4. LA POESÍA EN EL NOVECENTISMO, LAS VANGUARDIAS Y LA
GENERACIÓN DEL 27. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.
Para desarrollar un tema tan amplio en el que confluyen tendencias muy variadas y
nombres capitales de nuestra poesía, elegiremos un planteamiento diferente al habitual. Tres
metáforas nos servirán para esbozar un vasto paisaje en el que los caminos poéticos surgen, se
acercan y se alejan, se dividen o se entrecruzan, y a veces se separan para alcanzar espacios
singulares y remotos.
El camino blanco: Juan Ramón Jiménez
La figura señera de Juan Ramón Jiménez (1881-1958) destaca sobre las demás. El camino
que recorre este poeta es largo y solitario. Lo guía siempre la misma fe: la absoluta entrega a la
poesía conduce a la belleza y la verdad. El Premio Nobel de 1956 reconoció su incansable
búsqueda.
Juan Ramón Jiménez inicia (“época sensitiva”) su andadura poética con un modernismo
intimista y simbolista (Arias tristes). Pronto el sendero se bifurca: a un lado, la tentación de los
elementos superfluos (La soledad sonora); al otro, la expresión sencilla y conceptual (Melancolía).
El poeta tomará este último camino. Sus frutos maduros se recogerán en un libro decisivo,
Diario de un poeta recién casado (1916), en el que laten algunos de los presupuestos estéticos
defendidos por el novecentismo. Los autores del novecentismo (Ortega y Gasset, D´Ors,
Azaña, Ayala…) tratan de superar las estéticas que dominaron durante el ochocientos:
romanticismo, realismo y naturalismo, modernismo, etc. Defienden que el arte debe ser: puro,
es decir, autónomo frente a la vida; fuente de placer estético e intelectual; aristocrático (“la
inmensa minoría” de Juan Ramón); pulcro y depurado. Es evidente que Juan Ramón comparte
muchos de estos presupuestos; pero su camino es único, singular. En los posteriores libros de
su segunda época (“época intelectual”) avanza en su proceso de condensación y abstracción:
Piedra y cielo, Belleza. La estación total marca el inicio de la última etapa de su poesía, que él llamó
“suficiente” o “verdadera”. A esta pertenecen los libros de índole metafísica compuestos en el
exilio, como Dios deseado y deseante.
Juan Ramón fue señalado como maestro por los jóvenes poetas del 27. Esta relación fue,
como toda relación maestro-discípulo, conflictiva. Su influencia se evidenciará en elementos
estilísticos concretos y, sobre todo, en la idea de que el poeta tiene un destino que cumplir.
Los caminos rotos: las vanguardias
No solo el novecentismo va a alzarse contra el arte anterior. Las vanguardias irrumpen en
Europa en la segunda década del siglo con una radical voluntad de ruptura. Se dan a conocer a
través de provocadores manifiestos en los que atacan el arte establecido y defienden sus ideas
estéticas. La aversión al pasado se vincula con la crisis general de la sociedad occidental que
desembocará en la Primera Guerra Mundial. Las vanguardias se suceden a un ritmo frenético.
Aunque sus propuestas son diversas y a menudo opuestas, poseen una serie de rasgos comunes.
En La deshumanización del arte, el filósofo Ortega y Gasset caracteriza el nuevo arte: minoritario,
antipopular, hermético, intelectual, antirromántico, antirrealista, lúdico y metafórico.
Las vanguardias tienen su auge en la década de los veinte, pero algunas de ellas continúan
durante la década de los treinta e incluso después de la Segunda Guerra Mundial. Las
vanguardias europeas más importantes son el futurismo, el cubismo, el expresionismo y el
surrealismo. El surrealismo es la que dejó una estela más duradera. Su creador fue el francés
André Breton. Interesado en Freud y Marx, pretende la liberación total del hombre. La obra de
arte ha de ser el lugar donde aflore todo cuanto las convenciones morales o sociales reprimen.
Para conseguir esto, Breton propone la escritura automática. Los surrealistas consideran que el
arte es mucho más que un juego intrascendente; para ellos, la rebeldía vanguardista es parte de
una actitud subversiva más amplia. Este movimiento contribuye a la “rehumanización del arte”,
pues da importancia a aspectos como el compromiso social o la revolución moral. El
surrealismo ha tenido gran influencia en todas las artes: poesía (Lorca, Aleixandre, Alberti,
Neruda, Vallejo); pintura (Dalí, Magritte); fotografía (Man Ray), cine (Buñuel)…