FILOSOFÍA
, Teoría de las ideas de Platón
Platón se opuso a las teorías relativistas, ya que para él, existe la auténtica realidad y si
queremos conocerla tenemos que ir más allá de nuestras creencias personales, dejando atrás
lo que las cosas parecen para centrarnos en los que realmente son.
Teniendo esto en cuenta, para poder diferenciar la apariencia de la realidad, Platón elaboró una
teoría en la que existían dos realidades: por un lado el mundo sensible, formado por las cosas.
Por el otro, el mundo inteligible, compuesto por las esencias.
El mundo sensible está constituido por todas las cosas que vemos y tocamos. Este es el
mundo material que percibimos con los sentidos y que está formado por cosas particulares que
son imperfectas, cambiantes y perecederas.
El mundo inteligible, o mundo de las ideas, está compuesto por realidades inmateriales que no
se pueden captar con los sentidos, sino únicamente mediante la razón. A diferencia de las
cosas, las esencias son universales, perfectas, eternas e inmutables. Este es el mundo al que
pertenece la auténtica realidad.
Para Platón, el mundo del que podemos captar las ideas universales es del mundo inteligible,
ya que las esencias existen en un plano muy distinto al de las cosas. Las ideas son
trascendentes a las cosas, porque se encuentran más allá del mundo sensible, por lo que se
encuentran separadas de las cosas.
De este modo, para referirse a las esencias trascendentes que integran el mundo inteligible,
Platón empleó los términos “idea” y “eidos”. Estas palabras significan “forma” o “figura”.
Teniendo todo esto en cuenta, la teoría de las Ideas es una doctrina ontológica, que consiste en
aceptar realidades absolutas, eternas, inmutables, universales e independientes del mundo de
los fenómenos . La metafísica de Platón es, además, dualista porque distingue dos ámbitos
distintos de la realidad.
Platón creía que la existencia de estos dos mundos tan distintos permitía explicar las enormes
diferencias que hay entre las cosas y las esencias. Sabemos por experiencia que todas las
cosas que vemos y tocamos están sujetas al cambio, la imperfección y el deterioro. Todo puede
tener defectos y desaparecer con el tiempo. Sin embargo, las esencias no sufren alteraciones
ni perecen jamás.
La esencia es siempre la misma en todo momento y en todo lugar. Por esto, las esencias no
pueden formar parte del mundo de las cosas, sino que pertenecen a un ámbito propio, que es
eterno, perfecto e inmutable: el mundo inteligible o mundo de las ideas.
Para poder comprender la relación que Platón establecía entre estos dos mundos tan
diferentes entre sí, hay que comprender una de las partes esenciales de la Teoría de las Ideas,
la Teoría de la Participación, que afirma que las ideas actúan como modelos eternos de las
cosas, que a su vez son los que son porque participan de aquella idea de la cual proceden. Las
cosas del mundo sensible proceden de una idea a la que tratan de imitar aunque solo lo
consigan parcialmente. De hecho, Platón creía que todos los objetos del mundo sensible
intentan parecerse lo más posible a las ideas de las cuales participan, pese a que nunca
terminen de lograrlo.
Las ideas no son solo el modelo o arquetipo del cual proceden las cosas, sino que también son
el ideal al que estas se esfuerzan por acercarse.
,La teoría de la participación tiene una consecuencia: si las cosas son copias imperfectas de las
ideas que les sirven de modelo, las ideas son más importantes que las cosas y anteriores a
ellas. Por tanto, el mundo inteligible es superior al sensible y, por ese motivo, también es más
auténtico y más verdadero.
A pesar de que todas las ideas sean importantes, no todas tienen el mismo grado de
importancia. En “La República”, Platón afirma que las ideas están ordenadas en una jerarquía
que recuerda a la forma de una pirámide. En la base de esta se encuentran los arquetipos
(hombre, fuego, árbol). Por encima de estos, están las ideas que podemos asociar al mundo
sensible (unidad, semejanza, multiplicidad), Después nos encontramos las ideas que tienen un
toque más “abstracto” (bondad, belleza, justicia). Por último, en la cúspide está la idea de bien,
que es la idea más importante para Platón y es a lo máximo a lo que podemos aspirar.
Para finalizar, Platón explicó la trascendencia de las ideas sobre las cosas a través de un mito:
El mito del Demiurgo, expuesto en el “Timeo”.
