Es bien sabido que cualquier tipo de expresión artística va siempre acompañada del
contexto en el que se elabore, por ello, para entender una de las obras cumbre de Federico
García Lorca, La casa de Bernarda Alba, debemos situarnos en el momento histórico en el
que vivió el escritor. Este experimentó desde sus inicios el estallido de la Guerra Civil
española, conflicto bélico que finalizaría en el año 1939 con el ascenso al poder del dictador
Franco. Tras un evento de tal calibre, España atravesó una situación económica y social
inestable. La represión que se vivió en el país condicionó todas las producciones artísticas del
momento, por lo que la obra lorquiana no sería una excepción. Contrario a la situación social,
en el ámbito cultural se dio un gran crecimiento gracias al desarrollo de los movimientos
vanguardistas. Estas fueron nuevas corrientes estéticas que se dieron en gran parte de Europa
entre 1909 y 1930. Algunas de estas vanguardias fueron el dadaísmo, el futurismo y el
surrealismo. Esta última nació en Francia y establecía el sueño como mecanismo de creación,
siendo el momento intermedio entre la vigilia y el sueño el instante perfecto para crear. A
pesar de su origen francés, las producciones artísticas más destacadas son propias de autores
españoles como Dalí y Maruja Mallo en pintura, Buñuel en cine y, por supuesto, Lorca en
poesía. Esta corriente humanizará de nuevo el arte que se había alejado del ser humano,
recuperando temas como la preocupación religiosa, social o existencial. Además, en este
momento el papel de la razón en la sociedad estaba en crisis debido a la época crítica de
entreguerras, donde no se podía encontrar un razonamiento lógico para el sufrimiento y la
muerte que compone el contexto europeo después de la I Guerra Mundial. Por tanto, en
filosofía triunfa el existencialismo con consignas como: “El hombre es un ser para la muerte”
de Jean P. Sartre.
En cuanto al movimiento literario al que perteneció, en el año 1927 se realizó una
reunión de los grandes representantes literarios del momento en honor al tricentenario de la
muerte de Góngora. Organizado por Dámaso Alonso con integrantes como Rafael Alberti,
Luis Cernuda y, por supuesto, Federico García Lorca, esta congregación dio lugar a la
conocida Generación del 27. Este grupo se caracterizó por producciones artísticas que
mezclaban la tradición y la vanguardia. Los autores de esta generación eran grandes
estudiosos de los clásicos que desarrollaron su arte alrededor de temáticas contemporáneas
sin dejar atrás el gusto tradicional. Por otro lado, predomina el uso de la metáfora y las
referencias literarias a obras anteriores. Los artistas buscan la originalidad y la ruptura, tal y
como se vive en el momento a través de las vanguardias del siglo XX. Grandes obras del
periodo como Poeta en Nueva York del autor que nos ocupa, Lorca, fueron influencias por el
surrealismo, una de estas corrientes artísticas. Por último, el neopopularismo fue un rasgo
principal de la Generación del 27, movimiento estético que buscaba la representación de lo
rural y lo tradicional.
Lorca nació en Granada en 1898. En 1919 se mudó a Madrid donde conoció a
Salvador Dalí, Rafael Alberti y Luis Buñuel con quienes mantuvo una gran amistad. Durante
esta etapa de su vida estrenó su primera pieza teatral, El maleficio de la mariposa, la cual
sería un fracaso. En 1927 escribió el Romancero gitano y en 1929 viajó a Nueva York, lo que
lo inspirará para su reconocida obra lírica Poeta en Nueva York. En 1933, durante su estancia
en Argentina estrenó Bodas de sangre, una obra teatral que fue un éxito absoluto. Regresó a
, España en 1934 y terminó de escribir La casa de Bernarda Alba, que sería estrenada después
de su muerte. En 1936 fue fusilado por el bando nacional de la Guerra Civil por las
implicaciones antifascistas que tenía su apellido y por su homosexualidad.
Entrando en el fragmento, pertenece a La casa de Bernarda Alba, obra del género
teatral y subgénero drama rural, abarcado en varias ocasiones en el teatro de Lorca. La trama
de este fragmento podría resumirse de la siguiente forma: cuando Adela es descubierta en el
corral con Pepe el Romano, el prometido de su herama, Bernarda decide intervenir en la
situación. Sin embargo, su hija menor no está dispuesta a aceptar la autoridad de su madre y
se da un momento crítico en la obra, el quiebre del bastón de Bernarda, símbolo de autoridad.
Después, Bernarda coge un arma y sale de la casa en busca de Pepe el Romano. Cuando
Adela escucha un disparo se ahorca, creyendo que Pepe había muerto. El texto presentado, y
la obra, finaliza con Bernarda declarando que acabará con Pepe y que su hija murió virgen,
con la pretensión de esconder lo que en realidad había ocurrido.
La casa de Bernarda Alba se trata de una obra polisémica, por ende, abarca numerosas
posibles interpretaciones. En el fragmento, de entre todos los temas que la obra recoge,
destaca la negra honra y la confrontación de la rebelión y el deseo contra la represión y
autoridad. En primer lugar, la negra honra se basa en el concepto de honra del cristianismo
que prohibía las relaciones sexuales prematrimoniales, el respeto ciego a la autoridad paternal
y la pasividad de la mujer ante el hombre. Además, en el caso de que un miembro de la
familia perdiese o manchase la “honra” esto afectaría al conjunto completo de la familia. Por
ello, cuando Adela, creyendo que su amado había muerto, se suicida, Bernarda insiste en la
importancia de que su hija sea considerada virgen en su lecho: “¡Mi hija ha muerto virgen!”
(Bernarda, línea 43). Por otro lado, la lucha entre el autoritarismo y el deseo de libertad se
encarna en Bernarda como una autoridad rígida frente a la rebeldía de Adela. Con el cierre
del último acto, se da el quiebre del poder de Bernarda a manos de Adela, su hija más joven:
“(Adela arrebata el bastón a su madre y lo parte en dos)” (Adela, líneas 4 y 5). Para finalizar
con los temas, también se hace presente el machismo estructural a través de marcados roles
de género, ejemplificado en el texto con: “Una mujer no sabe apuntar” (Bernarda, línea 26).
En otro orden de ideas, con relación a la estructura externa, es una pieza teatral
compuesta por tres actos que se dividen a su vez en escenas. Esto aporta dinamismo a la
trama que concluye de forma apresurada en un final trágico. Respecto a la estructura interna,
se aprecia una estructura circular en toda la obra, que inicia con una muerte, la del marido de
Bernarda, y finaliza con la muerte de Adela, dotando a la obra de un sentido unitario. Esa
circularidad se ve reforzada con el hecho de que la primera y última palabra de Bernarda sea
“¡Silencio!”, reflejado en el fragmento tratado, nótese: “¡Silencio!” (Bernarda, línea 50).
Específicamente este fragmento se estructura de forma cíclica o lineal, lo que le da velocidad
y fluidez a la obra.
Por lo que se refiere a los personajes que protagonizan este fragmento, Bernarda se
nos presenta como una mujer de 60 años, madre autoritaria, divorciada y recién enviudada.
Otro personaje, de gran importancia en la trama, es Angustias. Hija mayor de Bernarda y
heredera legítima, está prometida con Pepe el Romano y hasta el último momento no es
consciente de que su hermana Adela está viéndose a escondidas con él. También entra en
