PROGRAMAS Y MODELOS DE ASESORAMIENTOS
INTRODUCCIÓN
¿Qué características debe tener un buen terapeuta? ¿Cómo establecer una buena
relación con un cliente? ¿Cómo conseguir que comprenda, esté de acuerdo con y recuerde
las propuestas de evaluación y tratamiento? ¿Cómo motivarle para que coopere en el
proceso de evaluación y tratamiento? ¿Cómo manejar las dificultades que surgen en la
terapia? ¿Cómo lograr superar las posibles resistencias al cambio? Estas y otras preguntas
relacionadas tienen que ver con la importante cuestión de las habilidades terapéuticas.
Varios son los aspectos de esta cuestión que van a ser abordados en este tema: a)
características y habilidades del terapeuta que influyen en la terapia; b) adaptación de la
intervención a las características de los clientes; c) manejo de las situaciones problemáticas
que surgen tanto por parte del terapeuta como del cliente; y d) estrategias para mejorar el
cumplimiento del tratamiento, tanto por parte del paciente como del terapeuta. Un aspecto
fundamental de la situación terapéutica es la relación entre terapeuta y cliente. Esta puede
definirse como los sentimientos y actitudes que los participantes en la terapia tienen entre sí
y la manera en que los expresan.
Goldstein y Myers (1986) definen una relación terapéutica o positiva como
sentimientos de agrado, respeto y confianza por parte del cliente hacia el terapeuta
combinados con sentimientos similares de parte de este hacia el cliente. Cuanto mejor sea
la relación, más inclinado se mostrará el cliente a explorar sus problemas con el terapeuta y
más probable será que colabore y participe activamente en los procesos de evaluación e
intervención. Terapeuta y cliente deben experimentar un sentimiento de “nosotros” y
constituir un equipo, una alianza en el trabajo conjunto hacia la consecución de los
objetivos terapéuticos. Se han destacado tres componentes en esta alianza terapéutica: a)
vínculo emocional positivo entre cliente y terapeuta, b) acuerdo mutuo sobre las metas de la
intervención, y c) acuerdo mutuo sobre las tareas terapéuticas.
Llevar a término una terapia implica aplicar unas técnicas, pero no consiste
simplemente en esto. El terapeuta ha de tener la creatividad y sensibilidad clínicas
necesarias. Toda terapia tiene un parte fundamental de arte, la cual es necesaria a la hora de
decidir qué actitudes y en qué grado son necesarias para qué clientes en distintas fases de la
intervención y en qué momento conviene actuar de una u otra manera.
CARACTERÍSTICAS PERSONALES GENERALES PARA SER TERAPEUTA
Cormier y Cormier (1991/1994) y Ruiz y Villalobos (1994) señalan las siguientes:
- Tener un interés sincero por las personas y su bienestar; esto implica no tratar de obtener
beneficios personales y no anteponer las propias satisfacciones a las necesidades del
cliente. Así pues, hay que evitar:
a) El voyeurismo, esto es, las indagaciones dirigidas básicamente a la satisfacción de la
curiosidad personal.
b) El abuso de poder. El poder y la autoridad inherentes al rol de terapeuta no deben usarse
con el fin de mostrar la propia superioridad sobre el cliente o influir en las decisiones y
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- Saber y aceptar que hay estilos de vida diferentes, todos ellos respetables y creer en que
todas las personas tienen aspectos positivos que pueden desarrollar. - Autoconocimiento.
Conocer cuáles son los propios recursos y limitaciones tanto personales como técnicos.
Limitaciones personales serían temor al fracaso, necesidad excesiva de control, necesidad
de aprobación, creencia en que los propios valores son los más adecuados, etc. Estas
limitaciones pueden conducir a comportamientos antiterapéuticos tales como evitar
aspectos conflictivos, tratar sólo los aspectos más superficiales del problema, dominar las
sesiones, enfadarse con los clientes que no cumplen, evitar el uso de confrontaciones,
satisfacer las necesidades de dependencia de los clientes, tratar de imponer el propio
sistema de valores, etc.
- Autorregulación. El autoconocimiento debe ir acompañado bien de una autorregulación
suficiente para que los propios problemas y dificultades no interfieran en el tratamiento
bien de la derivación de aquellos pacientes que las limitaciones propias no permiten tratar
adecuadamente. Si las limitaciones son importantes, un terapeuta debe buscar tratamiento
para las mismas. Una aplicación importante del autoconocimiento es que el terapeuta sepa
detectar cuándo experimenta fuertes reacciones emocionales en respuesta a sus pacientes
(lo que otros autores denominan contratransferencia; Freeman, 2001; Leahy, 2001). Todo
terapeuta debe ser sensible a sus procesos internos y a los procesos de interacción durante
la terapia, analizar sus propias motivaciones y reacciones internas e impedir que influyan
negativamente en la terapia. Si a pesar de todo persiste una intensa implicación emocional
positiva o negativa con el paciente, puede derivarse este a otro terapeuta. Algunos
programas de formación de terapeutas ofrecen a estos la posibilidad o la obligación de
realizar terapia personal, aunque no se ha demostrado que haber realizado dicho tipo de
terapia conduzca a mejores resultados posteriormente en el tratamiento (Beutler, Machado
y Neufeldt, 1994). De todos modos, quizá una variable mediadora importante sea la razón o
razones por las que un terapeuta busca terapia personal. Sería interesante que los programas
de formación de terapeutas incluyeran módulos opcionales de desarrollo personal (p.ej.,
para aumentar el autoconocimiento y mejorar cualidades personales, habilidades sociales y
manejo del estrés) y que, aparte de estos módulos, aquellos que lo necesiten busquen la
ayuda de otro profesional (p.ej., en caso de manejo de reacciones emocionales hacia ciertos
pacientes, abuso de poder, crisis personales).
