TEMA 10º
DESAMORTIZACIONES
1. INTRODUCCIÓN.
La economía española sufrió en el siglo XIX grandes cambios, pero sin alcanzar los niveles
de otros países. España siguió siendo un país agrario, con gran desequilibrio entre zonas.
En el Antiguo Régimen muchas tierras eran propiedades amortizadas, que pertenecían a la
Iglesia y a los municipios y que no se podían vender, igual que ocurría con los mayorazgos.
A partir de 1836 se adoptaron tres medidas: En primer lugar, la supresión de los
mayorazgos, que transformó los bienes vinculados a ellos en propiedades libres en poder
del titular de la familia, quien podía hacer lo que quisiera; en segundo lugar, la abolición del
régimen señorial que, por un lado, se anularon los derechos señoriales de carácter
jurisdiccional, y por otro, se transformaban las tierras de los señoríos en propiedades plenas
y libres. Y por útlimo las desamortizaciones, donde el Estado se apropió de tierras
eclesiásticas y municipales para venderlas a particulares en pública subasta.
2. DESARROLLO.
La mentalidad ilustrada consideraba que las tierras vinculadas estaban mal explotadas por
sus propietarios, contribuyendo al atraso de España. El gobierno de Carlos IV, agobiado por
los gastos de las guerras, decidió en 1798 la primera desamortización de los bienes de la
Iglesia para hacer frente a las necesidades de la Hacienda Real. José Bonaparte llevó a
cabo la desamortización de los bienes del clero y de los nobles que se resistieron a la
dominación francesa. Las Cortes de Cádiz iniciaron una desamortización eclesiástica y civil
en los decretos de 1812 y 1813. La desamortización eclesiástica se frenó en 1814 tras el
regreso de Fernando VII.
La desamortización debe ser entendida como un proceso histórico que va desde el reinado
de Carlos IV hasta la segunda mitad del siglo XIX, destacando la que llevó a cabo
Mendizábal por su rapidez, grandeza, y porque a partir de este momento la desamortización
fue un hecho que se fue extendiendo, ya que se necesitaban unos ingresos urgentes que el
Estado era incapaz de conseguir por procedimientos normales. Se puede decir que los
objetivos de la desamortización eran: obtener fondos para la guerra contra los carlistas,
solucionar la enorme deuda del Estado y de la Hacienda pública, conseguir una propiedad
libre que pudiera ser comprada y vendida, y fortalecer las bases sociales del régimen liberal.
Mendizábal juzgó que había que recurrir a nuevas fuentes de financiación, a los bienes
eclesiásticos.
La desamortización eclesiástica participó en dos ocasiones: La primera, en 1835, consistía
en la anulación de las órdenes religiosas, y la toma por parte del Estado de su patrimonio,
excepto las que iban a la enseñanza y asistencia hospitalaria. La segunda, en 1836,
destinada a determinar el sistema de venta de los bienes nacionalizados. Las sierras,
casas, libros y obras de arte quedan en manos del Estado para subastarlas. La venta se
haría con previa tasación oficial, con dos procedimientos de pago: en efectivo, con un plazo
de 16 años, o mediante deuda pública, 8 años. Todos debían de pagar una parte del total en
efectivo. En 1837, la desamortización eclesiástica se extendió a los conventos de órdenes
religiosas femeninas y al clero secular, provocando la ruptura con el Vaticano.