Escuela Inclusiva
TEMA: 1
LA EDUCACIÓN INCLUSIVA
INTRODUCCIÓN
Desde hace unas cuantas décadas la educación se ha convertido en un derecho para
todos. Está indisolublemente ligado a la Declaración Universal de Derechos Humanos
(1948, art. 13) y a muchos otros instrumentos internacionales sobre derechos
humanos. Por ejemplo, la Organización de las Naciones Unidas (Tiene una sección para
la educación, la ciencia y la cultura, UNESCO, que cuenta con unos 193 Estados
Miembros).
Bajo esta premisa, todos los alumnos, sin excepciones, deben estar escolarizados en
aulas regulares, y recibir una educación eficaz; debe existir la igualdad de
oportunidades y el acceso universal.
Desde la perspectiva del derecho fundamental de todas las personas a la educación se
aboga por una educación democrática, justa y equitativa que lo garantice (Escudero y
Martínez, 2011).
La escuela es el lugar donde se realiza la educación, donde se cumple la educación,
donde se ordena la educación. Es el lugar donde se transmiten los aprendizajes y
valores que se consideran necesarios en la comunidad y que llevan a los aprendices a
utilizar y mejorar sus capacidades en beneficio tanto de la sociedad como en el suyo
propio.
La escuela es una institución social. Forma parte de una determinada comunidad. No
es neutra.
Cumple unas determinadas funciones:
Es la encargada de reunir o aglutinar las influencias que va a transmitir al
alumno (de donde viene).
Influye en el aprendizaje de competencias
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Atender las necesidades y demandas (¿sociales?)
La exclusión es una construcción social, política y escolar. Mantener a todos los
alumnos juntos en una misma vía educativa hace más difícil la enseñanza precisamente
porque aumenta la heterogeneidad (acceso, currículum, origen, cultura…)
En este contexto, surge el movimiento de la Educación Inclusiva. La necesidad de
pensar, estudiar, proponer, comprometerse y creer en nuevas formas de comprender
la educación de la diversidad del alumnado (Martínez, De Haro y Escarbajal, 2010).
Hablar de “educación inclusiva” no es sino una perspectiva desde la que analizar los
desafíos de la equidad en la educación escolar.
Los objetivos, las políticas y las prácticas (educativas) deben dirigirse a derribar las
barreras estructurales y culturales que dificultan esta educación para todos.
Como bien explica Echeita (2017, p. 17):
La educación inclusiva no es una aspiración que se refiera exclusivamente a una
determinada población escolar, en particular a la de los niños y niñas (también
jóvenes y adultos) en situación de (dis)capacidad o con dificultades en su
aprendizaje de distinta índole. Se trata de una meta que quiere ayudar a
transformar los sistemas educativos para que TODO el alumnado, sin restricciones,
limitaciones ni eufemismos respecto a ese TODOS, tenga oportunidades
equiparables y de calidad para el desarrollo pleno de su personalidad, fin último de
todos los sistemas educativos.
1. DEFINICIÓN DE EDUCACIÓN INCLUSIVA
Como ya hemos hablado, el hecho de que la educación se convierta en un derecho
para todos, ha supuesto que los Gobiernos, los Estados, a lo largo de estas décadas,
transformaciones en sus sistemas educativos.
Para algunos autores, como veremos en el siguiente apartado, la educación inclusiva
tiene su origen en la educación especial, aunque también tiene sus raíces en otras
cuestiones pedagógicas como son la defensa de la escuela y la educación pública, un
currículo y enseñanza democrática, justa y equitativa.
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Como explican Escudero y Martínez (2011) este término en la actualidad integra claves
sociológicas, además de psicológicas, antropológicas y culturales, políticas, éticas,
ideológicas y metodológicas.
