TEMA 6: LÍRICA Y TEATRO A PARTIR DEL 36
Durante el franquismo (1939-1975), la cultura española enfrenta desafíos significativos debido al exilio y la
muerte de muchos intelectuales, así como a la represión y la censura. En el ámbito de la lírica, destacan
figuras como Miguel Hernández, conocido por obras como "El rayo que no cesa" y "Viento del pueblo", que
abordan temas de amor, paternidad y ausencia.
La poesía de posguerra se dividió en dos corrientes: la desarraigada, caracterizada por una visión pesimista de
la existencia, y la arraigada, que presenta una vivencia más armoniosa del mundo.
La poesía social surge como una evolución de la primera, enfocada en denunciar injusticias sociales y dirigida
hacia todos los públicos, de ahí la sencillez en su lenguaje.
A finales de los años cincuenta, se desarrolló la también llamada generación del 50, representada por poetas
como Claudio Rodríguez y José Ángel Valente. Se aparta de la poesía social hacia una literatura más
introspectiva y reflexiva. Tomaron como referente a Antonio Machado y sus obras tenían rasgos
autobiográficos, intimistas e irónicos.
Los novísimos comenzaron con la publicación de Arde el amor de Pere Gimferrer y Nueve novísimos poetas
españoles de José María Castellet. A finales del franquismo, introducen elementos culturales y estilísticos
diversos en sus obras como el venecianismo o el barroquismo.
En la democracia, la poesía española se diversifica aún más, con influencias que van desde el
experimentalismo vanguardista hasta la poesía minimalista y reflexiva, con autores como Blanca Andreu, Luis
Alberto de Cuenca o Antonio Carvajal, además de Antonio Gamoneda con su Libro del frío o Jaime Siles.
A partir de los años ochenta, surge la poesía de la experiencia, caracterizada por un tono conversacional e
intimista y en ocasiones humorístico. Destacan autores como Luis García Montero (Habitaciones
separadas) o Felipe Benítez Reyes (Vidas improbables).
En los 2000 había desde poetas que continuaron con la poesía de la experiencia a poetas que representan
una visión más distanciada. Así, algunos poetas tratan temas humanos con ironía (Miriam Reyes), alternado
con un tono existencial y reflexivo (Julio Mas). Otros destacan por una poesía clásica y culto como Carmen
Jodrá Davró. La poesía española de esta época se caracteriza por la heterogeneidad.
En cuanto al teatro, en los años cuarenta predominaban la comedia burguesa y la comedia del disparate,
como formas de evasión como Edgar Neville, el baile o Miguel Mihura Tres sombreros de copa.
En el exilio, figuras como Rafael Alberti y Alejandro Casona destacaron con obras comprometidas como con
El adefesio o prohibido suicidarse en primavera, respectivamente.
En los años cincuenta, el teatro se vuelve más comprometido con la realidad social y política, con
dramaturgos como Antonio Buero Vallejo (historia de una escalera) y su teatro con intención de inquietar al
espectador; y Alfonso Sastre (Escuadra hacia la muerte) con su teatro de agitación.
En los sesenta, surge el teatro experimental, influenciado por el surrealismo y el teatro del absurdo. Con el
teatro furioso de Francisco Nieva (Pelos de tormenta) y el teatro de pánico de Fernando Arrabal con El
laberinto.
A partir de los setenta, se observan innovaciones en el contenido y las técnicas dramáticas, con dramaturgos
como José Sanchis Sinisterra (Ay Carmela!) y Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano). En
los años ochenta, se desarrollan compañías independientes que fomentan la experimentación teatral como la
compañía Els Comediants. Y la escena contemporánea se caracteriza por la interacción con el público, el
surgimiento de teatros independientes y el éxito de la comedia musical como La llamada.