CAPÍTULO 2.- ANTECEDENTES FILOSÓFICOS DE LA PSICOLOGÍA MODERNA:
Asumida la sustitución cartesiana del concepto de alma por el de mente, pero cuestionando su
definición como sustancia inextensa e incuantificable, la psicología empírica del siglo XVIII se
planteará introducir la observación y cuantificación de los fenómenos psicológicos (atención,
ingenio, juicio, voluntad, virtud, intelecto…). Su objetivo será el de formular leyes matemáticas
en el ámbito de lo que empieza a denominarse dynametria o psychometria, introducido por
Christian Wolff (1679-1754). Se ocupa de lo que pasa en nuestra alma en la vía abierta por
Locke, acaparará la atención de médicos, naturalistas y filósofos, dando lugar a debates que
apuntan a una psicologización de las formas de comprender al ser humano como ser
individual, social e histórico.
Así, el Tratado de la naturaleza humana de 1739 de David Hume (1711-1776), hará de la
psicología la parte fundamental de una ciencia humana que, basada en la experiencia y la
observación, vendría a fundamentar todas las ciencias, incluidas la lógica, la moral y la política.
La psicología se ocuparía de los principios y mecanismos del conocimiento. Siguiendo a Locke,
para Hume nuestros contenidos mentales más complejos y abstractos no serían sino el
resultado de procesos asociativos que operan sobre las sensaciones más simples.
En esta línea, se desarrollará una psicología empirista y asociacionista, característica de la
tradición británica.
En Alemania, se desarrollará una psicología más ligada al racionalismo. En los debates más
metodológicos sobre la posibilidad de una psicología empírica intervendrá Immanuel Kant
(1724-1804), ultimo filosofo de la Ilustración. A partir de él, veremos abrirse
fundamentalmente dos camino: el de una antropología que se dedica a la observación del
comportamiento humano en su sentido más amplio; y el de una psicología matemática que
asume el reto de la cuantificación de los fenómenos mentales.
EMPIRISMO Y ASOCIACIÓN DE IDEAS: BERKELEY, HUME, HARTLEY Y MILL:
En el ámbito anglosajón, el empirismo de Locke encontró su continuidad más inmediata el
George Berkeley (1685-1753). Como ya hicieron Spinoza (1632-1677) y Leibniz (1646-1716),
Berkeley pretendía combatir el problema de la relación entre la mente y el mundo inaugurado
por Descartes. Si lo único que podemos conocer son los contenidos internos a nuestra mente
(las ideas), es difícil estar seguros de que tales contenidos se correspondan con objetos
externos.
Berkeley afrontó el problema con su famoso lema ese est percipi (“ser es ser percibido”).
Mientras para Locke las ideas de la mente tenían su origen en la experiencia externa, para
Berkeley estas ideas serian todo lo que existe, siendo únicamente la coexistencia habitual de
ciertos conjuntos de sensaciones (provenientes de diferentes sentidos) lo que nos llevaría a
creer en la existencia de esas relaciones en la realidad externa y en la permanencia de los
objetos más allá de nuestra percepción subjetiva de los mismos. Para Berkeley, la única
garantía de su realidad seria la existencia de Dios, único ser capaz de estar percibiendo
simultáneamente todas las realidades del universo. De no ser así, cabría el escepticismo
absoluto.