Hablar de Inclusión significa abordar una temática caleidoscópica un prisma con varias
caras o planos. Idea en la que coinciden varios autores: Ainscow, Booth y Dyson (2006),
Arnáiz (2012), Echeita y Cuevas (2011). Por otro lado, como señalan Escudero y
Martínez (2010) la Educación Inclusiva se conceptualiza dentro de un marco teórico en
el que se proponen cuatro esferas teóricas que interactúan entre sí: políticas,
conceptos, estructuras y prácticas. La interacción entre dichas esferas determina la
eficacia de la inclusión educativa.
Pese a que el término educación inclusiva ha sido ampliamente utilizado, el concepto
no ha sido suficientemente definido hasta la fecha, lo que permite que sea utilizado
con múltiples significados, no siempre compatibles (Villalobos y Zalakaín, 2010).
La noción de educación inclusiva es genérica, con significados, interpretaciones y
apropiaciones dispares (Escudero y Martínez, 2010). Para algunos autores, esta falta
de claridad o definición común de la inclusión puede suponer una fortaleza ya que
permite continuar explorando sus significados y valores.
Arnáiz (2012) escribe, sobre la educación inclusiva, que esta se ha conformado como
un movimiento mundial que lucha contra la selección y la competitividad. Surge con el
fin de combatir la exclusión social, educativa, étnica, religiosa, de género y económica
que actualmente sufren muchas personas en nuestro planeta. Sin embargo, el término,
según la autora, adquiere significados diferentes según el país y el contexto.
Por ello, el concepto puede tener diferentes connotaciones según la realidad a la que
se refiera:
Se puede hablar de inclusión como colocación: referida a la historia de la
integración, al acceso al sistema ordinario de alumnado que antes se
escolarizaba en la educación especial. Estaríamos hablando de integración y
normalización.
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Se puede hablar de inclusión como educación para todos. Idea recogida por la
UNESCO y desarrollada a partir de la Declaración de Salamanca (1994). El
derecho a la educación para todos, que implicaría reestructurar los sistemas
educativos, dotar de recursos a estos, así como implicar a la sociedad.
Se puede hablar de inclusión entendida como participación: los alumnos que
estén escolarizados en las escuelas ordinarias, participen en la vida de las
mismas, tengan un proceso de E-A acorde a sus características y cuál debería
ser el resultado de dicho aprendizaje. Desde esta perspectiva la inclusión
aumenta la participación de los estudiantes y la reducción de la exclusión
cultural, curricular y comunitaria. Se defiende el aprendizaje de todos los
alumnos en riesgo de exclusión, no solo de aquellos que presentan NEE.
Si bien el término va ligado/asociado al alumnado con necesidades educativas
especiales, lo cierto es que cualquiera puede ser, en un momento u otro de su vida
(escolar), un alumno NEE-ACNEE. Lo importante para la educación inclusiva no es la
“etiqueta”, sino la apuesta por un sistema que se adapte a la diversidad del alumnado
que aprende (Echeita, 2014). La diversidad vista como un factor enriquecedor, porque
la diversidad bien aceptada genera incertidumbre y desafío, y ambos son requisitos
imprescindibles para la innovación y la creatividad (Echeita, 2014).
Al hablar de educación inclusiva, no solo se pone el foco en la inclusión, también en la
exclusión: ambos fenómenos operan recíprocamente. Quizá por esta razón, parece
inevitable que, para definir la inclusión o la educación inclusiva, se haga referencia a la
diferencia y la exclusión. Por ejemplo:
Como recogen Gutiérrez, Martín y Jenaro (2018, p. 15):
La inclusión tiene que ver con el proceso de incrementar y mantener la
participación de todas las personas en la sociedad, escuela o comunidad de forma
simultánea (Gutiérrez-Ortega, 2011, Martín-Cilleros y Sánchez-Gómez, 2016, Meza,
2010), procurando eliminar y/o disminuir todo tipo de procesos que lleven a la
exclusión (Ainscow, Dyson y Weiner, 2013, Booth, 1996, Poy y Blanco, 2009).
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