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T3: CONSECUENCIAS DE LAS EXPLICACIONES CAUSALES
«Feliz el que haya llegado a conocer la causa de las cosas» (Virgilio)
Cuando ocurre algo en nuestro entorno que es importante, negativo para nuestros objetivos o inesperado, lo
analizamos de forma exhaustiva con el n de llegar a comprender por qué las cosas ocurren de esa manera. Incluso
ante sucesos de poca trascendencia, hacemos atribuciones sobre el cómo o el porqué de esos hechos.
Con mucha frecuencia, en la explicación de la conducta cometemos sesgos y erro- res sin que nos percatemos de ello.
No obstante, esa forma de pensamiento, ilusoria y engañosa en muchas ocasiones, en general resulta adaptativa. Las
teorías de la atribución han analizado los procesos cognitivos y motivacionales que in uyen en las explicaciones que
habitualmente realizamos sobre la conducta propia y ajena, dedicando un especial interés a las atribuciones sesgadas.
Las conclusiones a las que podemos llegar respecto a por qué las personas actúan de determinada manera son
enormemente importantes por sus consecuencias, ya que regulan nuestras reacciones ante los demás y nuestras
decisiones sobre cómo com- portarnos en relación con ellos. También, la interpretación que hacemos de nuestra
conducta es fundamental, porque afecta a la imagen que tenemos de nosotros mismos y, por ese motivo, esas
atribuciones pueden in uir, por ejemplo, en lo motivados que estemos para emprender o no una acción concreta.
Aunque los procesos de atribución son de naturaleza claramente individual, las explicaciones causales no sólo afectan
a la visión que tenemos de nosotros mismos, sino que in uyen de manera determinante en procesos de naturaleza
interpersonal, grupal e, incluso, societal. Este capítulo aborda cuestiones relacionadas fundamentalmente con el T4.
En los siguientes apartados se presenta, brevemente, una serie de investigaciones que sirven para ilustrar los efectos
que pueden tener las atribuciones causales en el yo o «self», en las relaciones interpersonales o en procesos grupales e
intergrupales, y cómo se han aplicado las teorías de la atribución en esos contextos.
EXPLICACIONES CAUSALES SOBRE LA PROPIA CONDUCTA
Las teorías de la atribución causal en Psicología Social tienen su origen en las aportaciones de Heider (1944, 1958).
Posteriormente, Weiner y colaboradores añadie- ron una nueva dimensión a la de locus de causalidad (interno-externo)
propuesta por Heider, la estabilidad de la conducta, especialmente útil para explicar las atribuciones que realizan las
personas de sus propios éxitos y fracasos
Años más tarde, el propio Weiner modi có este esquema de explicaciones causales basado en dos dimensiones,
añadiendo una nueva dimensión: la controlabilidad. Esta nueva dimensión se re ere a la percepción que se puede tener
de si los logros son controlables, por uno mismo o por otra persona, o si, por el contrario, solamente se pueden atribuir
a causas incontrolables, como podría ser la suerte o la fa lta de aptitudes.
La importancia del modelo de auto-atribución de Weiner y sus colaboradores radica en que permite relacionar los
estilos de auto-atribución causal con las expectativas de éxitos futuros y con los sentimientos asociados a los
resultados obtenidos y, a través de estos procesos cognitivos y emocionales, con el esfuerzo con el que se persiguen
determinados logros y con la autoestima y el bienestar psicológicos (véase el Capítulo 4 del texto básico).
Según este planteamiento, si una persona cree que ha suspendido un examen de Matemáticas debido a que no está
capacitada para esa asignatura, muy difícil según su punto de vista y que exige un nivel superior de conocimiento, esta
atribución a causas estables generará unas expectativas de futuros fracasos que pueden llevarla a abandonar los
estudios. Como contraste, otra persona que atribuya su fracaso a causas inestables, como haber estudiado poco o
tener mala suerte con el tema que cayó en el examen, puede pensar que estudiando más y todos los temas fácilmente
aprobará esa asignatura en otra ocasión.
La Escala de Causalidad Multidimensional-Multiatribucional, referida a logros académicos, se basa en el esquema de
atribuciones de Weiner y constituye un buen ej. de cómo se estructura. Consta de cuatro subescalas (capacidad,
esfuerzo, di cultad de la tarea y suerte) que miden el estilo atributivo de las personas respecto a los resultados en sus
estudios, diferenciando entre éxitos y fracasos.
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También se ha comprobado que existe una relación entre los estilos de atribución y la depresión. Aquellas personas
que tienden a pensar que los acontecimientos negativos que les ocurren se deben a una causa interna (son ellas la
causa), estable (va a pasar siempre) e incontrolable tienen un estilo atributivo «depresivo», que se asocia a sentimientos
de indefensión y a problemas de salud.
No obstante, esta tendencia a hacer atribuciones causales más o menos optimistas y favorecedoras para el yo
depende, en buena medida, del contexto social. Por ej., algunos estudios han encontrado diferencias en estilos
atributivos entre hombres y mujeres. En general, los hombres, comparados con las mujeres, tienden a hacer más
atribuciones internas y estables de sus éxitos (sesgos autoensalzadores), y externas e inestables de sus fracasos
(sesgos autoprotectores). Pero estas diferencias en estilos de atribución debidas al género no se mani estan en todas
las circunstancias sino, fundamentalmente, cuando se trata de tareas estereotipadamente masculinas. La explicación
es que, en esos contextos, las mujeres se sienten más inseguras de sus capacidades que los hombres, debido a la
presión socia l que ejercen sobre ellas los estereotipos de género.
CÓMO EXPLICAMOS LA CONDUCTA DE LOS DEMÁS
Es tan común la tendencia a explicar la conducta de los demás por causas personales, subestimando las in uencias
situacionales, que se ha denominado a este sesgo el error fundamental de atribución. También se llama sesgo de
correspondencia, por- que muy a menudo creemos que la conducta se corresponde con una característica de
personalidad. Sin embargo, cuando explicamos nuestra propia conducta, lo más frecuente es que lo hagamos en
términos de la situación. Este «doble rasero» según tengamos que hacer atribuciones sobre nuestra propia conducta o
sobre la de los demás se conoce en Psicología Social como efecto actor-observador (T4 del texto básico).
¿Por qué cometemos estos sesgos? La razón es que encontramos causas donde las buscamos. En primer lugar,
tenemos una perspectiva diferente cuando observamos que cuando actuamos. Cuando actuamos, el ambiente domina
nuestra atención. Sin embargo, cuando observamos actuar a otra persona, esa persona ocupa el centro de nuestro
interés. Para usar la analogía perceptiva de gura y fondo, la persona es la gura que sobresale del fondo ambiental
que la rodea. Otra explicación de las diferencias actor-observador es que sobre nosotros sabemos que no siempre
actuamos igual, y que nuestra conducta depende de las circunstancias, mientras que del otro (cuando somos
observadores de su comportamiento) no siempre tenemos esa información. El cuestionario de Pines y Maslach (1979)
es una de las medidas desarrolladas para medir este sesgo basándose en esta última explicación.
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