HISTORIA DE ESPAÑA EBAU
OPCIÓN A
BLOQUE 1. LA PENÍNSULA IBÉRICA DESDE LOS PRIMEROS HUMANOS HASTA LA
DESAPARICIÓN DE LA MONARQUÍA VISIGODA (711)
1. Explica las diferencias entre la economía y organización social del
Paleolítico y el Neolítico, y las causas del cambio.
La Península Ibérica fue asiento de comunidades humanas desde fechas
remotas. La Prehistoria se divide en tres etapas: Paleolítico, Mesolítico y
Neolítico.
La etapa más prolongada en la Prehistoria fue el Paleolítico, marcado
por la sucesión de glaciaciones. El período más importante fue el
Paleolítico Superior (desde hace unos 40.000-30.000 años hasta hace 9.000
años). Por entonces, las condiciones climáticas de la Península Ibérica eran
distintas a las de la actualidad: hacía más frío y las lluvias eran
abundantes. En las cimas de las montañas reinaba un clima polar con nieves
perpetuas. Asimismo, grandes herbívoros de clima frío habitaban la zona
(bisontes, uros, caballos, ciervos, renos, etc.).
La economía era depredadora, basada en la caza y la recolección, lo que
requería como condición necesaria que los grupos humanos fuesen reducidos,
para que pudieran moverse por amplios lugares. En consecuencia, la forma de
vida era nómada –había que seguir a la caza– y se realizaban asentamientos
estacionales junto a ríos y en cuevas. Es presumible que no existieran, en
los propios grupos, diferencias sociales de importancia, ya que su reducido
tamaño y la necesidad de cooperación en la caza reforzarían la cohesión
interna y la igualdad entre sus miembros. Las únicas divisiones sociales
debían estar causadas por las diferencias de género: los hombres se
dedicaban a la caza y las mujeres a la recolección y el cuidado de los
ancianos y los niños. Se trataba, pues, de una economía
recolectora-depredadora basada en la caza, la pesca y la recolección como
base de la subsistencia. Los yacimientos más importantes del Paleolítico
superior aparecieron en la cornisa cantábrica y en el área mediterránea.
Hacia el año 9000 a. C. finalizó la última glaciación (Würm) y se
inició la fase climática actual. Los hielos permanentes se retiraron hacia
el norte y en la Península ibérica, al igual que en todo el Mediterráneo, el
clima se volvió más cálido y seco. Este cambio climático dio comienzo al
Mesolítico (9000-5000 a. C.), que se caracterizó por la pervivencia de la
economía depredadora del Paleolítico, pero en un escenario de creciente
presión demográfica: al desaparecer los grandes herbívoros de clima frío, la
forma de vida cazadora resultaba cada vez más difícil para una población en
aumento. En el caso de los grupos cazadores la presión demográfica se da
cuando el crecimiento de la población obliga a cazar a un ritmo superior al
de la capacidad de reproducción de las especies cazadas, por lo que estas
tienden a extinguirse.
El crecimiento de la población y la disminución de la caza obligaron a
pasar de una economía depredadora a otra de producción, basada en la
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agricultura y la domesticación de animales. Este proceso se conoce como
“revolución neolítica” (el Neolítico va desde el 5000 al 2500 a. de C.).
La gran ventaja de la agricultura, respecto a la caza, es que permite
producir más cantidad de alimentos por unidad de superficie y, por lo tanto,
posibilita mantener a poblaciones más densas y en crecimiento. Sin embargo,
tiene también sus inconvenientes: requiere invertir más esfuerzo y tiempo de
trabajo que la caza-recolección y proporciona una dieta alimenticia más
pobre. Asimismo, se produce un fuerte impacto medioambiental, los
ecosistemas forestales desaparecen tras las intensas deforestaciones y
roturaciones que exige la nueva actividad económica.
En consecuencia, el hombre dejó de ser nómada para convertirse en
sedentario, con lo que acabó agrupándose en comunidades, formando poblados.
Los grupos fueron adquiriendo una complejidad creciente y la división social
del trabajo –jefes, sacerdotes, guerreros, agricultores, pastores– originó
diferencias de riqueza y de poder entre sus miembros. La sedentarización
favoreció la aparición de la propiedad privada y la diferenciación social.
Esta nueva forma de vida exigía una organización social más reglamentada,
que acabaría desembocando en la aparición del Estado.
