2. LA ROMANIZACIÓN
En el s.III a.C. la política exterior romana expansiva creó un conflicto entre romanos y
cartagineses, al ocupar las islas cartaginesas de Sicilia, Córcega y Cerdeña. Esto provocó la
llegada de los cartagineses a la península. La segunda guerra púnica surgió debido al ataque de
la familia Barca a Sagunto, ciudad protegida por Roma, los romanos declararon la guerra. Esto
provocó la ocupación romana de la Península en el 218 a.C., dando comienzo así a la
romanización.
Los pueblos de la Península sufren un proceso de aculturación en el que asumen la lengua,
cultura, organización y formas de vida romanos, lo que facilita a Roma el control sobre estos.
Es un proceso complejo que dura unos dos siglos y además no es homogéneo ya que depende
de factores geográficos, la actitud de las élites locales o el desarrollo urbano, entre otros.
En la zona celta, debido al aislamiento geográfico y la falta de cultura e influencias presentes
en el área íbera, los romanos tuvieron numerosos enfrentamientos. Sin embargo, en el área
íbera no encontraron estas dificultades debido a la proximidad con Roma y las influencias
griegas y fenicias. Por otro lado, las élites íberas pactaron con los romanos para no perder sus
privilegios, lo que facilitó la romanización.
Para llevar a cabo la romanización se emplearon distintas herramientas. El ejército fue una
herramienta de difusión de la “romanidad” y coacción de malos comportamientos. Se
reclutaban indígenas (honderos baleares) y se les daba la oportunidad de acceder a la
ciudadanía romana y obtener tierras fronterizas (protección) tras haber pasado 25 años en la
milicia. La economía también sufrió numerosos cambios. Roma explotó las materias primas de
la península (trilogía mediterránea y metales) y desarrolló la industria en beneficio propio.
Tenía un sistema de producción esclavista y se impuso el pago de impuestos. Además integró
en el mercado romano todo lo producido por Hispania. En la sociedad se impuso el modelo
patriarcal y la jerarquía romana. La población estaba dividida en libres, esclavos y libertos.
También se hacía una distinción entre quienes tenían la ciudadanía romana (poseían derechos)
y quienes no la tenían. Se implantó la administración romana para mantener el control y
organización del imperio. Las ciudades (civitates) fueron la unidad básica administrativa,
compuesta por la Urbs (centro económico, político, religioso y de ocio) y un territorio que se
relacionaba con el ámbito rural de explotación. Además para favorecer la unidad se
construyeron calzadas que conectaran el imperio. Esto facilitaba el desplazamiento así como
dinamizaba la vida económica y cultural.
Los cambios culturales son considerados una herramienta clave en la romanización. La base de
la cultura hispanorromana es la asunción de principios no materiales entre los que se
encuentran el derecho romano, la religión, la ciencia y la lengua. El derecho romano rigió a los
ciudadanos hispánicos y reguló las instituciones políticas. Tal fue su importancia, que en la
actualidad mantiene parte de su vigencia y es el núcleo de la legislación occidental. El latín era
la lengua empleada por los romanos y se extendió en toda la población por ser la base de
comunicación. Entre los autores hispánicos cabe destacar a Séneca y a Quintiliano. Se respetó
la religión de los indígenas y poco a poco se produjo un sincretismo religioso (mezcla religiosa).
Además se impuso el culto al emperador como forma de homogeneizar las creencias del
imperio. Sin embargo, el cristianismo empezó a extenderse por el pueblo, prometía la tierra a
En el s.III a.C. la política exterior romana expansiva creó un conflicto entre romanos y
cartagineses, al ocupar las islas cartaginesas de Sicilia, Córcega y Cerdeña. Esto provocó la
llegada de los cartagineses a la península. La segunda guerra púnica surgió debido al ataque de
la familia Barca a Sagunto, ciudad protegida por Roma, los romanos declararon la guerra. Esto
provocó la ocupación romana de la Península en el 218 a.C., dando comienzo así a la
romanización.
Los pueblos de la Península sufren un proceso de aculturación en el que asumen la lengua,
cultura, organización y formas de vida romanos, lo que facilita a Roma el control sobre estos.
Es un proceso complejo que dura unos dos siglos y además no es homogéneo ya que depende
de factores geográficos, la actitud de las élites locales o el desarrollo urbano, entre otros.
En la zona celta, debido al aislamiento geográfico y la falta de cultura e influencias presentes
en el área íbera, los romanos tuvieron numerosos enfrentamientos. Sin embargo, en el área
íbera no encontraron estas dificultades debido a la proximidad con Roma y las influencias
griegas y fenicias. Por otro lado, las élites íberas pactaron con los romanos para no perder sus
privilegios, lo que facilitó la romanización.
Para llevar a cabo la romanización se emplearon distintas herramientas. El ejército fue una
herramienta de difusión de la “romanidad” y coacción de malos comportamientos. Se
reclutaban indígenas (honderos baleares) y se les daba la oportunidad de acceder a la
ciudadanía romana y obtener tierras fronterizas (protección) tras haber pasado 25 años en la
milicia. La economía también sufrió numerosos cambios. Roma explotó las materias primas de
la península (trilogía mediterránea y metales) y desarrolló la industria en beneficio propio.
Tenía un sistema de producción esclavista y se impuso el pago de impuestos. Además integró
en el mercado romano todo lo producido por Hispania. En la sociedad se impuso el modelo
patriarcal y la jerarquía romana. La población estaba dividida en libres, esclavos y libertos.
También se hacía una distinción entre quienes tenían la ciudadanía romana (poseían derechos)
y quienes no la tenían. Se implantó la administración romana para mantener el control y
organización del imperio. Las ciudades (civitates) fueron la unidad básica administrativa,
compuesta por la Urbs (centro económico, político, religioso y de ocio) y un territorio que se
relacionaba con el ámbito rural de explotación. Además para favorecer la unidad se
construyeron calzadas que conectaran el imperio. Esto facilitaba el desplazamiento así como
dinamizaba la vida económica y cultural.
Los cambios culturales son considerados una herramienta clave en la romanización. La base de
la cultura hispanorromana es la asunción de principios no materiales entre los que se
encuentran el derecho romano, la religión, la ciencia y la lengua. El derecho romano rigió a los
ciudadanos hispánicos y reguló las instituciones políticas. Tal fue su importancia, que en la
actualidad mantiene parte de su vigencia y es el núcleo de la legislación occidental. El latín era
la lengua empleada por los romanos y se extendió en toda la población por ser la base de
comunicación. Entre los autores hispánicos cabe destacar a Séneca y a Quintiliano. Se respetó
la religión de los indígenas y poco a poco se produjo un sincretismo religioso (mezcla religiosa).
Además se impuso el culto al emperador como forma de homogeneizar las creencias del
imperio. Sin embargo, el cristianismo empezó a extenderse por el pueblo, prometía la tierra a