Escribió este mito para dar su punto de vista sobre el Cosmos y para que a la gente le
resultase más fácil comprender la existencia de los dos mundos.
Platón compartía con otros filósofos la creencia en la eternidad del mundo. Sin embargo,
pensaba que el cosmos no siempre había sido una realidad similar a la que ahora vemos.
Según Platón, en un principio solo existía una materia caótica, imperfecta e informe, pero todas
las cosas que hoy vemos fueron modeladas por una especie de Dios, un artesano sabio y
bueno al que Platón llama “El Demiurgo”.
En este mito se cuenta cómo esta divinidad trató de materializar las ideas utilizando la materia
de la que disponía, dando así lugar a todas las cosas que existen en el mundo. Sin embargo, al
estar hechas de materia las cosas del mundo no son perfectas, tienen fallos, cambian y acaban
envejeciendo y estropeándose.
Lo que Platón pretende explicar con esta historia es su teoría e la participación, ya que muestra
alegóricamente cómo las cosas tratan de asemejarse a las ideas sin
lograrlo, porque están hechas de una materia mala e imperfecta. También nos recuerda que las
ideas son arquetipos de los que procede todo lo que existe.
, Teoría del conocimiento de Platón
La teoría del conocimiento de Platón está íntimamente ligada a su propuesta metafísica. Según
Platón, la existencia de dos mundos distintos explica que haya también dos formas de conocer.
Por un lado, está el mundo sensible, que puede captarse a través de los sentidos, pero que al
ser imperfecto y cambiante no se corresponde con la realidad. Por el otro, está el mundo
inteligible, que constituye la realidad perfecta y eterna, a la que solo puede llegarse mediante la
razón.
Por tanto, estas dos formas de conocimiento son totalmente distintas. Lo que captamos con los
sentidos es cambiante e imperfecto, por lo que no es un saber verdadero, sino solo de lo
aparente. Así que Platón lo denomina “doxa”, que significa “opinión”.
El conocimiento de las ideas, en cambio, es un conocimiento verdadero, ya que las ideas
siempre permanecen inalterables. A todos los conocimientos a los que llegamos a través de la
razón, Platón los denomina “episteme”, que significa “ciencia”. La episteme no está al alcance
de cualquiera, ya que para llegar a ella debemos conocer las limitaciones de los sentidos y
confiar en la razón.
Por tanto, si queremos ir más allá del conocimiento engañoso que nos proporcionan los
sentidos, debemos estar dispuestos a hacer un esfuerzo personal, confiando únicamente en la
razón. Este proceso se llama “ascensión dialéctica”, y dice que en caso de querer realizarlo
deberíamos contar con alguien que ya haya comprendido estas ideas.
La doxa es el primer conocimiento que recibe una persona a través de los sentidos, como ya he
dicho, no es un saber verdadero, sino que es más bien una opinión.
La doxa está formada por la “eikasía” (conjetura), que es la información que percibimos a
través de las imágenes, lo llama conjetura porque puede resultar engañoso o traicionero. Y
también está formada por la “pistis” (creencia), que se encuentra un paso más allá que el
conocimiento de las imágenes, ya que en esta fase habremos logrado captar los objetos. Pero
al tratarse de un conocimiento sensible, tampoco es realmente conocimiento.
Por otro lado, para llegar a la episteme recomienda profundizar en el mundo de las
matemáticas, ya que nos familiarizaremos con entes inmateriales.
La episteme está formada por la “dianoia” (saber discursivo), que consiste en comprender la
existencia inmaterial de los entes matemáticos. Y por último, la “noesis” (inteligencia), que es el
grado más alto del conocimiento y llegamos a él cuando conseguimos contemplar la idea de
Bien.
Platón ilustró este proceso de ascensión dialéctica en el libro VII de La República,
concretamente, en el “Mito de la caverna”.
Además de explicarnos el difícil proceso que debemos seguir para llegar al conocimiento,
también dice que las personas podemos captar las ideas porque de alguna forma, estas ya se
encontraban en nuestro interior. Por eso, todos sabemos a lo que nos referimos cuando
nombramos algunos conceptos aunque nos resulte muy difícil definirlos con exactitud.
Básicamente, es como si nuestra alma ya conociese las ideas, pero las hubiera olvidado y
tuviera dificultades para contemplarlas de nuevo. Para comprender esto, propuso la teoría de la
reminiscencia, que se encuentra recogida en una serie de diálogos como “El menón” o “El
fedón”.