CAPÍTULO 12.- EL PSICOANÁLISIS FREUDIANO:
II.- DESARROLLOS Y ALTERNATIVAS
Durante la década de los 20, Freud se embarcó en una actualización de todos sus
planteamientos.
LA NUEVA TEORÍA DE LOS INSTINTOS: EROS Y THANATOS
Freud asumía la existencia de innumerables instintos detrás de los comportamientos
humanos. En lo tocante a sus tesis sobre la sexualidad, Freud distinguía entre dos tipos
de instintos: los de conservación, dirigido a preservar la vida del organismo evitando
cualquier situación de peligro, incluyendo las de satisfacción de deseo sexual; y los
sexuales, que impulsaban al sujeto a reproducirse.
En 1920, Freud hace una profunda reorganización de sus tesis sobre los instintos
distinguiendo entre dos grupos enfrentados: “Eros”, que concentraba los impulsos de
vida; y “Thanatos”, que reunía los impulsos de muerte. Eros solo reúne los dos
instintos originariamente asociados a la supervivencia del individuo y de la especie.
En su obra Más allá del principio del placer, Freud sentenció que la “la meta de toda
vida es la muerte”. Sostuvo que la pulsión de muerte tenia un potente fundamento
biológico: un estado inorgánico originario; esto es, a deshacerse de toda posibilidad de
excitabilidad y tensión energética. Después de 920, Freud planteará que la agresión es
un comportamiento derivado de los instintos de muerte. Como ocurría con los de vida,
los instintos de muerte también solían reprimirse y desviarse de su objetivo principal
(aniquilación del organismo), reorientando sus energías destructivas hacia otras
personas u objetos (Antes, la agresión era resultado de una obstaculización de los impulsos de
vida).
REVISIÓN DE LA TEORÍA DE LA PERSONALIDAD: LA SEGUNDA TÓPICA
Johann Friedrich Herbart (1876-1941) distingue entre un yo primario y un yo
secundario. El primero era hereditario y el segundo implicaba un proceso de
socialización y aprendizaje. El Freud de la década de los 20 recuerda a la propuesta de
Herbart. Distinción entre lo que, a partir de 1923, dio en llamar Yo y Ello.
La nueva propuesta de Freud, conocida posteriormente como segunda tópica, se basa en
la interrelación de tres sistemas: Yo, Ello y Superyó. Estas tres instancias funcionan
conjunta y armónicamente en las personas adaptadas y de manera descoordinada y
disfuncional en las inadaptadas. El Yo se forma a partir del Ello, y el Superyó se forma
a partir del Yo.
El Ello es la instancia mas primitiva y se identifica con la fuente básica de la energía
psíquica y los instintos. Siguiendo el “Principio de placer”, impulsa egoístamente al
organismo para que éste descargue su excitación energética. Tratará de conseguir que el
estado interno de la persona se reequilibre a través de la liberación de la tensión
causante del displacer. Si el Ello es la realidad primordial, innata e interna del
organismo, el Yo y el Superyó se construyen a través de la experiencia externa y la
presión de las normas sobre los intentos de liberación de la energía instintiva.
, Es fundamental para la supervivencia organizar y reglamentar los tiempos y formas en
que se satisfacen (o no) los impulsos del Ello.
El Yo es la instancia psicológica que aparece cuando las energías y fantasías internas
tratan de acomodarse a la realidad exterior. Resulta vital para alcanzar fines evolutivos
básicos. El Yo gobierna racionalmente sobre la impulsividad irracional e instintiva del
Ello y del Superyó. El Yo está gobernado por el “principio de realidad”, el cual
distingue entre los deseos internos y la realidad exterior, y demora la descarga de
energía hasta que se dan condiciones para que esto se produzca.
El Superyó es inconsciente e impulsivo, pero está relacionado con las normas y
códigos morales que la sociedad tiene por ideales. Muchos de estos ideales podrían ser
hereditarios. La constitución del Superyó supone un proceso de identificación, es decir,
la transformación de la autoridad paterna en una autoridad interiorizada y personal. Esto
se realizaba a partir de dos componentes del Superyó: el ideal del yo, construido en el
niño a partir de recompensas físicas y psicológicas relacionadas con lo que los padres
consideraban bueno; y la conciencia moral, desarrollada a partir de los castigos físicos y
psicológicos relacionados con lo que los padres consideraban malo.
La función del Superyó es esencial para que el individuo se ajuste a las reglas sociales.
Puede llegar a entrar en conflicto con el propio Yo y su “principio de realidad”. La
acción interna del Superyó puede exigir sacrificio desentendiéndose de las posibilidades
ofrecidas por el medio externo. Pueden desencadenarse castigos internos. El Superyó
está guiado por los instintos de muerte.
TEORÍAS EN TORNO A LA CIVILIZACIÓN: EL ORIGEN DE LA CULTURA
Y SU CONDICIÓN SUBLIMADORA
Freud extrapoló la estructura del Complejo de Edipo a la explicación del origen de la
cultura. La neurosis está en la raíz de la cultura humana y es connatural a ella.
No todas las culturas tenían que ajustarse al modelo de familia occidental implícito en el
Complejo de Edipo. Otros psicoanalistas como Ernest Jones o Jacques Lacan
defendieron que las figuras familiares implicadas en el Complejo de Edipo
representaban símbolos, funciones o lugares dentro de una estructura de poder, de
manera que podían ser ocupadas por personas diferentes al padre y la madre biológicos
del niño. La cultura imponía normas y reglas que reprimían los instintos más básicos del
ser humano y permitían la vida en sociedad.
Freud se ocupó de estudiar dos de los procedimientos culturales de autocontrol más
importantes: la religión y la sublimación.
Su visión de la religión no fue positiva. Freud consideraba que la creencia religiosa se
basaba en la necesidad de sentirnos protegidos por un padre omnipotente representado
por la idea abstracta de Dios. La religión condenaba al sujeto a un perpetuo estado de
infantilidad, atrofiando el desarrollo intelectual y el propio progreso de la civilización.
Para él, la verdad debía regir a toda costa la vida del individuo y la comunidad, y esto
solo era posible a través de la investigación científica.
A pesar de que había que confiar en el progreso de la civilización, las tendencias
autodestructivas no siempre se podían reprimir. Las normas y leyes impedían la