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Notas de lectura

La Crisis de la República.

Tema 6 de la Historia de Roma, Universidad de Granada, curso 22/23, del Manual de Historia de Roma de Roldán Hervás, de la Universidad de Salamanca.

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  • 13 de julio de 2024
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Tema 6. La crisis de la República.
1. La crisis social y la reforma de los Graco. Las consecuencias del
fracaso de las reformas.
Los efectos negativos de la expansión romana sobre las estructuras sociales provocaron graves
problemas de Estado. Esta época, conocida como la “crisis”, abarca todos los ámbitos de la vida
pública y privada.

Generalmente, su comienzo se hace coincidir con el tribunado de Tiberio Graco en el 133 a.C.,
pero en realidad se trata de una serie de causas y consecuencias que no permiten fijar una fecha
determinada. Sin embargo, un punto crucial tienen los años centrales del siglo II a.C., marcados
por la personalidad de Escipión Emiliano.

Para comprender la explosión de violencia que genera el tribunado de Tiberio Graco, es necesario
conocer los campos de tensión de la sociedad.

• Crisis de la milicia romana: el ejército romano era de composición ciudadana y, para el
servicio en las legiones, se necesitaba la cualificación de propietario (adsiduus). El
progresivo alejamiento de los frentes y la necesidad de mantener tropas de forma
ininterrumpida sobre un territorio, rompieron la alternancia cíclica de campesino-
soldado, lo que dio lugar a una crisis.
La solución lógica era abrir las legiones a los no propietarios (proletarii), pero no se hizo.
Lo que hizo el gobierno fue recurrir a medidas parciales, como la reducción del censo, es
decir, la capacidad financiera para ser reclutado, que pasó de 11.000 ases 600.

• Las revueltas serviles: las revueltas de esclavos son una reacción a cómo se trataba a los
esclavos en el último tercio del siglo II a.C. y el primero del siguiente. El trato brutal e
inhumano al que eran sometidos desató reacciones elementales de libertad, que, al
coincidir con otros problemas, precipitó la crisis.

• La recesión económica y la crisis urbana: el rápido crecimiento de la población de Roma
no permitió la creación de las necesarias infraestructuras para absorber la continua
inmigración de campesinos arruinados a la ciudad. A partir del año 138 a.C. se produjo
una fuerte recesión del gasto público por la guerra en Hispania que exigía la inversión de
hombres y dinero. Además, la rebelión de esclavos en Sicilia encareció los
abastecimientos de trigo, necesarios para la alimentación de la población.

• Facciones nobiliarias y la lucha política: en el ordenamiento aristocrático de la sociedad
romana republicana, el control político estaba en manos de la nobleza senatorial, pero
los problemas políticos y sociales afectaron a la cohesión interna de este régimen
senatorial, que se dividió en una serie de grupos o factiones, enfrentados por intereses
distintos, descubriéndose así sus debilidades internas: buscaron la materialización de sus
metas políticas fuera del organismo senatorial, con la ayuda de las asambleas populares
y de los magistrados que los dirigían, los tribunos de la plebe.
El clan de Escipión Emiliano fue el primero que utilizó al tribunado de la plebe para sus
fines políticos: que lo reeligieran cónsul y conseguir el encargo de conducir la guerra en
Hispania.

, Mientras dirigía el asedio de Numancia, el clan enemigo, dirigido por Apio Claudio
Pulquer, dio un golpe de efecto para que aumentara su poder: una ley agraria de reparto
de tierras entre los proletarios. Para ponerla en movimiento, utilizó los servicios de
Tiberio Graco, proponiéndolo en el 134 a.C. como tribuno de la plebe.

El tribunado de Tiberio Graco.

Tiberio se convirtió en tribuno en el 133 a.C., y fue un convencido partidario de reformas que
abordarán los preocupantes desequilibrios sociales.

De acuerdo con la factio de Apio Claudio, Tiberio presentó una ley agraria cuya aprobación
significó una brillante victoria sobre el clan de Escipión, que unos años antes había fracasado con
un intento semejante.

Esta lex agraria volvía a poner en vigor precedentes disposiciones legales, según las cuales ningún
ciudadano podría poseer más de 500 iugera (125 hectáreas), ampliables en 250 por cada hijo,
hasta un máximo de 1000. La tierra sobrante sería devuelta al Estado para ser parcelada en
pequeñas fincas, inalienables, de una extensión no superior a treinta iugera, en la que se asentaría
a ciudadanos sin tierras como colonos a perpetuidad contra el pago de un pequeño canon.

El principal fin de esta reforma era político-social, ya que trataba de reducir la desigualdad social
y sobre todo reforzar el estrato de pequeños propietarios para aumentar las bases de
reclutamiento del ejército.

No obstante, la reforma contenía elementos potencialmente revolucionarios, porque la medida
afectaba a tierras cercanas a Roma o explotadas por los grandes latifundistas de la clase
senatorial.

