1. LA POESÍA A PRINCIPIOS DE SIGLO. MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98.
RUBÉN DARÍO Y ANTONIO MACHADO.
Las cuatro primeras décadas del siglo XX son una época brillante de nuestra poesía y nuestra
prosa. El siglo empieza sobre la cresta de la ola modernista. El término modernismo es
provocativo y ambiguo. En sentido amplio, el término comprende un profundo movimiento de
renovación ―pensamiento, arte, política, etc.― relacionado con la crisis de fin de siglo. En un
sentido más limitado, se refiere a la corriente literaria que surge en el ámbito hispánico a finales del
siglo XIX y cuyo fin es la ruptura con las formas realistas y la búsqueda de un lenguaje poético
basado en el culto a la belleza. Aunque hay precedentes de esta corriente en España (Salvador
Rueda, Manuel Reina) e Hispanoamérica (José Martí, Manuel Gutiérrez Nájera), su figura central es
el nicaragüense Rubén Darío. Si hasta ese momento las letras hispanoamericanas habían seguido
―aportando sus propias particularidades― los modelos marcados por España, ahora es esta la que
mira hacia el otro lado del Atlántico. Pero el modernismo es un movimiento complejo que no se
deja apresar en definiciones lineales y así, la huella de Rubén Darío en España es tan grande como
la que España deja en él. Aquí Darío se convierte en el poeta de Cantos de vida y esperanza, y ya
veremos que esto tiene su importancia. En 1916, con la muerte de Rubén Darío y con la
publicación de Diario de un poeta recién casado de Juan Ramón Jiménez, el modernismo acaba y
nuestra poesía toma otros caminos.
Rubén Darío (1876-1916), lector voraz y sensible, poeta precoz y virtuoso, actúa como
aglutinador de una serie de nuevas tendencias y como detonante de la renovación literaria. De esas
tendencias destacan dos corrientes poéticas francesas: el parnasianismo y el simbolismo. Los poetas
parnasianos ―de Lisle, Gautier― rechazan la sociedad en la que viven y se refugian en el esplendor
de la Antigüedad grecolatina, desprecian los excesos del yo romántico, defienden una concepción
escultórica de la composición poética y buscan el arte por el arte. Los poetas simbolistas
―Baudelaire, Verlaine, Rimbaud― vuelven a privilegiar la subjetividad; no buscan la precisión
compositiva, sino la sugerencia y la vaguedad de la música; se valen del símbolo para tratar de
descifrar la compleja red de significados ocultos que es el universo.
Rubén Darío es un escritor inmenso que actualmente padece un olvido incomprensible, ya
que a él le debemos la reforma de nuestra poesía, una revolución similar a la llevada a cabo por
Garcilaso en el siglo XVI. Borges decía que Darío renovó todo: la métrica, el lenguaje, la
sensibilidad. José Emilio Pacheco considera que quizá su principal valor sea el de hacer simultáneo
lo sucesivo (Neoclasicismo y Romanticismo…) y el de armonizar lo que parecía irreconciliable
(parnasianismo y simbolismo…). Toda su obra es la infatigable persecución de un alto ideal. En un
primer momento ―Azul… (1888) y Prosas profanas (1896)― su búsqueda se reviste de brillantez y
sensualidad, de abundantes adjetivos y efectos rítmicos, de erotismo y evasión ―la Antigüedad
grecolatina, París…―. Darío vierte en sus versos sus amplias y variadas lecturas: filosofía y religión
griegas, cristianismo, budismo, ocultismo, exotismo, decadentismo, etc. Una de las razones del
olvido de Darío es un prejuicio que aún pesa sobre él, el de considerarlo un poeta artificioso,
superficial y a veces cursi; pero Rubén es mucho más que eso. Todos sus recursos son un pretexto:
su aspiración es captar la esencia que se encuentra debajo de la superficie cambiante de las cosas.
Este anhelo se aprecia con claridad en el que es su mejor libro, Cantos de vida y esperanza (1905), y en
El canto errante (1907) y Poema del otoño (1910). Aquí su poesía se despoja de los excesos modernistas
posibilitando la confesión sincera y conmovedora. El último Darío sigue defendiendo la verdad y la
belleza; la diferencia está en que en que al final lo hace con armas más sencillas y puras.
Puede afirmarse que con el modernismo resurge la angustia característica de la literatura
romántica europea. Esta angustia tiene raíces filosóficas profundas que llegan hasta la muerte de
Dios. El desmoronamiento del orden racionalista que había sostenido el mundo explica la aparición
de una serie de motivos poéticos ―la niñez lejana, los paraísos perdidos, los jardines solitarios y
tristes― presentes en el primer libro de Antonio Machado (1875-1939). Pero ¿Antonio Machado es
un poeta modernista o noventayochista? La generación del 98 encaja dentro del amplio concepto
de modernismo que señalábamos al principio del tema. Basta recordar que, en los artículos
publicados en 1913 con el título de “La generación del 98”, Azorín cita una serie de autores que,