Cuando intentamos entender la histeria, generalmente comenzamos investigando la historia clínica del paciente y preguntando
sobre las influencias que podrían haber contribuido a los síntomas neuróticos. Sin embargo, esta investigación inicial está sujeta a
sesgos inherentes. Es esencial mantener una perspectiva científica y no aceptar ciegamente las opiniones del paciente sin
someterlas a un análisis crítico riguroso. A menudo, los pacientes pueden estar influenciados por su falta de comprensión científica
de las influencias etiológicas o pueden evitar recordar o comunicar ciertos traumas o eventos sexuales.
Sería beneficioso contar con un método adicional para investigar la etiología de la histeria independientemente de la informa ción
proporcionada por el paciente. Utilizando los síntomas como guía, podemos comprender la génesis de la enfermedad al dirigir l a
atención del paciente hacia el evento traumático que lo desencadenó. El método terapéutico desarrollado por Breuer, aunque
complicado, ofrece una vía para entender las causas subyacentes de la enfermedad. Al analizar series de síntomas en varios
pacientes, podemos identificar escenas traumáticas que proporcionan información crucial sobre las influencias que generan los
síntomas histéricos.
Este enfoque nos permite comprender mejor las causas de la histeria y cómo se manifiestan en la vida de los pacientes. A trav és
del análisis de las escenas traumáticas, podemos descubrir cuáles son las influencias específicas que generan los síntomas
histéricos y en qué forma lo hacen. Esto nos lleva a una comprensión más profunda de la enfermedad y nos proporciona
herramientas para abordarla terapéuticamente. En resumen, el estudio de las escenas traumáticas en pacientes histéricos nos
ofrece una ventana hacia las causas subyacentes de la enfermedad y nos ayuda a desarrollar estrategias efectivas de tratamiento.
La esperanza de comprender la histeria a través de los principios de Breuer es justificada, habiendo demostrado su validez en
numerosos casos. Sin embargo, el camino hacia la etiología de la histeria desde sus síntomas es más complejo de lo esperado. Para
que la referencia de un síntoma histérico a una escena traumática sea esclarecedora, esta escena debe cumplir dos condiciones
esenciales: debe ser adecuadamente determinante y tener suficiente fuerza traumática.
En la práctica, sin embargo, encontrar escenas traumáticas que cumplan estas condiciones no es tan común como se podría
esperar. A menudo nos enfrentamos a escenas que carecen de relevancia para el síntoma o que no poseen la fuerza traumática
necesaria para explicarlo. Además, descubrir una escena traumática inadecuada puede llevar a un efecto terapéutico nulo, lo que
puede desalentar al médico.
Sin embargo, existe una posible solución para este problema. Si el recuerdo descubierto inicialmente no satisface nuestras
expectativas, podemos continuar explorando asociaciones para encontrar otros recuerdos que proporcionen una explicación más
adecuada. Este proceso puede llevarnos a través de varias escenas aparentemente insignificantes hasta llegar a la escena
traumática auténtica y satisfactoria desde el punto de vista terapéutico y analítico.
Es importante destacar que este proceso es complejo y requiere paciencia y perseverancia. Los ejemplos simplificados
proporcionados aquí son solo eso: simplificados. En la práctica clínica, resolver un solo síntoma histérico puede implicar un análisis
detallado y complejo que abarca múltiples asociaciones y escenas traumáticas. Comunicar la solución de un solo síntoma
equivaldría prácticamente a exponer un historial clínico completo.
Descubro un principio intrigante en mi labor analítica: ningún síntoma histérico surge de un solo suceso real; siempre es
influenciado por recuerdos asociativos de sucesos anteriores. Si este principio se confirma en todos los casos, como creo que lo
hará, podría ser la base de una teoría psicológica de la histeria.
Aunque casos como el de Anna O., donde un síntoma se relaciona directamente con una escena traumática y se suprime, podrían
parecer una excepción, creo firmemente que incluso en estos casos, la cadena de recuerdos es más extensa de lo que parece. Es
sorprendente darse cuenta de que los síntomas histéricos solo pueden surgir con la colaboración de recuerdos, incluso cuando los
pacientes no eran conscientes de estos recuerdos cuando apareció el síntoma por primera vez.
A medida que avanzo en el análisis, descubro que las cadenas asociativas de los distintos síntomas comienzan a conectarse entre
sí, formando una red compleja de recuerdos. Eventualmente, todas las cadenas mnémicas convergen en el terreno de la vida
sexual, revelando así una condición etiológica fundamental de la histeria.
Sin embargo, los sucesos sexuales de la pubertad, que inicialmente parecían ser los traumas finales que causaban los síntomas
histéricos, muestran una diversidad sorprendente, desde eventos graves hasta insignificantes. Esta diversidad dificulta la
comprensión de la causación de los síntomas histéricos y me lleva a investigar más profundamente.
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, Descubro que incluso los sucesos sexuales de la pubertad a menudo carecen de una determinación adecuada, lo que me lleva a
retroceder en la cadena de recuerdos hasta llegar a la infancia. Aquí encuentro la posibilidad de que los sucesos sexuales de la
infancia, aunque leves, tengan un impacto significativo en el desarrollo posterior de la vida sexual y puedan ser la base de los
síntomas histéricos.
