Una mañana, antes del día, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, y por la puerta falsa
de un corral, salió al campo con grandísimo contento de ver con cuánta facilidad había dado principio
a su buen deseo. Mas apenas se vio en el campo, cuando le asaltó un pensamiento terrible, y fue que
le vino a la memoria que no era armado caballero. Estos pensamientos le hicieron titubear en su
propósito; mas pudiendo más su locura que otra razón alguna, propuso de hacerse armar caballero
del primero que topase. Anduvo todo aquel día, y al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y
muertos de hambre; y mirando a todas partes vio no lejos del camino por donde iba una venta.
Estaban acaso a la puerta dos mujeres mozas, de estas que llaman del partido, y como a nuestro
aventurero todo cuanto veía o imaginaba, le parecía al modo de lo que había leído, luego que vio la
venta se le representó que era un castillo […]
Acomodado Rocinante en la caballeriza, el ventero volvió a ver lo que su huésped mandaba; al cual
estaban desarmando las doncellas. Aunque le habían quitado el peto y el espaldar, jamás supieron
quitarle la contrahecha celada, y así se quedó toda aquella noche con la celada puesta, que era la
más graciosa y extraña figura que se pudiera pensar; y al desarmarle (como él se imaginaba que
aquellas eran algunas damas de aquel castillo), les dijo con mucho donaire:
Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido,
como fuera D. Quijote
cuando de su aldea vino;
doncellas curaban dél,
princesas de su Rocino.
[…]
Abrevió su venteril y limitada cena, la cual acabada llamó al ventero, y encerrándose con él en la
caballeriza, se hincó de rodillas ante él, diciéndole:
-no me levantaré jamás de donde estoy, valeroso caballero, fasta que la vuestra cortesía, me otorgue
un don que pedirle quiero.
El ventero estaba confuso mirándole, sin saber qué hacerse ni decirle, hasta que le hubo de decir que
él le otorgaba el don que le pedía.
-No esperaba yo menos de la gran magnificencia vuestra, señor mío -respondió D. Quijote-, y así os
digo que el don que os he pedido es que mañana me habéis de armar caballero, y esta noche en la
capilla de este vuestro castillo velaré las armas; y mañana, como tengo dicho, se cumplirá lo que
tanto deseo.
1. Localización
El fragmento que vamos a comentar es un texto narrativo escrito en prosa, y pertenece al subgénero de
la novela de caballerías. Es un fragmento de El Quijote, escrito por Miguel de Cervantes y publicado por
primera vez en 1605. El Quijote representa la transición entre el Renacimiento y el Barroco, es una época
en la que se pasa de una mentalidad más idealista y un estilo que busca el equilibrio y la belleza a una
profunda crisis que se traduce en literatura en un estilo recargado y oscuro y un pensamiento más
pesimista. Por eso esta obra toma el género renacentista del libro de caballerías pero parodia a su héroe y
lo convierte en un personaje ridículo.
Atendiendo al contexto histórico, se pasa del reinado de los Austrias Mayores al de los Austrias
Menores, el imperio español empieza a perder territorios y la crisis económica se hace cada vez más
palpable. En cuanto a la religión, tras la Reforma protestante a mediados del siglo XVI, España se une a la
Contrarreforma y eso intensifica la censura y la persecución de todo aquel que no practique la fe católica.
Sin embargo el arte y la literatura son la excepción a esta crisis: el siglo XVII sigue formando parte del Siglo
de Oro español, los artistas y autores educados en el esplendor renacentista van a seguir produciendo
obras de una excelente calidad.
2. Tema y resumen
En este fragmento se cuenta un episodio en el cual el protagonista reinterpreta la realidad para
adaptarla al contexto de los libros de caballería que ha leído. Don Quijote sale al campo con deseos de
convertirse en caballero andante, y al llegar a una venta su imaginación transforma todos los elementos en