Pregunta teórica: La crisis de 1898 en España.
A finales del siglo XIX, durante la Regencia de María Cristina, España enfrentó una
crisis política y económica que culminó con la pérdida de sus últimas colonias,
marcando el fin del imperio colonial español. Dicha crisis política en las colonias
surge a raíz de los problemas en Cuba, que llevaba décadas luchando por su
independencia. Los brotes independentistas, que habían sido sofocados por
Cánovas, que puso fin a la Guerra de los 10 años y logró la Paz de Zanjón,
resurgieron, dando lugar a conflictos y represiones, que alimentaron el
nacionalismo popular cubano. En 1895, el Grito de Baire marcó el inicio de una
nueva guerra en Cuba, liderada por figuras como José Martí. En respuesta a ello, la
metrópoli envió a Martínez Campos, pero al no controlar las revueltas, fue
reemplazado por Weyler. Sin embargo, la falta de recursos económicos y militares
frustró cualquier avance.
Por otra parte, Estados Unidos (EE. UU.), país al que Cuba exportaba gran parte de
su producción de tabaco y azúcar y que tenía gran interés comercial en la colonia,
financió a los independentistas cubanos y, tras el hundimiento del Maine, un
acorazado estadounidense que se encontraba en La Habana y en el cual murieron
250 marines, declaró la guerra a España en abril de 1898.
La guerra no se limitó a Cuba, ya que, tras el estallido de la guerra hispano-
estadounidense, el conflicto se extendió a Filipinas, Puerto Rico y Guam,
posesiones que formaban parte del debilitado imperio colonial español. Destacó
el movimiento independentista filipino liderado por Emilio Aguinaldo, el cual
llevaba años fraguándose y aprovechó la guerra para intensificarse.
La crisis política en las colonias, sumada a la intervención militar de EE. UU.,
culminó en la firma del Tratado de París el 10 de diciembre de 1898, un conjunto de
imposiciones estadounidenses que obligan a España a ceder Cuba a EE. UU. y
reconocer la independencia de Filipinas, Puerto Rico y Guam, poniendo fin al
conflicto. Finalmente, en 1899, España vende las Islas Carolinas, las Marianas y
Palaos a Alemania, consolidando el fin del imperio colonial.
Por un lado, el “Desastre del 98” tuvo importantes repercusiones económicas para
España, pues las colonias restantes llevaban décadas salvaguardando la hacienda
española. La pérdida colonial representó un duro golpe para la industria catalana y
vasca, que dependían de los mercados coloniales. Además, supuso una
disminución del comercio internacional y la pérdida de mercados y materias
primas.
No obstante, a pesar de la gravedad de la crisis, las consecuencias económicas y
políticas no fueron tan devastadoras como podría esperarse, ya que el país adoptó
profundas y rápidas reformas para sanear la Hacienda y superar la situación,
permitiendo la supervivencia del sistema político. Estas circunstancias obligaron
al Estado a reorientar las actividades económicas hacia el mercado interno,
propiciando una repatriación de capitales. Los inversores que anteriormente tenían
A finales del siglo XIX, durante la Regencia de María Cristina, España enfrentó una
crisis política y económica que culminó con la pérdida de sus últimas colonias,
marcando el fin del imperio colonial español. Dicha crisis política en las colonias
surge a raíz de los problemas en Cuba, que llevaba décadas luchando por su
independencia. Los brotes independentistas, que habían sido sofocados por
Cánovas, que puso fin a la Guerra de los 10 años y logró la Paz de Zanjón,
resurgieron, dando lugar a conflictos y represiones, que alimentaron el
nacionalismo popular cubano. En 1895, el Grito de Baire marcó el inicio de una
nueva guerra en Cuba, liderada por figuras como José Martí. En respuesta a ello, la
metrópoli envió a Martínez Campos, pero al no controlar las revueltas, fue
reemplazado por Weyler. Sin embargo, la falta de recursos económicos y militares
frustró cualquier avance.
Por otra parte, Estados Unidos (EE. UU.), país al que Cuba exportaba gran parte de
su producción de tabaco y azúcar y que tenía gran interés comercial en la colonia,
financió a los independentistas cubanos y, tras el hundimiento del Maine, un
acorazado estadounidense que se encontraba en La Habana y en el cual murieron
250 marines, declaró la guerra a España en abril de 1898.
La guerra no se limitó a Cuba, ya que, tras el estallido de la guerra hispano-
estadounidense, el conflicto se extendió a Filipinas, Puerto Rico y Guam,
posesiones que formaban parte del debilitado imperio colonial español. Destacó
el movimiento independentista filipino liderado por Emilio Aguinaldo, el cual
llevaba años fraguándose y aprovechó la guerra para intensificarse.
La crisis política en las colonias, sumada a la intervención militar de EE. UU.,
culminó en la firma del Tratado de París el 10 de diciembre de 1898, un conjunto de
imposiciones estadounidenses que obligan a España a ceder Cuba a EE. UU. y
reconocer la independencia de Filipinas, Puerto Rico y Guam, poniendo fin al
conflicto. Finalmente, en 1899, España vende las Islas Carolinas, las Marianas y
Palaos a Alemania, consolidando el fin del imperio colonial.
Por un lado, el “Desastre del 98” tuvo importantes repercusiones económicas para
España, pues las colonias restantes llevaban décadas salvaguardando la hacienda
española. La pérdida colonial representó un duro golpe para la industria catalana y
vasca, que dependían de los mercados coloniales. Además, supuso una
disminución del comercio internacional y la pérdida de mercados y materias
primas.
No obstante, a pesar de la gravedad de la crisis, las consecuencias económicas y
políticas no fueron tan devastadoras como podría esperarse, ya que el país adoptó
profundas y rápidas reformas para sanear la Hacienda y superar la situación,
permitiendo la supervivencia del sistema político. Estas circunstancias obligaron
al Estado a reorientar las actividades económicas hacia el mercado interno,
propiciando una repatriación de capitales. Los inversores que anteriormente tenían