LA SOCIEDAD DE CLASES
La Revolución Industrial generó una profunda transformación en los modos de trabajo y de
vida humana. Esta era de cambios drásticos vio surgir el proletariado, una nueva clase
social que, a pesar de ser esencial para la producción y el aumento de la riqueza, vivió en
una situación de creciente explotación. Su condición empeoró aún más al mismo tiempo
que la riqueza producida por su trabajo aumentaba. A medida que los trabajadores tomaron
conciencia de la injusticia de su situación y comenzaron a unirse, se formó un movimiento
que buscaba transformar la sociedad a través de la lucha obrera, la cual resultó ser
imparable. En un principio, los obreros se apoyaron en ideologías utópicas, pero con el
tiempo adoptaron enfoques más estructurados como el socialismo científico y el
internacionalismo, que se oponían a la expansión desmedida de los intereses capitalistas.
Esta lucha se convirtió en una respuesta política y social a los desajustes del sistema
capitalista emergente.
LA NUEVA SOCIEDAD
Las revoluciones económicas y políticas que tuvieron lugar entre finales del siglo XVIII y
principios del siglo XIX provocaron una reestructuración social sin precedentes. La sociedad
estamental, que había dominado Europa durante la Edad Media y que se basaba en
privilegios hereditarios y una jerarquía rígida, dio paso a la sociedad de clases. Esta nueva
estructura social se fundaba en el principio de igualdad ante la ley, donde la riqueza, más
que el linaje, determinaba la posición social. A medida que la Revolución Industrial se
consolidaba, la sociedad se dividió principalmente en dos grupos: la burguesía y el
proletariado.
LA BURGUESÍA
A lo largo del siglo XVIII, la burguesía desempeñó un papel fundamental en las revoluciones
políticas que derribaron los privilegios de la aristocracia propia del Antiguo Régimen y
promovieron la igualdad jurídica para todos los ciudadanos. Este grupo social era diverso y
abarcaba desde grandes empresarios hasta intelectuales, profesionales liberales y
pequeños comerciantes. Compartían ideales ilustrados como la defensa del individualismo,
la creencia en el trabajo como motor del progreso, y la promoción del bienestar general a
través de la educación, el progreso y la libertad. A la burguesía le interesaba el impulso de
un Estado de derecho, el respeto a las libertades individuales, la libre competencia y la
iniciativa privada. Su ética estaba profundamente influida por valores que, en muchos
casos, derivaban del calvinismo, como la ética del trabajo y el ascenso social basado en el
mérito.
Este grupo social se dividía en dos subcategorías:
● Alta burguesía: Compuesta por los grandes industriales, banqueros, grandes
propietarios agrarios y profesionales liberales de alto poder adquisitivo. Este sector
disfrutaba de un estatus económico elevado, que les permitió consolidarse como los
nuevos detentores del poder en la sociedad industrial.
● Pequeña y media burguesía: Formada por pequeños empresarios, comerciantes,
artesanos, profesionales liberales y funcionarios. Aunque compartían muchas de las
ideas y valores de la alta burguesía, sus condiciones de vida y riqueza eran más
modestas.
A medida que la burguesía alcanzaba el poder político en los regímenes liberales, su
carácter inicialmente revolucionario fue tornando hacia una postura conservadora. Muchos
, miembros de la alta burguesía comenzaron a mezclarse con la aristocracia tradicional,
comprando títulos de nobleza o mediante matrimonios con familias aristocráticas.
EL PROLETARIADO
El proletariado, también conocido como la clase trabajadora industrial, se constituyó
principalmente por los obreros de las fábricas que vendían su fuerza de trabajo a cambio de
un salario. Esta clase experimentó una aguda explotación derivada de las políticas de los
nuevos Estados que favorecían el liberalismo económico. Las condiciones laborales eran
extremadamente duras, con jornadas de trabajo interminables (de hasta 16 horas diarias),
bajos salarios, y un ambiente insalubre y peligroso en las fábricas. No existían leyes de
protección social ni seguros de enfermedad o desempleo, y las condiciones de vida de los
obreros eran igualmente deplorables, viviendo en casas insalubres, húmedas y mal
ventiladas.
Las mujeres, que representaban una parte importante de la fuerza laboral en sectores como
el textil, recibían salarios inferiores a los de los hombres. Además, la infancia también era
explotada, con numerosos niños trabajando en las fábricas bajo condiciones
extremadamente duras. La pobreza generalizada y las malas condiciones de vida
provocaron la propagación de enfermedades y un descenso significativo en la esperanza de
vida de los obreros.
Además del proletariado urbano, existía un importante proletariado agrícola en los países
de Europa del Sur y Este, donde la industrialización llegó más tarde. La mecanización de la
agricultura y la eliminación de tierras comunales sumieron a grandes sectores del
campesinado en la pobreza, especialmente entre los jornaleros. Estos trabajadores vivían
en condiciones más precarias que los obreros industriales, ya que solo trabajaban de
manera temporal y bajo jornadas agotadoras, percibiendo salarios muy bajos.
EL MOVIMIENTO OBRERO
El movimiento obrero surgió cuando la clase trabajadora tomó conciencia de que la
explotación que sufrían no era un destino inmutable, sino una consecuencia de un sistema
económico injusto. Pensadores sociales como Friedrich Engels y escritores como Charles
Dickens y Benjamin Disraeli denunciaron las condiciones miserables de los trabajadores,
lo que llevó a que la sociedad comenzara a cuestionar el sistema capitalista y a la búsqueda
de soluciones. La unidad de los obreros y la acción colectiva fueron vistas como las vías
para mejorar las condiciones de vida y de trabajo, dando inicio a una lucha que se iría
intensificando con el tiempo.
EL COMIENZO DEL MOVIMIENTO OBRERO
En Gran Bretaña, donde la industrialización avanzó con rapidez, se gestaron las primeras
formas de lucha obrera. La corriente del ludismo (1790-1817) fue una de las primeras
expresiones de protesta, especialmente en la industria textil. Los trabajadores, liderados por
figuras como Ned Ludd, se oponían a la mecanización, que temían que dejara a millones
de personas sin empleo. El ludismo se expandió rápidamente por Europa y fue reprimido
violentamente. A pesar de la represión, las primeras sociedades de resistencia y
sociedades de socorros mutuos surgieron para ofrecer apoyo a los trabajadores en
huelga.
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