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Modernismo y 98
A finales del siglo XIX se da en europea la “segunda revolución industrial”,
acompañada por el colonialismo. España pierde definitivamente sus colonias en
los países hispanoamericanos y se mantiene alejada del resto de países europeos,
con una gran base rural y poco desarrollo industrial. Se dio un periodo de
alternancia política entre los partidos Liberal y Conservador.
En la literatura, los escritores más jóvenes proclaman la necesidad de renovar el
lenguaje, recibiendo el nombre de “Modernistas” en sentido peyorativo. Esta
necesidad era especialmente importante en la poesía, y así surgió el Modernismo
en Hispanoamérica, sobre todo con el poeta Rubén Darío. Los rasgos más
significativos de este movimiento poético la predilección por lo sentimental, la
defensa del idealismo frente al deshumanizado mundo industrial, la búsqueda de
la Belleza en el arte y una tendencia a la evasión y al exotismo. Influenciado por
la poesía francesa, el Parnasianismo y el Simbolismo, Rubén Darío escribió su
primera obra Azul (1888). Introdujo el Modernismo en España con su visita en
1892 y su conferencia en el Ateneo de Madrid, comenzando entonces la primera
etapa del movimiento (1892-1904). A ésta, le sigue la etapa del “modernismo
asimilado”, en la que los principios modernistas se extienden a todos los géneros
literarios.
En 1913, Azorín publicó un artículo acuñando el concepto de la Generación del
98, en la que incluía a autores como Unamuno, Baroja, Antonio Machado y a sí
mismo. Al contrario que los modernistas, los autores del 98 preferían un estilo
sobrio, creando una literatura más intelectual, preocupada por la política, la
situación social y los problemas existenciales del ser humano. Sin embargo, ambos
movimientos se caracterizan por la superación de los principios literarios del
Realismo y la renovación literaria a la que aspiraban.
Además, ambos movimientos comparten los siguientes rasgos. Al igual que los
autores del Romanticismo, los modernistas revalorizan el pasado como refugio;
los noventayochistas dan gran importancia a Castilla, en la que ven la esencia de
España y muchos valores que se han ido perdiendo. El decadentismo, al que los
modernistas se referían como “mal del siglo”, con un estado de ánimo melancólico
y desencantado que les lleva a refugiarse en el Arte. Esto les producirá una
tendencia al esteticismo, como forma para superar la mediocridad e la vida. Para
los modernistas, el pensamiento solo conduce al dolor y hacen a uno consciente de
su finitud, por lo que dan gran importancia al tema del dolor. El erotismo es la
expresión máxima del vitalismo que buscan los autores, reforzado por su
característico sensualismo. El rechazo modernista por la vulgaridad se refleja en
su interés por lo exótico y su defensa del cosmopolitismo, naciendo el movimiento
bohemio. Debido a la tendencia idealista de los autores, aparece un espiritualismo
que toma diversas formas, desde la angustia de Unamuno a la aproximación a las
doctrinas esotéricas.