En resumen, mi experiencia clínica me lleva a concluir que los síntomas histéricos son el resultado de una compleja red de
recuerdos asociativos que se extienden desde la infancia hasta la pubertad, donde la vida sexual juega un papel fundamental en
la génesis de la histeria.
II.
He llegado al final de un largo proceso analítico que finalmente nos ha llevado a la meta deseada. Al explorar la mente del p aciente
hasta su infancia más temprana, hemos descubierto eventos sexuales que parecen ser la etiología buscada de la neurosis.
Estos eventos, más uniformes que las experiencias de la pubertad, revelan detalles significativos que influyen en los síntoma s
posteriores de la neurosis. Concluyo que en el fondo de cada caso de histeria yacen uno o varios eventos sexuales de la infan cia,
que pueden ser recuperados mediante el análisis, incluso décadas después.
Considero este hallazgo como una contribución importante a la neuropatología, aunque ahora enfrento la tarea de discutirlo y
abordar las posibles objeciones y dudas que puedan surgir. Opto por abordar estas preocupaciones primero, para luego poder
examinar los hechos con mayor tranquilidad.
a) Aquellos que se oponen a una visión psicológica de la histeria y esperan que los síntomas se relacionen con modificaciones
anatómicas no confían en los resultados del análisis psicoanalítico. Esta discrepancia fundamental nos exime de convencerlos sobre
este punto en particular. Otros, menos críticos con las teorías psicológicas, cuestionan la autenticidad de las escenas sexuale s
infantiles reveladas durante el análisis. Argumentan que podrían ser sugestiones del médico o invenciones del paciente.
En respuesta, se argumenta que la intensa reacción emocional de los pacientes durante la reproducción de estas escenas infantiles
sugiere su autenticidad. Además, la coherencia de estas escenas con el historial del paciente refuerza su realidad. Aunque la
sospecha de sugestión por parte del médico es difícil de rebatir, se considera insostenible dado que los pacientes muestran
resistencia inicial y una reacción genuina durante la reproducción.
Se ofrecen garantías adicionales de autenticidad, como la uniformidad en los detalles de las escenas y su relación con el his torial
del paciente. Además, se menciona que la terapia a menudo resulta en curación solo después de abordar los traumas infantiles .
Se destaca la importancia de la confirmación objetiva de las escenas infantiles por parte de terceros, lo que refuerza su veracidad.
Aunque estos casos son raros, brindan una valiosa evidencia de la realidad de los eventos infantiles y su impacto en la n eurosis.
b) Las experiencias sexuales infantiles, como la estimulación genital o actos similares al coito, son consideradas como traumas que
desencadenan reacciones histéricas y síntomas durante la pubertad. Se plantean objeciones contradictorias: algunos argumentan
que estos abusos sexuales son raros para explicar la prevalencia de la histeria, mientras que otros señalan su frecuencia para
cuestionar su relevancia etiológica. Además, se observa que muchas personas recuerdan tales experiencias sin desarrollar histeria.
Se defiende la importancia etiológica de las experiencias sexuales infantiles, citando estudios pediátricos que denuncian su
frecuencia. Además, se presenta el descubrimiento de estos eventos en todos los casos de histeria analizados como evidencia d e
su relevancia. Se clasifican los casos en tres grupos según la naturaleza de los abusos: atentados aislados por adultos, relacion es
amorosas prolongadas con cuidadores adultos y relaciones sexuales entre niños. Se sugiere que la seducción previa por parte d e
adultos es necesaria para que los niños inicien la agresión sexual.
Se responde a la objeción sobre la frecuencia de las experiencias sexuales infantiles argumentando que su aparición no siempr e
conduce a la histeria, pero su ausencia nunca lo impide. Se enfatiza que la neurosis se origina no solo en la experiencia mis ma,
sino en la internalización inconsciente de los recuerdos de dichas experiencias. Se concluye que los síntomas histéricos surgen de
recuerdos inconscientes activos, lo que resalta la importancia psicológica de tales eventos.
c) Para sostener nuestras afirmaciones de que los sucesos sexuales infantiles son la base fundamental de la histeria, aunque no
causen los síntomas de inmediato, sino que permanecen inicialmente inactivos y luego actúan como recuerdos inconscientes,
necesitamos contrastarlas con la observación de la aparición de la histeria en la infancia anterior a la pubertad. Al examinar los
datos del análisis, observamos que los síntomas histéricos comienzan regularmente alrededor de los ocho años en los casos graves
que hemos analizado, mientras que los sucesos sexuales pueden retroceder hasta los dos años de vida del individuo.
Esto sugiere que alrededor de los ocho años, con la segunda dentición, se alcanza un límite en el que se vuelve imposible cau sar
histeria si no ha habido experiencias sexuales previas. La aparición de histeria antes de este límite podría indicar madurez precoz.
Este límite probablemente esté relacionado con los procesos evolutivos del sistema sexual y la necesidad de cierto grado de
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