TEMA 6. LA NOVELA DE 1939 A 1975. CAMILO JOSÉ CELA, MIGUEL
DELIBES.
La crítica divide el periodo comprendido entre el final de la guerra y la actualidad en cuatro
etapas: la posguerra, el realismo social, la novela experimental y la novela escrita a partir de 1975.
Analizaremos aquí las tres primeras, pero antes debemos hablar de la guerra y de los novelistas
del exilio.
La guerra y el exilio ► La guerra rasga la historia de un país. Con ella, el desarrollo de
nuestra narrativa también se rompe. Tras el conflicto, muchos de nuestros intelectuales se exilian.
La dispersión geográfica de los exiliados, sus diferencias estéticas e ideológicas, el prolongado
destierro y su progresiva integración en los países de acogida dificultan su agrupación. Como
temas comunes suelen señalarse la evocación de la patria, el recuerdo de la guerra, la nostalgia del
pasado, la amargura del exilio… Algunos de los novelistas que antes de la guerra eran ya
importantes escriben fuera de España sus mejores obras: Max Aub (El laberinto mágico), Francisco
Ayala (Muertes de perro). De la copiosa, variada y desigual obra compuesta por Ramón J. Sender
destacan la novela corta Réquiem por un campesino español y la serie Crónica del alba. El caso de Rosa
Chacel es singular, pues se mantiene fiel, en libros como Memorias de Leticia Valle, a un modelo de
narrar ―el de la novela intelectual defendida por Ortega y Gasset― que la guerra parecía haber
arrumbado. Otros autores irrumpen ahora; es el caso de Arturo Barea, con su trilogía La forja de
un rebelde.
De los narradores no exiliados recordamos a Juan Antonio Zunzunegui (Esta oscura
desbandada), heredero del naturalismo y de Baroja, y a José María Gironella, quien con su tetralogía
sobre la guerra, iniciada con Los cipreses creen en Dios, alcanza en la época gran popularidad.
La novela de los años 40 o de posguerra ► Aunque autores como Álvaro Cunqueiro
escriben novelas de corte fantástico, la tendencia general es la realista. Cuatro jóvenes escritores
publican ahora sus primeras novelas: Gonzalo Torrente Ballester, Carmen Laforet, Camilo José
Cela y Miguel Delibes.
Torrente Ballester cultiva distintas tendencias ―la fantasía, el realismo tradicional, la
experimentación y su parodia― con un gran dominio técnico. Citaremos un título sobresaliente:
Los gozos y las sombras.
El primer libro de Laforet, Nada (1944), obtiene el favor de público y crítica: gana la primera
convocatoria del Nadal. Esta novela de corte existencial, retrato del ambiente sórdido y mezquino
de la Barcelona de posguerra, es un soplo de aire fresco que revivifica el género. La producción
de Laforet es escasa e intermitente. Diez años después de Nada, publica otra buena novela,
honesta y profunda: La mujer nueva.
La narrativa de Camilo José Cela (1916-2002), larga y premiada ―el Cervantes, el Nobel―,
posee una serie de rasgos característicos: constante deseo de experimentación; ingenio y aguda
observación costumbrista; estilo bronco; interés por la violencia, el sexo, lo morboso y la Guerra
Civil.
Cela debuta con La familia de Pascual Duarte (1942). En esta novela, cuya expresión abrupta y
truculencia son propias de la tendencia tremendista, se nota la influencia de la picaresca, el
naturalismo y las obras primitivistas de Valle-Inclán. El estilo sencillo, moroso y reflexivo de los
monólogos en los que estructura su siguiente obra, Pabellón de reposo, es completamente diferente.
Su mejor novela es La colmena (1951). De ella destacamos los siguientes aspectos: uso de la técnica
caleidoscópica, desarrollada a través de secuencias que ofrecen un panorama colectivo del Madrid
de posguerra por donde deambulan más de trescientos personajes; unidad conseguida a través de
la reducción espaciotemporal (espacios repetidos: cafés, casas de vecindad, burdeles…; acción
concretada en unos pocos días); distancia escéptica del narrador que retrata una realidad
monótona y gris; expresión ágil, etc. Tras La colmena, Cela sigue indagando: la forma monologada