TEMA 7: EL ÁLBUM ILUSTRADO O LIBRO-ÁLBUM
1. DEFINICIÓN DE ÁLBUM ILUSTRADO.
El álbum ilustrado o libro-álbum es un formato de lectura impresa con intención artística, cuya secuenciación se basa
en la doble página y en el que se combinan dos códigos: el visual y el verbal. La interdependencia de ambos es su
característica principal. Si bien predomina el primero, hasta el punto de existir numerosas obras sin presencia del
segundo más allá del título, la interpretación completa depende de la lectura conjunta de texto e imagen, que va
mucho más allá de la suma de los dos. Por ello se puede considerar un género híbrido o fronterizo, igual que el cómic
y los relatos audiovisuales, y su presencia en las aulas estimula tanto el desarrollo de la competencia literaria como
la plástica y la alfabetización visual.
Para profundizar en el alcance de esta definición, así como en sus carencias, revisaremos tanto la clásica del autor y
teórico Uri Shulevitz como la más actual de la especialista en Literatura Infantil y Juvenil Sophie Van der Linden:
“En un verdadero libro-álbum, las palabras no se sostienen por si solas. Sin las ilustraciones el contenido de la
historia se vuelve confuso. Son las imágenes las que proporcionan la información que omiten las palabras. De hecho,
el libro-álbum no solo depende de las ilustraciones para ampliar aquello que dicen las palabras, sino que también
requiere de ellas para esclarecer el texto e, incluso, a veces, para tomar su lugar. En un libro-álbum tanto las
palabras como las imágenes son leídas. Y, naturalmente, este enfoque nos lleva a usar menos palabras, o a no
usarlas del todo.”
Uri Shulevitz
“El álbum es un soporte de expresión cuya unidad primordial es la doble página, sobre la que se inscriben, de
manera interactiva, imágenes y texto, y que sigue una concatenación articulada de página a página.
La gran diversidad de sus realizaciones deriva de su modo de organizar libremente texto, imagen y soporte.”
Sophie Van der Linden
La principal novedad de la segunda propuesta estriba en la aparición del término “soporte”, que empleado de
manera amplia se refiere a “la materialidad del libro”. De este modo, elementos periféricos que en otros tipos de
libros son meramente funcionales, como la cubierta, las guardas, los créditos o incluso la numeración de las páginas,
pueden adquirir valor significativo para el conjunto de la obra, de igual manera que las dimensiones del libro, el
plegado, los cortes y troqueles o el tipo de papel y de encuadernación elegidos.
Como suele decirse, en el álbum ilustrado “todo cuenta”:
, 2. LECTURA COMPARTIDA Y ÁLBUMES ILUSTRADOS.
Teniendo en cuenta esa multiplicidad de elementos que hemos mencionado, analizar y seleccionar álbumes
ilustrados no es tarea fácil. Sin embargo, es una de las que más y mejores recompensas nos va a aportar en el
camino lector que emprendamos con nuestros alumnos.
“Saber leer es saber interaccionar con el texto, seguir sus indicaciones, observar sus peculiaridades, advertir su
intencionalidad y aportar los personales conocimientos y habilidades para relacionar los aspectos formales y
conceptuales que cada obra, cada texto intenta transmitir a los potenciales destinatarios.” Antonio Mendoza Fillola
Contemplar las imágenes no sólo se convierte en otra vía de acceso al significado sino que además amplía su alcance,
su profundidad. Leer con imágenes no es leer menos, sino leer más y mejor. Por eso siempre preguntaremos acerca
de lo que el grupo puede ver mientras leemos, lo que piensa que aporta la ilustración, la sensación que despierta...
Habrá momentos de juego dedicados a los elementos de la imagen, al análisis y descubrimiento de su peculiar
sistema de funcionamiento y, más allá de su asimilación a la comunicación verbal y al esquema narrativo, nos
asomaremos a la comunicación visual que tanto peso tiene en el mundo actual.
“La formación de lectores polivalentes y con criterio apunta a la necesidad de trabajar la gramática de la imagen con
métodos sistematizados que nos enseñen, desde bien pequeños, a ver y no sólo a mirar.”
Teresa Corchete. Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
Durante la lectura compartida todos realizamos un importante ejercicio de escucha: a la voz que nos brinda el texto,
a los compañeros que lo comentan y profundizan con sus intervenciones, a la propia obra y sus personajes... Es una
escucha activa a la que podemos acceder mientras se realiza, de modo que la recepción se puede valorar y
reorientar en el aula.
Cuando trabajamos a partir de la lectura autónoma del alumnado o cuando nos basamos en un resumen o análisis
elaborado por un “lector de confianza” (sea el profesorado o un especialista de referencia) debemos ser conscientes
de que la mayor parte de los efectos de esa “escucha al texto” se han perdido por el camino o, en el mejor de los
casos, han quedado como experiencia individual que no llega a explicitarse.
La Lectura Compartida permite alcanzar el verdadero estadio de lectura: la interpretación, el significado pleno y vivo
del discurso. Durante la misma el lector experimenta lo que la obra comunica. Y necesita hablar sobre ello.
“Hablar bien sobre los libros es una actividad en sí muy valiosa, pero también es el mejor entrenamiento que existe
para hablar bien sobre otras cosas. De modo que al ayudar a los niños a hablar de sus lecturas, los ayudamos a
expresarse acerca de todo lo otro que hay en sus vidas.”
Aidan Chambers Dime. Fondo de Cultura Económica