
7
Con el azar afirmamos la relación de todas las fuerzas. E indudablemente, afirmamos todo el
azar de una sola vez en el pensamiento del eterno retorno. […]. El azar es lo contrario a un
continuum. Los encuentros entre fuerzas de tal y tal cantidad son pues las partes concretas del
azar, las partes afirmativas del azar, […]”. Ibidem, 66.
8
“La voluntad de poder es: el elemento genealógico de la fuerza, diferencial y genético a la
vez”. Ibidem, 73-74.
9
“La voluntad de poder es el elemento del que se desprenden a un tiempo la diferencia de
cantidad de las fuerzas en relación, y la cualidad que, en esta relación, corresponde a cada
fuerza. Aquí revela su naturaleza la voluntad de poder: es el principio de la síntesis de las
fuerzas. […]; el eterno retorno es la síntesis cuyo principio es la voluntad de poder”. Ibidem, 74.
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