El Ocaso de los Ídolos
(o Cómo se Filosofa a Martillazos)
Federico Nietzsche
Proyecto Espartaco
(http://www.espartaco.cjb.net)
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PROLOGO
No es hazaña pequeña seguir conservando la serenidad en medio de una ocupación
sombría y llena de responsabilidades. Y, sin embargo, ¿hay algo más necesario que la
serenidad? Sin alegría ni orgullo no hay nada que salga bien. Sólo el exceso de fuerza
constituyen la prueba de la fuerza.
La inversión de todos los valores, ese signo de interrogación tan negro y tan
enorme, que sume en la sombra a quien lo abre, esa misión tal que es un auténtico destino,
impele en todo momento a correr hacia el sol, a quitarse de encima una seriedad pesada,
una seriedad que se ha hecho demasiado pesada. Para esto, todo medio es bueno, todo
«caso» es un caso afortunado, empezando por la guerra. La guerra ha sido siempre la gran
sagacidad de todos los espíritus que se han vuelto demasiado interiores, demasiado
profundos; hasta en la herida sigue habiendo un poder de curación. Mi lema viene siendo,
desde hace ya mucho tiempo, una máxima, cuya procedencia voy a mantener oculta a la
curiosidad de los eruditos: «Con la herida aumentan los ánimos y se robustece la fuerza.»
Otra forma de curación, es que a veces me resulta incluso más apetecible, es
someter a examen profundo a los ídolos... En el mundo hay más ídolos que realidades: este
es el «mal de ojo» y el «mal de oído» que tengo yo para este mundo... Ir haciendo
preguntas a base de golpearlos con el martillo, y oír tal vez, como respuesta, a ese conocido
sonido a hueco que revela unas entrañas llenas de aire, representa una delicia para quien
tiene otros oídos detrás de los oídos, para este viejo psicólogo y cazador de ratas que soy,
ante quien tiene que dejar oír su sonido precisamente aquello a lo que le gustaría
permanecer callado.
Esta obra es también, como señala el título, una distracción, un lugar bajo el sol,
una huida hacia la ociosidad llevada a cabo por un psicólogo. ¿Será también una nueva
guerra? ¿Son sometidos a examen nuevos ídolos? Esta breve obra es una gran
declaración de guerra; y en lo que se refiere al examen profundo de ídolos, en esta
ocasión no se trata de ídolos de nuestro tiempo, sino que los que aquí son tocados por el
martillo, como si fuera un diapasón, son ídolos eternos; no hay otros ídolos más
antiguos, más aceptados, más llenos de aire que éstos. Tampoco los hay más huecos; lo
que no es óbice para que sean aquellos en los que más se cree. En el caso más
aristocrático, ni siquiera se les llama ídolos...
Turín, 30 de septiembre de 1988,
día en que quedó concluido el primer libro
de mi obra La inversión de todos los
valores.
F. Nietzsche.
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MÁXIMAS Y DARDOS
1
La ociosidad es la madre de toda psicología. ¡Vaya! ¿Será entonces la psicología
un vicio?
2
Hasta el más valiente de nosotros pocas veces tiene valor para enfrentarse con lo
que realmente sabe...
3
Para vivir solo hace falta ser un animal o un dios, dice Aristóteles. Falta una
tercera condición: hay que ser ambas cosas, es decir, un filósofo...
4
«Toda verdad es simple.» ¿No es esto una mentira al cuadrado?
5
Que quede dicho que de una vez por todas: hay muchas cosas que no quiero
saber. La sabiduría marca unos límites incluso al conocimiento.
6
Donde mejor nos recuperamos de nuestra antinaturaleza, de nuestra
espiritualidad es en nuestra naturaleza salvaje...
7
¿Es el hombre tan sólo un error de Dios? ¿O es Dios tan sólo un error del
hombre?
8
De la escuela de guerra de la vida: lo que no mata me hace más fuerte.
9
Ayúdate a ti mismo, y entonces te ayudarán también los demás. Principio del
amor al prójimo.
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10
¡No seamos cobardes con nuestros actos, ni los rechacemos después de
realizados! El remordimiento de conciencia es algo indecoroso.
11
¿Puede resultar trágico un asno? ¿Perecer bajo una carga que no se puede
llevar ni quitarse de encima?... Tal es el caso del filósofo.
12
Quien posee su propio porqué de la vida, acepta casi todo cómo. El ser
humano no aspira a la felicidad. Eso es algo que solo lo hacen los ingleses.
13
El hombre ha creado a la mujer... ¿Con qué? Con una costilla de su Dios, de
su «ideal»...
14
¿Qué estás buscando?; ¿Te gustaría multiplicarte por diez, por cien?, ¿Estás
buscando adeptos? ¡Busca ceros entonces!
15
A los hombres póstumos — como yo, por ejemplo — se les entiende peor que
a los que son hijos de su tiempo, pero se les oye mejor. Dicho con más rigor: no se
nos comprende nunca; y en eso radica nuestra autoridad. . .
16
Entre mujeres: «¿La verdad? ¡Tú no conoces la verdad! ¿No es la verdad un
atentado contra todos nuestros pudores?»
17
Ese sí que es un artista como a mí me gusta, modesto en sus necesidades;
realmente, sólo quiere dos cosas: pan y Circe.
18
Quien no sabe poner su voluntad en las cosas, pone en ellas al menos un sentido:
es decir, cree que hay en ellas una voluntad (principio de la «fe»).
19
¿Cómo? ¿Habéis elegido la verdad y el llevar el pecho erguido, y seguís mirando
de reojo las ventajas de los hombres sin escrúpulos? ¡Pero si con la virtud se renuncia a
las «ventajas»!... (Escrito en la puerta de un antisemita).
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