El teatro del primer tercio del siglo XX, previo al estallido de la guerra civil, se reparte
en dos frentes: teatro tradicional (también llamado conservador o comercial), los
primeros intentos de renovación y el verdadero teatro renovador.
El teatro tradicional se divide en teatro poético y cómico: el poético se caracteriza por
temas románticos (fantasía o historia de España) y métrica modernista. Sobresale
Eduardo Marquina con su obra En Flandes se ha puesto el sol.
Por otro lado, en el teatro cósmico, la finalidad básica era el entretenimiento del
público. Por una parte, cabe mencionar a los hermanos Álvarez Quintero, que toman
como escenario una Andalucía inventada con una forma de vida amable y superficial.
Refleja una acción sin complicaciones y un diálogo gracioso, como puede apreciarse
en Mariquilla Terremoto. También es primordial esbozar la trayectoria de Arniches, que
cultiva dos formas teatrales: el sainete extenso, basado en los personajes populares
madrileños, su habla y sus costumbres de una forma cómica (Del Madrid castizo); y la
tragedia grotesca: comicidad externa combinada con gravedad interna. Denuncian la
realidad nacional con un marcado carácter regeneracionista: critica la ignorancia, la
vagancia burguesa, la hipocresía, la falta de valores. Las señoritas de Trévelez es una
de ellas. Por otro lado, tenemos a Muñoz Seca. Crea un nuevo género, el astracán,
que supone una salida a la crisis de los sainetes, que ya habían agotado todos sus
recursos. El género está basado en una teatralización de la realidad, situaciones
disparatadas, explota el uso del retruécano (cruce de elementos), los juegos toscos de
palabras, tipificación regional del habla, nombres propios que dan lugar al equívoco y
al chiste descarnado, etc. La figura más importante del astracán es el fresco o
desvergonzado, que se aprecia a la perfección en La venganza de D. Mendo. Otro
autor destacado fue Jacinto Benavente que cultivó el drama rural (La Malquerida) y la
alta comedia (Rosas de Otoño), otra de sus obra Los intereses creados.
El teatro renovador, que busca innovar el lenguaje escénico, se divide a su vez en:
teatro intelectual (destaca Miguel Unamuno con su tragedia desnuda, obra: El otro), El
teatro superrealista (Destaca Azorín con alguna obra como Old Spain), El teatro
poético (destacan Eduardo Marquina o Francisco Villaespesa) Y el teatro de Jacinto
Grau (que destaca por sus obras el señor de Pigmalión o el Caballero de varona).
Por último, en la verdadera renovación del teatro sobresalen dos autores: Valle Inclán
y Lorca. El teatro de Valle Inclán se divide en : teatro simbolista se abordan temas
como el amor perdido, el peso del ayer o la fugacidad del tiempo y destaca cuento de
abril, Tragedias presenta un mundo anclado En Galicia y dominado por la violencia,
con la trilogía comedias bárbaras y divinas palabras, Farsas plantea una visión crítica
de la realidad a través de elementos carnavalescos y paródicos, cómo en la marquesa
Rosalinda, esperpentos que se caracteriza por su distorsión de la realidad y el uso de
recursos como la caricaturización, destaca luces de bohemia y teatro breve aborda
temas esenciales en su obra retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte.
Federico García Lorca defendió la importancia social del teatro y su afán de
renovación busca un lenguaje que devuelva la esencia poética y la dimensión trágica.
en su obra dramática conviven estos géneros: las farsas (escritas para guiñol y para
actores, trata como tema central el amor desigual, se combina el humor con una
expresión poética y destaca Tragicomedia de don Cristóbal y la seña Rosita), Las
tragedias (Bodas de sangre, Yerma y la casa de Bernarda Alba que expresan la lucha
de una mujer frente a un medio hostil con temas como la libertad y la identidad. Se
emplea un lenguaje poético y la muerte y el amor dominan la acción), y el teatro
imposible el teatro de vanguardia de Lorca con influencia surrealista y una expresión
metafórica como El público.