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TEMARIO MAESTROS DE TALLER: PATRONAJE Y CONFECCION
13. Origen y evolución de las técnicas de patronaje y confección a
través de la historia.
• Introducción
• Patronaje
o Historia
o Evolución
o Sistemas actuales
• Confección
o Historia
o Evolución
o Sistemas de ensamblaje
• Conclusión/Justificación
INTRODUCCIÓN
El mundo de la confección de prendas de vestir es muy antiguo y apasionante, en
algunos casos se puede considerar todo un arte. La invención del patrón de papel
supuso una revolución en la confección de ropa, ya que se podía reproducir el mismo
modelo una y otra vez con las mismas medidas.
Un patrón es una plantilla bidimensional, hecha de papel, cartón, tejido, plástico,
madera, etc. con unas medidas determinadas, que representa una parte concreta del
cuerpo y permite (junto con otras piezas) construir una prenda tridimensional. Esta es,
de manera simplificada, la percepción que tenemos actualmente sobre el patronaje, y
sirve como base a este artículo para proponer un estudio más profundo acerca de la
evolución histórica del mismo, así como de las diferentes maneras en las que éste ha
sido entendido.
PATRONAJE
HISTORIA
Situar históricamente el origen del patronaje nos obliga a tomar como referente el
desarrollo de la moda, ya que son dos ámbitos que discurren en paralelo. Así,
evidenciaremos la importancia que tuvo el corte de las prendas (la manera en la que se
cortaban) para el consiguiente progreso de los patrones y de la confección. Los
estudios en torno a la historia de la indumentaria, nos demuestran que podríamos
trazar una línea divisoria entre: aquellas prendas construidas a partir de telas cortadas
que se adaptaban a las formas concretas del cuerpo; y aquellas que se utilizaban para
envolverlo. Estas últimas eran modeladas sobre la figura humana usando como
referencia la medida de los tejidos que salían directamente del telar, con el tamaño y
la forma que éste permitiese. Dichos materiales tenían unas dimensiones reducidas,
por lo que había que unirlos para conseguir una proto-prenda que cubriese el cuerpo.
Fue la aguja de coser (hecha de huesos de animales) la que dio lugar al desarrollo de
las prendas de vestir, que inicialmente eran piezas de ropa muy sencillas, geométricas
y modulares. Los historiadores datan la primera prenda de este tipo en la Edad de
Bronce, momento en el que se cree que los hombres vestían, además, con casacas
cuero. Una casaca es una prenda con una cierta estructura y complejidad (a nivel de
patronaje), por lo que podríamos especular sobre la idea de que los hombres de la
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prehistoria tuvieran algún sistema para cortar la piel usando algo parecido a un patrón.
Aunque es evidente que dichas prendas no serían iguales, es decir, seriadas (cualidad
imprescindible del patronaje actual). Ese sistema sobre el cual conjeturamos tiene más
que ver con valores intangibles, espaciales, mentales y abstractos que no con formas
de patrones físicos, concretos y definidos. Con todo ello, es casi imposible afirmar la
existencia de piezas de patrones como tales en la Prehistoria, más allá de la pura
especulación. Hemos de tener en cuenta también, que los fragmentos tejidos de los
que disponían los hombres prehistóricos quedaban limitados por las restricciones
dimensionales del telar. Por tanto, podrían ser esas piezas reducidas las que sirviesen a
modo de patrón; cabría preguntarse entonces si ¿fue el tamaño del telar el primer
elemento que condicionó o dio lugar a piezas de patrones? Fuera como fuese, existen
indicios de que en la Prehistoria comenzó a gestarse la idea de trabajar con algún tipo
de molde (aunque fuera éste intangible) a partir del cual construir la ropa; y el hecho
de que egipcios, asirios, y babilonios vistieran túnicas con mangas señala en esta
dirección. Para hacer las mangas de una prenda, se necesita algún tipo de plantilla con
la que trasladar la forma de una de ellas a la otra. Por tanto, los primeros patrones a
partir de los cuales se cortaban piezas repetidas, eran patrones de mangas. La ropa con
mangas apareció en las culturas nombradas previamente por influencia de los pueblos
montañosos (persas, turcos y pueblos caucásicos), ya que éstas no parecían necesarias
en un clima cálido como el de los valles del Nilo, el Tigris y el Éufrates. La indumentaria
de los pueblos de montaña, especialmente de los persas (siglo V a.C.) trajo consigo
gran cantidad de innovaciones al ámbito del vestir. Es más palpable el uso de patrones
en este tipo de culturas, ya que sus prendas estaban más pegadas al cuerpo y dibujan
unas estructuras casi imposibles de reproducir sin la ayuda de algún tipo de plantilla.
Aun así, ninguno de estos patrones (suponiendo que fueran piezas físicas) o sus
descripciones, han sobrevivido, por lo que tampoco podemos certificar su existencia.
Resulta difícil además, valorar la presencia de patrones en las culturas griega y romana,
ya que su indumentaria se basaba principalmente en la envoltura, es decir, en las
piezas de tejido que salían del telar con una forma determinada. A pesar de ello, el
libro “The Complete Costume History” de Auguste Racinet propone un apéndice con
una serie de láminas en las que aparecen dibujadas las formas geométricas básicas de
las prendas de estas dos culturas. Evidentemente, las siluetas circulares o
semicirculares de algunas de ellas no se obtenían del telar, sino que tendrían que ser
cortadas a posteriori. Puede que este corte se hiciera de manera azarosa,
directamente sobre el tejido y sin usar plantillas. Sin embargo, sí que existiría una
concepción mental de la forma que dichas piezas debían tener. Por tanto, el hecho de
que fueran trasladadas a un soporte físico y repetible sería cuestión de tiempo. Este
planteamiento, sumado a la configuración de las prendas persas, podría indicar la
existencia de patrones hacia el siglo V a.C. Si avanzamos un poco más en la historia,
hasta la Edad Media, observaremos que el uso del patronaje es más patente, ya que
las prendas empezaron a revelar la forma del cuerpo y la indumentaria se hizo más
fragmentada. Así, para construir la ropa se necesitaba cortar el tejido por piezas
separadas para acercarlo al cuerpo. El uso de corsés o calzas hacen incuestionable la
utilización de patrones durante la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco, así como
un conocimiento mucho más desarrollado de la relación entre la prenda y la anatomía
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humana. Desde el momento en el que comenzaron a vestirse piezas de ropa formadas
por más de un fragmento, se sucedieron dos tareas: crear (y cortar) las piezas de la
prenda (mangas, cuellos, etc.) y unirlas (por medio de la confección). De las dos
actividades el corte era la más compleja, ya que hacía referencia tanto al proceso
mental de determinar la forma de éstas, como al acto físico de cortarlas. Por tanto,
aunque coser los márgenes de las piezas con aguja e hilo podía requerir más tiempo,
demandaba mucho menos conocimiento y entrenamiento; era una actividad más
mecánica.
El primer libro sobre patronaje con el que contamos actualmente (el único que ha
sobrevivo al paso del tiempo) es el “Libro de geometría, practica y traza” escrito por
Juan de Alcega en 1580. Este documento (escrito en castellano antiguo) propone un
método para cortar patrones y obtener el mayor ahorro de tejido posible, dado que
según explica su autor, las sedas y los paños eran excesivamente caros. Se deduce así,
que su libro no era un sistema para crear patrones, sino para saber cómo cortarlos. En
él, las piezas de patrón son presentadas como pequeños diagramas dibujados
manualmente, más o menos a escala, con muy pocas medidas y basadas en sistemas
de medición antiguos, como la vara castellana (88,32 cm).