6.1 EL REINADO DE ISABEL II. LA PRIMERA GUERRA CARLISTA. EVOLUCIÓN POLÍTICA, PARTIDOS Y CONFLICTOS.
EL ESTATUTO REAL DE 1834 Y LAS CONSTITUCIONES DE 1837 Y 1845.
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, sube al trono su hija Isabel, pero al ser esta todavía un infante la regencia
queda en manos de su madre, Mª Cristina de Borbón. Aunque Carlos María Isidro quedaba fuera de la sucesión por la
Pragmática Sanción, se autoproclama rey con el Manifiesto de Abrantes, con el que comienza la 1ª Guerra Carlista
(1833-1840). La guerra es un conflicto civil entre los carlistas y los isabelinos; el bando carlista, de ideología
tradicional (“Dios, patria, fueros, rey”), solo tuvo un ejército regular en las Vascongadas, comandado por
Zumalacárregui, que cae en combate durante el sitio de Bilbao, dejando a los carlistas sin jefe militar. Don Carlos
asume el control de la guerra, llevando a su bando al fracaso con la Expedición Real, entre otras. Fueron la división
causada por los fracasos de los carlistas y las victorias militares del bando isabelino, de ideología liberal y encabezado
por Espartero, lo que llevó al fin de la guerra con el Abrazo de Vergara en agosto de 1839 y un acuerdo entre Maroto
y Espartero, por el que una facción carlista (transaccionistas) se integraba en el ejército isabelino y conseguía la
defensa de los fueros en las Cortes. Los restos del carlismo (intransigentes) terminaron en el exilio en Francia.
La regencia de María Cristina (1833-1841) está marcada por su alianza con los liberales por la necesidad de sus
apoyos para guardar el trono de su hija. El primer gobierno, liderado por Cea Bermúdez, llevó a cabo medidas
propias desde el despotismo ilustrado y reformas administrativas como la división en 49 provincias de Javier de
Burgos. Tras la deposición del primer gobierno, llega Martínez de la Rosa, un líder liberal que regresa del exilio cuya
medida más destacada fue el Estatuto Real (1834), una carta otorgada que abre una brecha en el edificio del
absolutismo sin mencionar al titular de la soberanía y accediendo a un sistema de Cortes bicamerales. Se produce un
cambio de gobierno debido al descontento social. Otro gobierno importante fue el de Mendizábal, un liberal
progresista conocido por sus desamortizaciones, que finalmente fracasan al no cubrir las expectativas económicas y
producir más dificultades sociales. Le sucedió Istúriz, cuyo gobierno dura 90 días por el Levantamiento de la
guarnición de la Granja de San Ildefonso, que resucitó la Pepa hasta que las Cortes redactaran l La Constitución de
1837, es un texto breve que recoge como sistema político una monarquía constitucional con una soberanía nacional.
No sé reconoce la separación entre poderes si no la colaboración entre ellos, pues el Rey ejerce el poder ejecutivo, y
comparte el legislativo con las Cortes, que serían bicamerales y sobre las que el rey tiene derecho de veto legislativo
suspensivo. En ella se recogen los derechos de igualdad, propiedad privada y libertad de imprenta. Por último, en el
texto se recoge la tolerancia religiosa con el compromiso de mantener el culto católico (a confesionalidad del
estado). Se decide convocar elecciones, con las que se constituye el gobierno de los moderados, que aprueban una
nueva ley municipal con la que se aseguraban el poder a través de nombramientos de cargos locales y provinciales
“a dedo” por la Corona. Pronto comienzan revueltas progresistas, aclamando la vuelta de Espartero, y que acaban
con el exilio de Mª Cristina de Borbón. Así comienza la regencia del General Espartero (1841-1843), que tuvo un
marcado carácter personalista y autoritario, y por el desmantelamiento del régimen señorial, desamortizaciones y
por una nueva legislación económica liberal, que lleva a la entrada de Narváez y O’Donnell en Madrid y al inicio del
reinado efectivo de Isabel II.
El reinado efectivo (1844-1868) comienza con la Década Moderada (1844-1854), un periodo de estabilidad, liderado
por Narváez, en el que se redacta la Constitución de 1845, es aprobada durante la década moderada y por tanto
presenta una ideología plenamente moderada. Esta es muy similar a la de 1937 y se diferencia en que establece la
soberanía compartida entre el Rey y las Cortes. Además Los derechos individuales remitían a leyes de desarrollo que
los restringieron y el sufragio era muy censitario. Por último, la Constitución recoge la confesionalidad católica del
Estado. Por otro lado, las políticas personalistas derivan en algaradas progresistas que desembocaron en la
Vicalvarada de O’Donnell y el Manifiesto de Manzanares de Cánovas del Castillo, finalizando el periodo moderado.
Se inicia así el Bienio Progresista (1854-1856), con un inestable gobierno de Espartero y O’Donnell, durante el cual se
redacta la Constitución “non nata” de 1856 y se llevan a cabo políticas anticlericales como la Desamortización de
Madoz. Debido a la inestabilidad, la reina acaba con el gobierno progresista, iniciándose el Bienio Moderado (1856-
1858), liderado por Narváez y caracterizado por una dura represión. El descontento social lleva a la reina a encargar a
O’Donnell un gabinete que uniera a todos los liberales, el Gobierno de la Unión Liberal (1858-1863), que a pesar de
las diferencias entre ellos consiguen vencer al carlismo y tratan de proyectar a España en el exterior, sin mucho éxito.
Sin embargo, el gobierno no logra el apoyo de la reina ni de los liberales, por lo que se abre un periodo de
inestabilidad (1863-1868) con ocho gobiernos en cinco años y varios golpes de estados como el de Prim. Por ello, la
reina vuelve a llamar a Narváez, cuya medida restrictiva sobre la libertad de cátedra provocó la Noche de San Daniel,
con motines en la Universidad y gran represión policial. Narváez vuelve a ser sustituido por O’Donnell.
En 1868 triunfa la Revolución Gloriosa, en la que se unen progresistas, liberales y demócratas para deponer a Isabel
II, y con el Pacto de Ostende (Bélgica), firmado por Prim, Castelar, Pi i Margall y Sagasta se hacía realidad dicha
unión. Con el Pronunciamiento del General Topete en Cádiz se comienza la revolución y se le suma el General
Serrano con el Manifiesto “España con honra”, que proponía la expulsión de la reina y un gobierno provisional. Tras
la revolución la reina se exilia a Francia, finalizando su reinado.