La consecuencia principal de esta renovación económica y humana es
trascendental, pues la acumulación de excedentes, tanto alimentarios como
manufacturados, provoca el nacimiento del comercio y la especialización del
trabajo, mientras que la propiedad de la tierra y de los rebaños acelerará
las primeras diferencias de clase.
2. (PRÁCTICA) Identifica las diferencias entre una imagen de pintura
cantábrica y otra de pintura levantina.
Las primeras manifestaciones artísticas aparecieron durante el
Paleolítico Superior (40.000- 30.000 a. de C.). Estas muestras de pintura
rupestre son obra del Homo sapiens y se concentran en el suroeste de Francia
y en la región cantábrica. Las cuevas de Altamira (Cantabria) constituyen
uno de sus máximos exponentes. Ciertas zonas de las cuevas presentan
pinturas poco visibles, por lo que podrían ser santuarios. Los motivos
predominantes son animales, entre los que sobresalen los grandes herbívoros,
como bisontes, ciervos, etc.; figuras humanas, a menudo con marcados
atributos sexuales o con rasgos de animales; y signos abstractos de difícil
interpretación. Las principales características técnicas y formales de estas
pinturas son la representación naturalista de los animales, cuya perfección
es sorprendente; el empleo abundante del color (policromía), con preferencia
del rojo y el negro; el aprovechamiento de los entrantes y salientes de la
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pared para dotar de volumen a las figuras representadas; y la ausencia de
composición: no se representan escenas, sino figuras aisladas o
independientes entre sí, a menudo superpuestas y siempre desordenadas. El
significado de estas obras es controvertido y se han elaborado diferentes
teorías, aunque es muy difícil demostrar la validez de alguna de ellas. La
más clásica y tradicional es la que considera la realización de estas
pinturas como parte de un ritual mágico, cuyo objetivo sería propiciar la
fertilidad y la caza de los animales representados.
La pintura levantina se desarrolló durante el periodo del Epipaleolítico
y el Neolítico (10.000 y el 3000 a.C.). Durante esta etapa se desarrolló en
la Península Ibérica el arte rupestre levantino con claras diferencias sobre
el anterior. El “arte” postpaleolítico peninsular es llamado “arte
levantino” por hallarse localizado en cuevas y abrigos de la región
levantino-mediterránea (Teruel, Lérida, Albacete, Valltorta en Castellón… ).
Muchas de estas pinturas no se encuentran en cuevas, sino al aire libre, en
abrigos y oquedades de acantilados, lo que demuestra la existencia de unas
condiciones climáticas más favorables. Los temas predominantes difieren de
los de la pintura cantábrica del Paleolítico: escenas de caza, luchas de
guerreros, danzas rituales de mujeres en torno a un jefe, recolección de la
miel, etc., con un claro sentido narrativo. Más distintas aún son las
características técnicas y formales: figuras esquemáticas, utilización muy
escasa de los colores, y composiciones narrativas que describen una
actividad; todo ello frente al naturalismo, la policromía y la ausencia de
composición de la pintura cantábrica.
3. Define el concepto de romanización y describe los medios empleados para
llevarla a cabo.
Se entiende por romanización el proceso de imposición y/o adaptación de
los pueblos hispanos a las estructuras económicas, sociales, políticas y
culturales del Imperio romano (218 a. de C. - 476 d. de C.). Se trata, pues,
de la asimilación, voluntaria o forzada, de la cultura y forma de vida
romanas por parte de los pueblos prerromanos peninsulares. El proceso de
romanización de Hispania tuvo dos fases: la conquista militar y la
integración de los pueblos hispanos en el Imperio romano. Sin embargo, este
fenómeno de aculturación no fue homogéneo, sino que fue un proceso
discontinuo con resultados desiguales:
En el área ibérica (sur y levante), más urbanizada y con formas de
organización no muy diferentes de las de Roma, no solo fue más fácil la
conquista, sino también su inserción en la civilización romana.
En el centro y oeste la romanización fue un tanto más difícil, ya que
su grado de urbanización y desarrollo era menor.
En el norte, la zona más atrasada y la última en conquistarse, la vida
urbana era inexistente y los romanos no consiguieron imponer del todo su
modelo de vida.
En cualquier caso, el proceso de romanización se llevó a cabo en todos
los rincones del Imperio a través de los mismos cauces:
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