LA MODA EN BIZANCIO
330- 1453
Con el imperio bizantino, nos referimos al imperio romano de Oriente, un imperio, que es producto de la división del
i. romano durante el siglo 4 dc donde el i. romano se divide en oriente y occidente.
Una serie de guerras, hizo que el emperador Diocleciano dividiese el imperio en dos, para que fuese más fácil de
controlar. Constantino I el grande, venció a los demás emperadores, es entonces cuando mueve la capital del
imperio a Bizancio, de origen griego.
Los hunos, pueblo bárbaro de origen siberiano, destruyeron el imperio romano, hacia el año 746, sin embargo, el
imperio de Bizancio, perduró unos 1000 años más.
El imperio Romano de Oriente perduró durante diez siglos con el nombre de I. Bizantino como capital
Constantinopla.
La máxima época de esplendor de Bizancio fue durante el reinado de Justiniano I, cuyo objetivo fue recuperar el
esplendor de Roma con conquistas militares.
Justiniano no solo es un emperador importante por sus conquistas militares.
Elaboró también, un código de leyes llamado código Justiniano que supuso una evolución de la ley romana y que
tuvo una gran influencia en toda la E. Media.
Las características del reinado de Justiniano fueron: la expansión militar, la elaboración del código de Justiniano ,
inicio del cesaropapismo, es el hecho de que el emperador tiene el poder político y religioso sobre su imperio. Lleva
además a que Justiniano, tenga el control de grandes cotas de la ciudad como la cultura. Se produce un gran auge de
construcciones, como la catedral de santa sofia.
Sociedad jerarquizada.
Economía, agricultura y gran comercio gracias a las rutas comerciales de oriente.
Una nueva arma, el fuego bizantino, precursor del lanzallamas, ardía en el agua, misteriosa en la actualidad, ya que
aún no se sabe con exactitud cómo se elaboraba.
Se caracterizaban por la religión cristiana ortodoxa, la cultura griega, de echo fue el idioma que hablaban y también
un poco de latin y por mantener la estructura estatal romana.
Arquitectura
El pueblo bizantino, que heredó el gusto por la riqueza del arte imperial romano, al contacto con Oriente acrecentó
su necesidad de crear obras de intensa policromía y lujo ornamental. En su arquitectura influyó el gusto por la
escenografía de las ceremonias de la Corte, manifestado en forma de atención a la perspectiva. Decía Procopio,
escritor de la época de Justiniano, que el interior de Santa Sofía produce la “ilusión de un maravilloso jardín lleno de
flores con el azul del fondo y el verde del follaje de los mosaicos que cubren sus paredes”. Por desgracia, no se
conserva el Palacio Sagrado, pero por descripciones del siglo X de las ceremonias que acogía, podemos suponer que
su arquitectura respondería a la fastuosidad de aquellas.
El estilo bizantino comenzó a gestarse ya en época de Constantino, pero no alcanzó su plenitud hasta el siglo VI,
cuando las grandes empresas artísticas de Justiniano, que aprovecharon las enseñanzas de los edificios abovedados
del Asia anterior, demostraron la existencia de una arquitectura nueva. Podemos considerar ese periodo el siglo de
oro justinianeo; después, la arquitectura bizantina vivió sobre todo de lo creado hasta que, a raíz del fin del
movimiento iconoclasta bajo la dinastía macedónica, conoció una nueva etapa de florecimiento desde mediados del
s. IX hasta mediados del s. XI. En adelante, las novedades arquitectónicas fueron escasas, pero destacó la articulación
de una nueva provincia artística en el sur de Italia en la que el estilo bizantino se mezcló con el árabe y el gótico.
También ganó pujanza este arte en Rusia, donde pervivió siglo después del fin de Bizancio como Imperio.
, Las principales novedades de la arquitectura bizantina atañen al uso de la cúpula, al capitel y su relación con el
arco y a la decoración, sobre todo a los mosaicos.
Por partes: la arquitectura bizantina, como la romana, es abovedada, pero su innovación con respecto a aquella
reside en el empleo sistemático de la cúpula valiéndose de las experiencias previas sirias y sasánidas. Los
bizantinos llegaron a construir cúpulas de proporciones tan gigantescas como las de Santa Sofía de
Constantinopla, de más de 30 metros de diámetro, resolviendo de forma admirable la manera de contrarrestar
los empujes, no solo mediante estribos o muros gruesos, sino oponiéndoles otras bóvedas.
Para aligerar el peso de la media naranja y disminuir sus empujes laterales, se procuró emplear materiales como
tubos de barro unidos y dispuestos en espiral, que con su oquedad disminuyen bastante su peso sin perjudicar la
resistencia, o como los ladrillos de Santa Sofía de Constantinopla, doce veces más livianos que los normales.
Al margen de asuntos prácticos, los constructores bizantinos se preocuparon por la decoración de las cúpulas:
más que cubrirlas de mosaicos, las decoraban con profundos gallones. Lo vemos en la iglesia de San Sergio y
Baco.
En la arquitectura romana ya se daban ejemplos de arcos apoyados directamente en el capitel, pero solía
tratarse de arcos y columnas adosados al muro. Los arcos romanos solían abrirse en este o apoyarse en pilares.
El cargarlo directamente sobre la columna, con fines constructivos y no solo decorativos, se generaliza en la
arquitectura bizantina, y ese paso tuvo una importancia vital en la historia de la arquitectura y en la belleza de
los efectos de perspectiva de los interiores bizantinos.
La entronización de la cúpula con sus presiones laterales radiales en el eje del templo tuvo como consecuencia
el predominio de la planta cruciforme de brazos iguales, es decir, de la planta de cruz griega, y el empleo de
plantas poligonales con varios ejes de simetría, de igual o análogo valor.
En Bizancio hizo construir Justiniano los templos de Santa Sofía, Santa Irene, los santos Sergio y Baco y los
Santos Apóstoles. Destaca entre ellos Santa Sofía, tanto que en su época se decía que un ángel inspiraba a
Justiniano al inspeccionar diariamente sus obras. Sus autores son dos griegos de Asia Menor: Antemio de
Tralles e Isidoro de Mileto.
Este templo rompe con el esquema basilical: cuenta con una cúpula de más de treinta metros de diámetro,
contrarrestada en sus empujes laterales por dos bóvedas de cuarto de esfera cuyos empujes son, a su vez,
recibidos por otras menores de igual forma y por dos bóvedas de cañón, contrarrestadas unas y otras a su vez
por gruesos estribos donde se alojan las escaleras.
El edificio se completa con un gran patio cuadrado, con una fuente en su centro, en forma de pila sobre doce
columnas. En cuanto a decoración y como en toda iglesia bizantina, el mosaico es fundamental. Revisten el templo
altos zócalos de mármol (sus columnas son también de ese material y en él están labrados los paños de decoración
vegetal de las arquerías).
Y, como decíamos, en Rávena, junto al Adriático, se levantan tres obras capitales del arte bizantino. La iglesia de San
Vital, construida hacia 530 por el arquitecto Juliano, es de planta octogonal, característica que se aprecia al exterior.
Las arquerías de planta semicircular se repiten en todos sus lados, salvo el de la capilla mayor.
Además de por los efectos de perspectiva, este templo es bellísimo por la calidad de sus mosaicos, que retratan a
emperadores y altos dignatarios.
Las iglesias de San Apolinar in Classe y San Apolinar el Nuevo son de tipo basilical constantiniano, de tres naves, pero
están también enriquecidas con preciosos mosaicos. Los capiteles de la primera son de modelo teodosiano, de hojas
revueltas, y ambas presentan torres cilíndricas.