Tema 8. El Imperio en el siglo I.
1. La dinastía julio-claudia.
El gobierno de Tiberio (14 – 37).
Tiberio Claudio Nerón, hijo de la segunda esposa de Augusto, Livia, y adoptado por el prínceps, es
un eslabón clave en la historia del Imperio porque representa la transición de un poder personal,
fundamentado en méritos propios, a un principio dinástico.
Aceptó el Principado con el tono de un aristócrata que asume una magistratura extraordinaria.
No aceptó ni títulos excepcionales, como el de pater Patriae e Imperator y prefirió ser llamado
Princeps para subrayar los aspectos civiles de su poder y su intención de gobernar con la estrecha
colaboración del senado.
De acuerdo con esta política, Tiberio transfirió al senado la elección de los magistrados, además
de convertirlo en un alto organismo judicial para juzgar los crímenes de sus propios miembros o
por el estamento ecuestre. La lex de maiestate, actualizada por Augusto, contenía aspectos
negativos: la acusación estaba en manos de informadores de profesión, los delatores, cuyas
denuncias eran objeto de recompensa, y el propio concepto de maiestas era tan impreciso que
podía convertirse en instrumento de terror.
El problema más crucial de su principado fue el financiero, por los enormes gastos que exigía el
pago de las fuerzas armadas. Esto obligó a Tiberio a emprender una política de ahorro que, al
repercutir en la plebe urbana, le atrajo la impopularidad y el odio en Roma. Esta impopularidad
se agravó por una serie de fatales acontecimientos hasta que se concentró en torno a Tiberio un
partido de oposición.
En este contexto interviene Lucio Elio Seyano, que concentró en un acuartelamiento dentro de
Roma a las nueve cohortes pretorianas y con ello convirtió este cargo en uno de los factores de
poder más decisivos e imprevisibles del Principado. Gracias a la confianza con que le honraba
Tiberio, puso este poder a su servicio con la meta final de conseguir el trono.
La excesiva prisa de Seyano en su camino hacia el poder terminó por despertar las sospechas de
Tiberio. En el año 31, le preparó una trampa fatal: tras nombrar un nuevo prefecto del pretorio,
lo envió a Roma al senado, donde denunció los manejos de Seyano. La alta cámara reaccionó con
el encarcelamiento y posterior muerte.
Tiberio encontró fuerzas suficientes para continuar dirigiendo el Imperio con mano firme hasta
su muerte en el año 37. Aunque no designaba un sucesor, instituía a su sobrino-nieto Cayo, y a
su nieto, Gemelo.
En cuanto a las provincias y la defensa del Imperio, en la frontera septentrional del Imperio, a la
muerte de Augusto estallaron motines en las legiones del Rhin y Panonia por la dureza del servicio
y el escaso sueldo. Tiberio utilizó las relaciones diplomáticas para suprimir las sublevaciones. Por
otro lado, los enfrentamientos entre los dos grandes jefes germanos, desvaneció el peligro de
una Germania unida, enfrentada a Roma y permitió organizar la administración de los territorios
bajo dominio romano.
Por otro lado, en el largo confín oriental, el problema principal seguía siendo la relación con los
partos, que Tiberio intentó resolver con la diplomacia. La desaparición de varios reyes clientes de
Roma decidieron a Tiberio a transformar Capadocia en provincia y anexionar Comagene a la
,provincia de Siria. El problema seguía siendo el reino de Armenia, donde, al final, fue entronizado
un candidato de los romanos.
Sólo conflictos secundarios en otros ámbitos del imperio exigieron la utilización de fuerzas
armadas. En las provincias de la Galia, en el año 21 estalló una sublevación por la recaudación de
tributos que se pudo reprimir sin dificultad. También en África se rebelaron tribus nómadas cuyo
dirigente acabó muerto.
Con un gobierno firme y una honesta administración, Tiberio logró conservar intacta la obra del
fundador del Imperio y aseguró la continuidad de gobierno en el ámbito provincial.
Calígula (37 – 41).
La indecisión de Tiberio fue resuelta muy pronto en favor de Cayo, conocido como Calígula.
En esta elección fue decisiva la intervención del prefecto del pretorio, que, tras hacer jurar a los
pretorianos la fidelidad al nuevo príncipe, consiguió del senado la investidura de Cayo. De este
modo, el Principado se transforma en una entidad constitucional, una institución monárquica
dependiente de los soldados de Roma y de la investidura formal del senado.
A su subida al trono, Cayo expresó su intención de colaborar con el senado, se preocupó de
acumular honores en los miembros de su familia, distribuyó donativos entre las fuerzas del
ejército e incluso adoptó a Gemelo.
Estos comienzos iban a dar paso pronto a un despotismo arbitrario y cruel, que la tradición achaca
a una enfermedad mental que sufrió el mismo año de subida al trono: se volvió contra el senado,
las fortunas le sirvieron para emprender fiestas y espectáculos que alteraron el equilibrio
financiero y agotaron los recursos del Estado.
