NOVELA 1975-2020
En 1975 muere el general Franco y comienza una nueva etapa de desarrollo de la cultura
española en un ambiente de libertad. A ello contribuyen la desaparición de la censura, la
recuperación de la obra de los escritores exiliados y el conocimiento de la narrativa de otros
países. Es difícil establecer objetivos comunes en la novela de estas décadas debido a la
proliferación de obras muy heterogéneas, la convivencia de numerosas generaciones y
tendencias y la falta de perspectiva histórica. De ahí que uno de los rasgos más significativos de
este periodo sea la convivencia en el mismo espacio literario de la última etapa de los
escritores que habían dominado la literatura desde los años 40 y 50 (lo veremos en la novela,
pero también en la poesía o en el teatro), junto con las nuevas generaciones de autores que
hacen su obra en estas nuevas condiciones históricas.
La consecuencia no puede ser otra que el eclecticismo, hijo de la libertad, que se manifiesta en
tendencias como la hibridación de géneros, la mezcla y el mestizaje entre el ensayo y la ficción
(muy obvio en la obra de escritores como Muñoz Molina, Javier Marías o Vila-Matas), la
autobiografía y la novela, la ficción y la historia, etc.
Para ordenar de un modo relativamente claro un periodo que aún es demasiado reciente
como para que se vean con claridad tendencias, relaciones o, simplemente, el verdadero valor
de las obras, podemos dividir a los autores en dos grandes grupos: los autores que ya llevan un
largo trayecto literario y prosiguen su labor (Cela, Delibes, Matute), que se encuentran con los
grandes nombres de la transición, con nombres tan significativos como Mendoza, Muñoz
Molina o Marías)
Camilo José Cela, escribe obras importantes como Mazurca para dos muertos. Su obra está
marcada fundamentalmente por el experimentalismo formal. Miguel Delibes, que también se
ocupó de sus temas de siempre: la pervivencia del mundo rural, la tensión naturaleza/cultura y
la figura del débil y de las víctimas como centro de atención del relato. Entre sus obras de este
periodo destacan Los santos inocentes, Madera de héroe. Gonzalo Torrente Ballester es autor
prolífico y de éxito con títulos como La saga-fuga de J.B., novela de desbordante imaginación,
plena de humor y de enorme riqueza lingüística. Y Juan Benet, quien desarrolló un tipo de
novelas más narrativas (el caso más claro es el de El aire de un crimen), y publicó su ambiciosa
y monumental revisión de la guerra civil española, Herrumbrosas lanzas.
Por su lado, los autores de la generación del medio siglo, neorrelistas o realistas sociales, que
en los setenta siguieron la senda de la experimentación, siguen publicando con regularidad y
en algunos casos novelas de altísima calidad. Así, podemos destacar a Juan Goytisolo,
caracterizado por la experimentación lingüística y por la integración de elementos propios de
la cultura árabe y de la oralidad (Paisaje después de la batalla); Juan Marsé (El embrujo de
Shangai); o Carmen Martín Gaite, quien escribió Nubosidad variable, en la que reconocemos
esa especial atención al mundo de la intimidad sentimental femenina.
La novela que simboliza el comienzo de la transición es La verdad sobre el caso Savolta de
Eduardo Mendoza.