1. EL MÉTODO CARTESIANO: LAS REGLAS DEL MÉTODO Y LA
SUPERACIÓN DEL ESCEPTICISMO
Descartes comienza el Discurso del Método afirmando que durante siglos se han
defendido errores como verdades incuestionables:
- La filosofía escolástica, la cual aún está vigente y, según él, “toda ella es dudosa”.
- La física y la astronomía aristotélicas, combinadas con planteamientos de
Ptolomeo.
Sin embargo, está convencido de que la razón es una herramienta eficaz que nos
permite “juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso”. Una muestra de ello es la
Revolución científica.
Por tanto, Descartes parte de que el problema de la filosofía es que carece de un método
adecuado. Una vez hallado ese método podrá desarrollar su filosofía, que entiende de
manera general como un saber racional cuyas afirmaciones sobre la realidad sean
indiscutiblemente verdaderas.
Frente al método escolástico, el inductivo defendido por Bacon y el resolutivo-
compositivo de Galileo, el método que propone Descartes es el propio de las
matemáticas, el deductivo. Se trata de un método que consiste en derivar o deducir a
partir de axiomas otros axiomas, es decir, otras verdades ciertas e indudables por
intuición.
LAS REGLAS DEL MÉTODO:
Descartes desarrolla un método constituido por cuatro reglas que afirma que aumentan
gradualmente el conocimiento.
1. Primera regla (de la evidencia).
Hay que admitir como verdadero solo lo que es evidente, es decir, aquello de lo que no
hay ningún motivo para dudar. Por tanto, el criterio de verdad es la evidencia racional,
que se caracteriza por:
La claridad: Una idea es clara cuando está separada y no se confunde con otras.
La distinción: Las partes de la idea están separadas entre sí. Descartes pone como
ejemplo la idea de dolor, clarísima para el sujeto que la tiene.
Pero no siempre distinta, pues quien tiene la idea puede considerar que procede de la
zona dañada o incluso de otra zona, como en el caso del dolor reflejo, en lugar de
percatarse de que procede del pensamiento.
A su vez afirma que en la búsqueda de la verdad hay que evitar dos vicios:
- La precipitación: tomar por verdadera una idea que es oscura y confusa.
- La prevención: negarse a aceptar una idea pese a ser clara y distinta.
2. Segunda regla (del análisis)
Hay que dividir lo complejo, las dificultades, en lo simple, las naturalezas simples. –
- Dificultades: cuestiones complejas en las que se encuentra la verdad o la
falsedad.
- Naturalezas simples: elementos indivisibles que constituyen el último término de
nuestro conocimiento.
Las naturalezas simples son conocidas por intuición, la cual es una especie de "visión
intelectual" gracias a la cual captamos inmediata y evidentemente la verdad.
3. Tercera regla (de la síntesis)
Una vez alcanzadas las naturalezas simples, hay que ordenar los pensamientos hasta
reconstruir lo más complejo. Es, pues, un proceso de síntesis, de reconstrucción
, deductiva de lo complejo a partir de lo simple. Por tanto, para Descartes la deducción
consiste en una sucesión de intuiciones, pasando de la evidencia de una verdad a la
evidencia de una nueva verdad.
4. Cuarta regla (de la enumeración y la comprobación)
Hay que revisar el proceso de análisis y síntesis para asegurarse de que se es correcto,
especialmente el proceso deductivo a partir de lo simple. Para ello, es fundamental
enumerar los pasos.
LA DUDA METÓDICA: LA PRIMERA VERDAD Y SU NATURALEZA:
Descartes comienza el Discurso del Método afirmando que le embargan las dudas, que
todo aquello que ha estudiado le parece sin fundamento. Por tanto, no puede admitirse
como verdadero. Así que, aplicando la primera regla de su método, Descartes comienza
dudando.
Se trata de la fase destructiva del método ya que va a considerar todos aquellos
conocimientos de los que se pueda dudar como falsos o inexistentes. Busca una verdad
total e indubitable que le sirva como base para el edificio del conocimiento, por tanto, no
es escéptico. Para ello aplica la duda metódica o hiperbólica.
Estos son los pasos de su duda:
1. De lo primero que duda es de los datos de los sentidos porque en el pasado le han
engañado muchas veces. Por lo que existe la probabilidad de que le vuelvan a
engañar y, por ello, los sentidos no ofrecen certeza. En consecuencia, no
conocemos la realidad tal y como es.
2. Ahora bien, parece que tenemos que aceptar que la realidad material existe. Sin
embargo, “no hay indicios ciertos para distinguir el sueño de la vigilia”. Por tanto,
es posible dudar de la realidad de los pensamientos que creemos tener.
3. Aunque estuviésemos soñando parece que hay otras cosas “más simples y
universales” que existen y son verdaderas: las "verdades" matemáticas. Pero
también duda de ellas a través de dos argumentos:
- Muchos hombres “admitieron como certísimos y evidentes de por sí unos
principios que a nosotros nos parecen falsos”.
- Dios es omnipotente, por lo que podría engañarnos incluso en las cuestiones
que nos parecen más evidentes. Sin embargo, aunque Dios sea omnipotente
también es “la bondad suma y la fuente suprema de verdad”.
No duda, pues, de la existencia de Dios ya que “es preciso creer que hay un Dios
porque así se enseña en las Sagradas Escrituras, y es preciso creer las Sagradas
Escrituras porque vienen de Dios”. Debido a esto afirmamos que es irracionalista
teológico.
Si Dios no puede engañarnos, supone la existencia de un genio maligno. Se trata
de un mero recurso empleado en las Meditaciones Metafísicas con el que parece
que se ve abocado al escepticismo.
Ahora bien, volviendo al Discurso del Método, se percata de lo siguiente:
Duda de todo, si duda piensa y si piensa necesariamente ha de existir, por lo que llega a
la afirmación: Cogito, ergo sum que para él es un ejemplo de axioma.
Ha encontrado una verdad absolutamente indubitable pues, resiste incluso a la hipótesis
del genio maligno. Pues si el genio maligno nos engaña necesariamente tenemos que
existir, de manera que podemos dudar de los pensamientos, pero no del pensamiento
mismo.
Por tanto, la verdad sobre la que se apoya su filosofía es que existe, pero como res
cogitans.