Historia de España 2º Bachillerato 2021/22. Estándares preferentes. Ángel Pastor
Bloque 7. Restauración Borbónica: implantación y
afianzamiento (1874-1902)
1. Elementos fundamentales del sistema político ideado
por Cánovas
a) El sistema canovista y la restauración borbónica (1876-1885)
España conoció en el último cuarto del siglo XIX la paz social y el desarrollo
económico, pero no la democracia. Tras el fracaso republicano, Cánovas diseñó
un nuevo sistema político a partir del momento en el que el general Martínez
Campos dio su golpe de Estado: la Restauración. La opinión pública se fue
convenciendo de que una monarquía constitucional construida en torno a
Alfonso XII sería la mejor opción. Cánovas, líder monárquico, consideraba que para
superar los males de España era necesario un consenso entre las tendencias
ideológicas mayoritarias y que para alcanzarlo había que convertir la figura del
monarca, que seguía siendo un símbolo para la mayoría de los españoles, en
árbitro de la escena política a través del papel que la Constitución de 1876
concedía al Rey. Otro aspecto que el político conservador creyó crucial para
asentar el nuevo régimen fue la domesticación del Ejército, que tantas asonadas
había protagonizado en décadas precedentes. No podría haber paz social sin una
previa paz militar. Cánovas, como Alfonso XII y buena parte de la clase política
eran elitistas y despreciaban, al tiempo que temían, a un pueblo mayoritariamente
analfabeto cada vez más inclinado a ideas radicales. Tampoco los privilegios
territoriales le parecían una buena opción, de modo que se suprimieron los
fueros vascos y navarros, aunque a cambio se reconocieron unos conciertos
económicos que procuraron un ventajoso régimen fiscal (que se mantiene en la
actualidad) para estos territorios. Un último aspecto muy influyente en la evolución
política del régimen canovista fue el final (momentáneo) del conflicto cubano con la
conclusión de la guerra Larga, sancionada en 1878 con el Convenio de Zanjón.
En líneas generales, la Restauración fue un éxito si la comparamos con el
periodo anterior: se acabaron las guerras carlistas y los pronunciamientos
militares, hubo prensa para todos los gustos, además de un tímido pero seguro
despegue industrial y la renta per cápita comenzó a despegar; también se vivió
un resurgir literario y artístico. Aunque la sociedad permaneció agraria,
analfabeta, políticamente apática y asentada en el caciquismo. La indiferencia
social ante la situación política llevó a Galdós a hablar de años bobos, expresión
que definía perfectamente el triunfo de la burguesía conservadora y provinciana
a la que Clarín retrató en La Regenta. El modelo económico proteccionista
aseguró el mercado interno y colonial y protegió en particular a Barcelona y Bilbao,
de modo que el textil barcelonés y la siderurgia vizcaína, que carecían de
competidores, siguieron produciendo más caro y con menor calidad, lo que
dificultó el despegue económico general a costa del enorme beneficio de unas
elites privilegiadas.
b) La Constitución de 1876
La Constitución de 1876 era un breve texto de 89 artículos diseñados para
garantizar la alternancia en el poder de los dos grandes partidos políticos.
Establecía que la soberanía residía en el Rey con las Cortes, reconocía el derecho
de asociación, la tolerancia religiosa (aunque reconociendo el catolicismo
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como la religión del Estado), la libertad de imprenta y de enseñanza. También
establecía un sistema bicameral en el cual el Congreso de los Diputados tenía un
origen electivo mientras que el Senado tendría una composición tripartita:
senadores por derecho propio, senadores vitalicios nombrados por la Corona, y
senadores elegidos por las corporaciones del Estado y los mayores
contribuyentes. El Rey podía disolver simultánea o separadamente la parte
electiva del Senado y el Congreso de los Diputados. Las competencias
legislativas eran compartidas por la Corona y ambas cámaras. Al igual que en la
Constitución de 1978, se declaraba al Rey inviolable y sus facultades eran
ejercidas por ministros responsables. En diciembre de 1878 una nueva Ley
electoral restableció el sufragio restringido basado en la riqueza y la
instrucción, aunque bajo un gobierno de Sagasta se restableció, en 1890, el
sufragio universal masculino para mayores de 25 años, independientemente de
su renta económica.
b) El turno de partidos
Por imitación del modelo bipartidista inglés al que Cánovas admiraba se
determinó que la labor de gobierno debía recaer exclusivamente en dos partidos
principales que se alternarían en el poder y en la oposición: el Partido
Conservador y el Partido Liberal. El Partido Conservador, liderado por Cánovas,
continuaba con la tradición moderada que se había iniciado a comienzos del siglo
XIX. Sus integrantes procedían de la gran burguesía terrateniente, de los altos
mandos militares, de los altos cargos civiles y de la nobleza. Su núcleo originario
fue la oposición liberal-conservadora en las Cortes de 1869, que se nutría a su vez
de antiguos componentes de la Unión Liberal y de republicanos conservadores
arrepentidos. El Partido Liberal, aglutinaba a la izquierda moderada burguesa, en
la tradición del antiguo Partido Progresista, cuyos cuadros se componían de
progresistas tradicionales y demócratas no radicalizados. Su líder, Sagasta,
había comenzado su activismo político incendiando iglesias para luego hacerse
monárquico.
Sin embargo, ambas formaciones estaban ideológicamente más próximas
entre sí de lo que pudiera parecer, pues de otro modo el turnismo político no
hubiese funcionado. Las dos compartían un intenso sentimiento nacionalista
español, junto con lo esencial del liberalismo de la época: libertad política
limitada, orden social e intervencionismo económico. También coincidían en su
desprecio hacia las clases populares y hacia el movimiento obrero, así como en la
necesidad de marginar a las minorías carlista y republicana. Esa coincidencia de
intereses los llevó a un pacto de alternancia para garantizar el mantenimiento del
poder. Paradójicamente, no fue sencillo para los dirigentes de la Restauración
conciliar liberalismo (por muy conservador que fuese) con catolicismo, ya que el
intransigente Pío IX había catalogado como pecaminosa a la ideología liberal,
equiparándola con el socialismo en cuanto a materialista, herético y amoral. Sin
embargo, las posturas se fueron acercando, al igual que había ocurrido en
Alemania, donde en 1870 se había creado el partido católico Zentrum, cuyas
demandas se centraron en la reducción de la jornada laboral, el fin del trabajo
infantil, el disfrute del descanso dominical y la protección de las mujeres
trabajadoras, ideas que serían finalmente asumidas por el nuevo papa León XIII en
su encíclica Rerum Novarum (1891).
El primer gobierno del Partido Conservador, presidido por Cánovas, llegó
al poder en 1876 y se mantuvo en él hasta 1881. Fue decisivo para asentar el
nuevo sistema político y se encargó primordialmente de impulsar la nueva
Constitución de 1876. El primer gobierno del Partido Liberal tomó el relevo en
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