La diferencia entre Cayo y Tiberio se manifestó también en la materia religiosa. Con Tiberio era
prudente y tradicionalista, pero con Cayo se intentó implantar el culto imperial con la divinización
del príncipe reinante. Esta autodeificación se conecta con la intención de convertir el Imperio en
una monarquía absoluta sobre la base de un poder real, el ejército y la guardia pretoriana, y la
ruptura con las formas republicanas.
También en la conducción de la política exterior, el reinado de Calígula es una antítesis del
anterior. En Oriente, Cayo devolvió la independencia a territorios de vital importancia estratégica;
en el sector germánico dirigió una campaña sin resultados dignos de mención y después
manifestó su intención de invadir Britania, que no se llegó a realizar.
Si hacemos excepción de las medidas militares y diplomáticas en dichos lugares, la evolución del
mundo provincial no tuvo mucho interés. Sólo en Judea, los intentos de imponer a los judíos la
veneración cultural a su persona abrirían una fuente de malestar, con consecuencias para el
futuro.
Las ofensas a la clase senatorial, el desprecio hacia sus colaboradores y las dementes medidas de
política fiscal, fue el caldo de cultivo de conspiraciones contra su persona. A una primera conjura
de senadores y miembros de la propia familia imperial ahogada en un río de sangre, siguió en el
año 41 una vasta conspiración en la que participaron senadores, caballeros e incluso el propio
pretorio y que logró su propósito: Calígula fue asesinado.
, Claudio (41 – 54).
La guardia pretoriana aclamó como sucesor a Claudio, sobrino de Tiberio y tío de Calígula.
Augusto y Tiberio trataron de esconder la esencia monárquica del poder con la apariencia de un
principado civil bajo formas republicanas. Claudio acentuaría la imagen del príncipe como cabeza
del ejército y de la administración y como supremo protector del Imperio. Así, dentro del respeto
legal y formal a la tradición, Claudio haría un uso más abierto del poder monárquico y, por
consiguiente, chocaría con la vieja aristocracia senatorial.
Claudio desplegó durante su gobierno una actividad múltiple en los ámbitos de gobierno y
administración.
Entre sus principales innovaciones está la creación de una administración estatal, independiente
de la autoridad tradicional del senado y con departamentos especializados. Una secretaría
general, ab epistulis, clasificaba la correspondencia oficial; a rationibus, encargada de las finanzas;
a libellis, que se ocupaba de todas las peticiones dirigidas al príncipe; a cognitionibus, para
preparar la correspondencia de casos jurídicos, remitidos al emperador, y a studiis, responsable
de los proyectos administrativos.
Tuvo mucha importancia la centralización del poder financiero. El emperador cumplió el paso
decisivo para la organización de la tesorería imperial, el fiscus Caesaris, independiente de su
patrimonio particular, controlado por un procurator a patrimonio, cuyos fondos se mezclarían
con más frecuencia. También aumentó su intervención en el tesoro dirigido por el senado, el
aerarium Saturni, con el nombramiento de dos cuestores que lo custodian.
La centralización administrativa exigió el aumento de funcionarios imperiales, los procuratores,
extraídos del orden ecuestre. Surge así una nueva nobleza al margen de la aristocracia senatorial,
destinada a llevar el peso de la administración imperial.
También intervino en la administración de la justicia, que le gustaba impartir personalmente. Este
interés personal por la jurisdicción promovió una mejor organización de los tribunales y un
considerable cuerpo de legislación.
Las nuevas tendencias de la administración, en las que el senado perdía su posición de colega del
Príncipe, desplazado por la gradual centralización del poder en manos del soberano, fueron
alienándole a Claudio un cuerpo con el que hubiera querido colaborar. En este ambiente, otros
grupos de intereses aprovecharan el malestar para llevar a la ruina a buen número de senadores
y caballeros. El reinado de Claudio está así ensombrecido por procesos y condenas procedentes
del negativo juicio que la tradición senatorial ha transmitido sobre la personalidad de Claudio.
Destacamos en su obra la preocupación por el abastecimiento de trigo a Roma, que fue
controlado directamente por Claudio y el abastecimiento del agua, con la construcción de
acueductos. En cuanto a la política religiosa, el carácter conservador de Claudio le empujó a
rechazar honores divinos y se dedicó a restaurar la tradición. Desde el punto de religiones
extranjeras, el príncipe fue tolerante para los cultos. En el año 49 se produjo en Roma la expulsión
de los judíos que “por instigación de un cierto Cristo provocaban tumultos”, según Suetonio.
En cuanto a la política provincial, reparó los errores cometidos por Calígula. Manifestó su
voluntad de incorporar al ámbito provincial y por consiguiente el dominio directo de Roma,
algunos viejos estados clientes. El reino de Mauretania fue dividido en dos provincias y esa misma