Cap. 3
Según Singer la mayoría de los ciudadanos se consideran personas caritativas. En EEUU
no solo realizan donaciones, sino que también emplean horas realizando trabajos
voluntarios. Esto les colocaría como el tercer país que más contribuye con la ayuda a los
desfavorecidos tras Países Bajos y Suecia. Más esto no es suficiente, por lo menos para
aquellas personas que son víctimas de la pobreza extrema.
En este capítulo empleará los trabajos realizados por los alumnos de la asignatura
“Literatura y Justicia” en un instituto de un barrio rico de Boston. Para este trabajo el
profesor de los jóvenes les mostraba un artículo en el que se defendía la idea de que la
caridad comenzaba por uno mismo. De estos jóvenes y sus opiniones, podemos
distinguir una serie de argumentos que expliquen porque no se deberían de realizar
donaciones.
El primer argumento defendido por los alumnos es lo conocido como el relativismo
moral. Esto implicaría la libertad de cada individuo de determinar sus propias
obligaciones morales y por tanto, si consideran que no deberían donar dinero, no
debería estar mal que no lo hicieran. Pues defendían que al no haber un código de
conducta universal, cada individuo puede escoger que hacer en función de sus creencias,
y por tanto quien gana y posee el dinero decide qué hacer con él. Singer refuta esta idea
proponiendo que si la aceptamos en este contexto, deberíamos aplicarla para todos los
campos, sino estaríamos actuando de manera muy hipócrita y contradictoria.
Otro de los puntos que defendían era que nadie tiene derecho a decirnos que hacer.
Singer responde a esto explicando que es cierto, él no puede obligar al resto de personas
a donar. Pero al igual q las personas tiene derecho a escoger que hacer puesto que su
riqueza es fruto del esfuerzo propio; él tiene derecho y total libertad para tratar de
convencerles de que donar y ayudar a las personas pobres es lo correcto. No pueden
impedirle expresarse libremente, lo que si pueden hacer es escoger si quieren o no
escucharle y seguir sus consejos. Pues al fin y al cabo este es el objetivo del libro, que no
va dirigido a las grandes entidades o a los dirigentes, sino a los distintos individuos que
tiene en su poder la decisión de ayudar o no a las personas que lo necesiten. Considera
que no somos responsables de nuestra riqueza, pues es más bien fruto del capital social,
ya que de no haber nacido en un país enriquecido, lo hubiésemos hecho en uno en vías
de desarrollo, no poseeríamos este dinero. Prosigue defendiéndose indicando que
además de derechos, también tenemos deberes, que no pueden ser eclipsados por los
primeros, y por tanto nuestro deber de paliar las injusticias provocadas por nosotros va
por encima de nuestro derecho de decisión. Al fin y al cabo gran parte de la culpa de la
situación de pobreza extrema, es nuestra. Ya que con tal de enriquecernos, continuamos
denigrando las condiciones de aquellos países más empobrecidos.
Para explicar esto último, indica a modo de ejemplo, como los dirigentes de algunos de
estos territorios (que en muchas ocasiones no habitan siquiera en los países que
gobiernan porque son más que conscientes de la situación de los mismos) que se quedan
con las riquezas que obtienen el país de la explotación de sus recursos naturales.