UA terapéuticas y Farmacología 2021
Trastorno Depresivo Mayor
Objetivos de la actividad:
● Analizar estrategias no farmacológicas y farmacológicas utilizadas en la terapéutica del
trastorno depresivo mayor y distimia.
● Estudiar las principales características de los fármacos antidepresivos y antipsicóticos
indicados para el tratamiento del trastorno depresivo mayor.
● Conocer los posibles abordajes farmacológicos utilizados ante la respuesta inadecuada
a los antidepresivos.
Introducción al tema
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se calcula que el trastorno depresivo afecta a
más de 300 millones de personas en el mundo. Se presenta con mayor frecuencia en las
mujeres.
Es la principal causa mundial de discapacidad y uno de los principales problemas de salud. Más
de la mitad de los afectados en todo el mundo no recibe tratamiento. Cada año se suicidan
cerca de 800.000 personas, siendo la segunda causa de muerte en el grupo etario entre los 15
y 29 años en todo el mundo.
El Nacional Comorbidity Survey de EEUU observó que un 16,6% de las personas presentaron
trastorno depresivo mayor en algún momento de su vida (prevalencia-vida) y un 6,6% en los
últimos 12 meses (prevalencia-año) según estudio de Kessler et al., 2005.
El trastorno depresivo es responsable de hasta el 70% de las hospitalizaciones psiquiátricas y
alrededor del 40% de los suicidios (Rush et al. 2004; Gaynes et al. 2005).
El trastorno se caracteriza por la presencia de un conjunto de síntomas a predominio afectivo
como tristeza patológica, apatía, anhedonia, desesperanza, decaimiento, irritabilidad,
sensación subjetiva de malestar e impotencia frente a las exigencias de la vida. También existen
síntomas de tipo cognitivo, volitivo y somático. Se podría considerar una afectación global
psíquica y física, con especial énfasis en la esfera afectiva.
, La posibilidad diagnóstica se suele plantear a partir de datos observacionales poco específicos,
como el deterioro en el aspecto personal, enlentecimiento psicomotriz, tono de voz bajo, facies
triste, llanto fácil o espontáneo, disminución de la atención, verbalización de ideas pesimistas
(culpa, hipocondría, ruina…) alteraciones del sueño y quejas somáticas inespecíficas. La base
para distinguir estos cambios patológicos de los ordinarios, viene dada por la persistencia de la
clínica, su gravedad, y el grado de deterioro funcional y social.
Frecuentemente se presenta en comorbilidad con trastornos de ansiedad, abuso de alcohol y
de sustancias psicoactivas, enfermedades orgánicas, trastornos de la conducta alimentaria y de
la personalidad. Es más común entre personas con enfermedad física crónica y la relación entre
ambas es recíproca, ya que los problemas físicos pueden exacerbar la depresión y a su vez la
depresión puede afectar negativamente al curso de la patología física.
Es un proceso multifactorial y complejo cuya probabilidad de desarrollo depende de un amplio
grupo de factores de riesgo, sin que hasta el momento haya sido posible establecer su totalidad
ni las múltiples interacciones existentes entre ellos.
Es difícil establecer diferencias entre los factores que influyen en el inicio y/o el mantenimiento
del trastorno y muchos de los factores de riesgo interactúan de tal manera que podrían ser
causas o consecuencias de la misma.
El estrés crónico se relaciona con una mayor probabilidad de desarrollar depresión y la
exposición a adversidades a lo largo de la vida está implicada en el comienzo de trastornos
depresivos y ansiosos.
Aaron T. Beck considera que los esquemas cognitivos negativos, pensamientos automáticos,
distorsiones cognitivas y creencias disfuncionales tienen un rol clave en el desarrollo y
mantenimiento de la depresión.
Los familiares de primer grado de pacientes con trastorno depresivo mayor tienen el doble de
posibilidades de presentar depresión que la población general.
La sintomatología del trastorno puede ser distinta con la edad. Los jóvenes muestran síntomas
fundamentalmente comportamentales, mientras que los adultos mayores tienen con mayor
frecuencia síntomas somáticos.
Los criterios diagnósticos de depresión más utilizados, en clínica como en investigación, son la
Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) y la clasificación de la American Psychiatric
Association (el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5).
Se utilizan escalas y entrevistas con diferente grado de estructuración como instrumentos de
medida de la gravedad de la depresión y de su respuesta al tratamiento. La entrevista clínica es
el procedimiento esencial en el diagnóstico de la depresión, la evaluación debe realizarse con
un enfoque amplio que no debería basarse únicamente en el recuento de síntomas.
Existen diferentes factores que pueden afectar al desarrollo, curso y gravedad del trastorno
siendo necesario caracterizar el episodio depresivo (duración, número e intensidad de los
síntomas, comorbilidad), realizar una evaluación psicosocial (apoyo social y relaciones
interpersonales), el grado de disfunción y/o discapacidad asociados, la respuesta previa al
tratamiento y el riesgo de suicidio.