Historia de España 2º Bachillerato 2022/23. Estándares preferentes. Ángel Pastor
Bloque 6. Construcción del Estado Liberal
(1833-1874)
1. Carlismo: ámbito geográfico, ideario y apoyos sociales
El carlismo arraigó sobre todo en zonas rurales de las Vascongadas,
Navarra, Aragón, la Cataluña interior y el Maestrazgo. Políticamente, el
movimiento carlista apoyaba las pretensiones al trono del hermano de Fernando VII,
Carlos María Isidro, en contra de la línea sucesoria de Isabel II. Además,
defendía a ultranza el mantenimiento de las viejas tradiciones del Antiguo
Régimen, en abierta oposición a la modernidad que suponía la revolución liberal-
industrial. El ideario carlista entroncaba con la tradición más radical del
absolutismo monárquico, lo que implicaba la restitución del poder de la Iglesia, la
idealización del medio rural y el rechazo de la sociedad urbana e industrial. En
último término, el carlismo defendía denodadamente las instituciones y fueros
históricos de vascos, navarros y catalanes frente a las pretensiones liberales de
uniformizar política y jurídicamente todo el territorio español. El carlismo arraigó
en el sector más conservador del clero, que percibía el liberalismo como el gran
enemigo de la Iglesia y la religión; y también en la mayor parte del pequeño
campesinado, que veía amenazadas sus tradiciones y su situación económica por
las reformas liberales. De hecho, en otros países, sobre todo en Inglaterra, la Ley
de Cercamientos del siglo anterior había supuesto la expulsión del campo de
centenares de miles de pequeños agricultores británicos, obligados a convertirse
en proletariado urbano de las nuevas factorías industriales.
2. Partidos políticos durante el reinado de Isabel II (1833-
1868)
Una característica de las formaciones políticas decimonónicas fue su
estrecha vinculación con el Ejército, de modo que muchos de sus líderes fueron
militares y no civiles, lo que condicionó y convulsionó la vida política española
durante décadas. Muchos de estos militares habían forjado rencillas personales
entre sí en cuarteles y academias durante su juventud, y a menudo se dejaban
llevar más por enemistades personales que por diferencias ideológicas. Esto
afectó tanto al Partido Moderado (heredero de los doceañistas) como al Partido
Progresista (heredero de los veinteañistas).
Los primeros líderes del Partido Moderado fueron Martínez de la Rosa,
en la década de 1830, y el general Narváez en las de 1840 y 1850. El relevo lo
tomó el general O’Donnell en los años 60, aunque bajo las siglas de la Unión
Liberal. Desde 1874 los moderados quedaron integrados en el nuevo Partido
Liberal-Conservador encabezado por Antonio Cánovas del Castillo. En cualquier
caso, la base ideológica del moderantismo o conservadurismo español se
mantuvo. Sus postulados partían del teórico Donoso Cortés, que a su vez bebía
del conservadurismo inglés y francés. En general, los moderados defendían el
fortalecimiento de la Monarquía, el centralismo administrativo, el liberalismo
conservador en materia económica, la soberanía compartida, la confesionalidad
del Estado, la represión del progresismo y el rechazo de los procesos
desamortizadores. Los moderados contaban con el apoyo de gran parte del
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Ejército, la práctica totalidad de los grandes terratenientes, tanto aristócratas
como burgueses, así como de la llamada gente de orden formada por las clases
medias urbanas. Cuando los moderados estuvieron en el poder endurecieron los
códigos penales, tendieron a la profesionalización del funcionariado, a la
racionalización de la Hacienda, al acercamiento con el Vaticano y a la captación
de inversiones extranjeras. Además, su obsesión por el orden público explica el
nacimiento de la Guardia Civil durante la Década Moderada.
La Unión Liberal se constituyó en los años cincuenta como partido de
centro: se nutría teóricamente del ala derecha del Partido Progresista y, sobre
todo, del ala menos conservadora del Partido Moderado. Aspiraba a ser una
alternativa política equidistante del progresismo radical y del moderantismo
reaccionario. Su líder indiscutible fue el general O’Donnell, y entre sus jóvenes
militantes se encontraban individuos que luego seguirían una muy distinta
evolución política, como Prim, Silvela o Cánovas.
Por su parte, el Partido Progresista nació como formación política en
1834, durante la oposición a la regencia de Mª Cristina de Borbón. Sus integrantes
conformaron un grupo heterogéneo liderado por militares relacionados con logias
masónicas que sufriría una primera escisión a la izquierda en el año 1849,
cuando nació el Partido Demócrata. Políticamente, el progresismo defendía la
soberanía nacional, la secularización del Estado, el jurado popular, las
reformas educativas orientadas a una mayor alfabetización, el proceso
desamortizador, la ampliación del censo electoral, una economía menos
intervencionista, o la abolición de la esclavitud. Al contrario que los moderados,
los progresistas carecieron de líderes de verdadera talla, con la excepción del
general Prim.
El Partido Demócrata, la opción más radical del progresismo español,
estaba formada principalmente por seguidores de la agitación revolucionaria
europea de 1848, la mayor parte de los cuales pertenecía a la burguesía
catalana y a cierto sector de la intelectualidad, aunque también incluía a líderes
obreristas. Este partido hizo público su programa en un Manifiesto de 1849 que
incluía la defensa de la soberanía nacional, el sufragio universal masculino, la
libertad de conciencia, el derecho de reunión y asociación, la instrucción
primaria universal y gratuita, y la intervención del Estado en cuestiones como la
asistencia social, así como la abolición del sistema de quintas. Esta formación,
liderada por Pi i Margall, que fue declarada ilegal por el gobierno de la Unión
Liberal, se disolvió durante el Sexenio Democrático.
3. Etapas políticas del reinado de Isabel II. El papel de los
militares
a.) Regencia de Mª Cristina de Borbón (1833-1841)
Este periodo estuvo marcado por el fracaso del Estatuto Real, derogado
por el motín de los sargentos y por la creciente tensión política y social. No
obstante, en estos años se llevaron a cabo decisiones importantes como la nueva
división provincial diseñada por el ministro Javier de Burgos en 1833-34, que
significó la aparición de 49 provincias dirigidas por un gobernador civil que estaba
al cargo de una diputación provincial, que a su vez se organizaba en torno a
diferentes partidos judiciales. Tras un periodo inicial dominado por el moderado
Martínez de la Rosa, la segunda parte de la regencia estuvo protagonizada por el
progresista Mendizábal, un empresario y político millonario que ejerció poderes
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