- Tener un buen ajuste psicológico general, aunque esto no quiere decir que el ajuste deba
ser total. En términos generales, una buena salud mental por parte del terapeuta va asociada
a mejores resultados del tratamiento. - Experiencia vital. Una amplia experiencia vital, ya
sea por experiencia directa o vicaria, facilita la comprensión de los sentimientos y vivencias
de los pacientes y la búsqueda de soluciones a los problemas de estos. Ciertas experiencias
vitales recientes (divorcio, depresión, crisis de pánico) pueden hacer aconsejable no tratar a
pacientes con problemas parecidos debido a posibles efectos de interferencia.
- Conocimiento de contextos socioculturales diversos. Conviene que el terapeuta conozca
las normas y valores de los contextos socioculturales de sus pacientes, ya que pueden
influir en los problemas de estos o en la fijación de los objetivos terapéuticos. Un
conocimiento directo de todos los contextos es imposible, por lo que habrá que basarse en
las informaciones proporcionadas por los pacientes, por personas de su entorno y por
posibles publicaciones al respecto.
- Haber recibido una buena formación teórica y práctica y confiar en su propia habilidad y
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- Flexibilidad. Un terapeuta debe saber adaptar sus métodos y técnicas a los problemas y
características de cada cliente. Además, debe estar abierto a la adquisición de nuevas
competencias.
- Cumplimiento de principios éticos y profesionales establecidos en el código deontológico
de la profesión. Por ejemplo, la confidencialidad (con las excepciones de maltrato a
menores o peligro del cliente para sí mismo u otros), la derivación del paciente cuando se
carece de habilidad en la problemática de mismo, la búsqueda de supervisión en el caso de
terapeutas principiantes y la evitación de las denominadas relaciones duales (económicas,
sexuales, sociales, etc.) paralelas a las terapéuticas.
ACTITUDES BÁSICAS DEL TERAPEUTA QUE FAVORECEN LA RELACIÓN
Tres actitudes fundamentales, ya señaladas por Rogers muchos años atrás, son la
empatía, la aceptación incondicional y la autenticidad. A estas tres actitudes puede añadirse
la escucha activa, la cual es un elemento fundamental de la empatía. Estudios de diversas
orientaciones terapéuticas y con diversos problemas (p.ej., trastornos de ansiedad, afectivos
y maritales) han mostrado que existen asociaciones significativas positivas entre estas
actitudes y los resultados del tratamiento (Keijsers, Schaap y Hoodguin, 2000). Estas
asociaciones han sido más claras cuando se han considerado las actitudes del terapeuta tal
como son evaluadas por los pacientes en vez de por los propios terapeutas o jueces
independientes.
ESCUCHA ACTIVA
Saber escuchar es fundamental en terapia. Al escuchar, a) se facilita que los clientes
hablen sobre sí mismos y sus problemas y comuniquen información relevante; b) aumentan
las probabilidades de comprender mejor al cliente; c) se potencia la relación terapéutica; d)
se anima a los clientes a ser más responsables de su proceso de cambio y a ver al terapeuta
más como un colaborador que como un experto; y e) es más probable que la intervención
terapéutica tenga éxito. La escucha activa implica tres actividades: a) Recibir el mensaje, lo
que implica atención e interés por el mismo. Hay que prestar atención a diversos aspectos
del cliente: - Comunicación no verbal y vocal (apariencia, expresiones faciales, mirada,
postura, orientación corporal, gestos, entonación, volumen, etc.) y cambios en esta.
- Comunicación verbal: lo que dice y en qué momento, lo que dice implícitamente,
las emociones explícitas o implícitas, lo que no dice (temas que evita, personas importantes
que no menciona), los temas recurrentes (p.ej., autoexigencia), las contradicciones en que
incurre. - Actitud hacia el terapeuta y la terapia. b) Procesar los datos atendidos, es decir,
saber discriminar las partes importantes y establecer su significado. Aquí, los valores y
creencias del terapeuta y las emociones que experimenta pueden conducirle a interpretar
sesgadamente el mensaje, de modo que oiga lo que quiere escuchar. De aquí la importancia
de que el terapeuta observe sus propios pensamientos y emociones en la sesión y los
autorregule en caso necesario. c) Emitir respuestas de escucha. Entre estas, hay varias que
se pueden manifestar mientras se escucha, tales como mirada amigable, asentimientos de
cabeza, inclinación y orientación corporal hacia el cliente, expresión facial de interés y
comentarios del tipo “ya veo”, “sí”, “entiendo”, “uhm”, “continúe, le escucho”. Además,
una vez que el terapeuta interviene, comunica al cliente que le ha escuchado activamente
mediante respuestas verbales de distinto tipo congruentes con lo que ha manifestado el