El instrumento de combate de la reacción fue otro tribuno, Octavio, un latifundista que en el
momento de votación de la ley, impuso su veto. De acuerdo con la práctica política, el proyecto
de ley agraria debería haber terminado en ese punto, sin embargo, Tiberio contraatacó con un
acto sin precedentes al proponer a la asamblea que Octavio fuese depuesto.

Así, eliminado el veto tribunicio, la ley se aprobó y fueron elegidos los tres miembros de la
comisión encargada de ponerla en funcionamiento: el propio Tiberio, su hermano Cayo y su
suegro, Apio Claudio.

Ejecutar una ley tan compleja requería mucho dinero. El senado, en señal de venganza y
desprecio, asignó a la comisión una suma ridícula para sus trabajos. Tiberio, entonces, emprendió
un nuevo paso, contrario otra vez a la praxis política y a los intereses del senado.

Poco antes, el rey de Pérgamo, Átalo III, en su testamento había dejado al pueblo romano su
reino, que se convirtió en la nueva provincia de Asia. Tiberio propuso entonces que el dinero del
tesoro de Pérgamo fuera utilizado para la financiación de la reforma. Esta intromisión en la
política exterior era intolerable para el senado, que hasta ahora había monopolizado la gestión
de la administración de las provincias.

Para Tiberio, era necesario que él mismo mantuviese sus propios poderes de tribuno para poder
supervisar los trabajos y evitar los posibles golpes de mano, pero la magistratura tribunicia no era
reelegible y solo duraba un año. En su intento de modificar la estructura del estado oligárquico
para materializar las reformas, infravaloró las relaciones reales de fuerza entre movimiento
popular y clase dominante.

, Mientras, en el plano social, la reforma agraria perjudicaba a los itálicos: por un lado, los estratos
municipales ricos habían participado en el movimiento de ocupación de las tierras públicas y
corrían el riesgo de ser expropiados; por otro lado, los proletarios no ciudadanos ni siquiera
podían beneficiarse de las asignaciones previstas por la ley. Así, los senadores opuestos a la
reforma utilizaron este descontento para neutralizar a Tiberio y quitarle el apoyo político.

De esta forma, un grupo de senadores, guiado por un primo del tribuno, irrumpió en la asamblea
donde debía decidirse la reelección de Tiberio. El pánico popular y los golpes de los senadores
dejaron dos o tres centenares de cadáveres, entre ellos el del propio Tiberio, atropellado por la
masa y rematado por uno de sus colegas de tribunado.

El tribunado de Cayo Graco.

La muerte violenta e ilegal de Tiberio no significó la abolición de su programa. La comisión
triunviral sustituyó a Tiberio por Licinio Craso, cónsul en el 131 a.C. Pero la oligarquía y sobre todo
el clan de Escipión, dispuesto a vaciar los trabajos de la comisión.

Mientras, se producía un malestar general por la devolución de las tierras del Estado
usufructuadas por comunidades aliadas, que suscitó una gran inquietud entre los itálicos y que
Escipión trató de canalizar a su favor, convirtiéndose en defensor de los aliados, pero la imprevista
muerte del líder senatorial privó a la oligarquía de uno de sus más importantes elementos de
cohesión.

Mientras tanto, la comisión agraria recompuesta por Cayo Graco ganaba protagonismo haciendo
suya una cuestión itálica: si los aliados se resistían a devolver las tierras que les reclamaba el
estado, la solución consistía en convertirlos en ciudadanos y, por tanto, en beneficiarios de la ley
agraria. Así, Fluvio Flaco, cónsul en el 125 a.C., propuso conceder la ciudadanía a todos los itálicos
que lo desearan.

El Senado, ante la magnitud del peligro, decidió la expulsión de los aliados residentes en Roma
mientras enviaba a Flaco a la Galia con una “urgente” misión militar.

En este ardiente contexto político, Cayo fue elegido tribuno de la plebe en el 123 a.C. y tenía
como propuesta dar mayor peso político a las clases populares, limitar los abusos de la nobilitas
y adecuar el sistema de gobierno a las necesidades de un estado imperial.

Un primer paquete de medidas trataba de introducir nuevas pautas de conducta y una mayor
responsabilidad en el marco de la administración romana. La lex ab actis impedía que un
magistrado destituido por el pueblo pudiera revestir otro cargo público; la lex de provocatione
prescribía la necesidad de un decreto popular para incoar cualquier causa que entrañara la pena
capital; una tercera ley condenaba a los senadores o magistrados que buscasen por cualquier
medio la eliminación de un enemigo político.

Por otro lado, utilizó una nueva lex agraria pero antes se centró en encauzar los futuros repartos
de tierra no sólo a título individual, sino colectivo, mediante la fundación de tres colonias:
Minervia, Neptunia y en el emplazamiento de Cartago Iunonia. Estas colonias no pretendían ser
solo un factor complementario de la reforma agraria, sino establecimientos en los que, junto a
lotes de tierra cultivable de considerable extensión, pudieran desarrollarse actividades
comerciales y empresariales.

Se emanó una lex frumentaria para atraer a la plebe urbana. Establecía la distribución de grano,
a cargo del estado, a un precio fijo, inferior al del mercado libre, para todos los ciudadanos de

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