Pol Gallifa Ferrer
TEMA 1
MISIÓN DE LA IGLESIA Y DOCTRINA SOCIAL
1.- GENERALIDADES SOBRE LA DSI. LA NATURALEZA DE LA DSI
1.1 Un conocimiento iluminado por la fe
La doctrina social de la Iglesia no ha sido pensada desde el principio como un sistema
orgánico, sino que se ha formado con el curso del tiempo, a través de las intervenciones del
Magisterio sobre temas sociales. Una clarificación la encontramos, precedida por una
indicación en la «Laborem exercens», en la encíclica (Sollicitudo rei socialis): la DSI no
pertenece al ámbito de la ideología, sino a la teología, a la teología moral. No se puede
definir según parámetros socioeconómicos. No es un sistema ideológico, que tiende a definir
y componer las relaciones económicas, políticas y sociales, sino una categoría propia, es la
formulación del resultado de una reflexión sobre las complejas realidades de la vida del
hombre en sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial.
Su objetivo principal es interpretar esas realidades, examinando su conformidad o diferencia
con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena, para orientar en
consecuencia la conducta cristiana.
La doctrina social es de naturaleza teológica, específicamente teológico-moral, ya que se
trata de una doctrina que debe orientar la conducta de las personas. Se sitúa en el cruce de
la vida y de la conciencia cristiana con las situaciones del mundo y se manifiesta en los
esfuerzos que realizan los individuos, las familias, operadores culturales, sociales y políticos
para darles forma y aplicación en la historia. La doctrina social refleja los tres niveles de la
enseñanza teológico-moral: el nivel fundante de las motivaciones; el nivel directivo de las
normas de la vida social; el nivel deliberativo de la conciencia, llamada a mediar las normas
objetivas y generales en las situaciones sociales concretas y particulares. Estos tres niveles
definen el método y la estructura de la DSI.
La doctrina social halla su fundamento en la Revelación bíblica y en la Tradición de la Iglesia.
De esta fuente obtiene la inspiración para comprender, juzgar y orientar las experiencias
humanas y la historia. En primer lugar, está el proyecto de Dios sobre la creación, en
particular, sobre la vida y destino del hombre, llamado a la comunión trinitaria.
La fe, de la palabra divina, que la pone en práctica, interacciona con la razón. La inteligencia
de la fe, en particular de la fe orientada a la praxis, es estructurada por la razón y se sirve de
todas las aportaciones que ésta le ofrece. También la doctrina social, en cuanto saber
aplicado a la contingencia y a la historicidad de la praxis, conjuga a la vez “fides et ratio” y es
expresión de su fecunda relación.
La fe y la razón constituyen las dos vías cognoscitivas de la doctrina social, siendo dos las
fuentes de las que se nutre: la Revelación y la naturaleza humana. El conocimiento de fe
dirige la vida del hombre a la luz del misterio, del revelarse y donarse de Dios en Cristo por
nosotros los hombres. La inteligencia de la fe incluye la razón, mediante la cual ésta, dentro
de sus límites, explica y comprende la verdad revelada y la integra en la naturaleza humana,
según el proyecto divino expresado por la creación, es decir, la verdad de la persona en
cuanto ser espiritual y corpóreo con los demás humanos y con las demás criaturas.
El misterio de Cristo, no debilita ni excluye a la razón, por lo que no priva a la DSI de la razón,
de su universalidad. Ya que el misterio de Cristo ilumina el misterio del hombre, la razón da
plenitud a la comprensión de la dignidad humana y de las exigencias morales que tiene. La
DSI es un conocimiento iluminado por la fe que ,precisamente porque es tal, expresa una
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mayor capacidad de entendimiento. Da razón a todos de las verdades que afirma y de los
deberes que comporta: puede ser acogida y compartida por todos.
1.2 En diálogo cordial con todos los saberes
La DSI se sirve de todas las aportaciones cognoscitivas, provenientes de cualquier saber, y
tiene una importante dimensión interdisciplinar: Para encarnar cada vez mejor la única
verdad sobre el hombre, en contextos sociales, económicos y políticos (continuamente
cambiantes), esta doctrina entra en diálogo con las diversas disciplinas que se ocupan del
hombre e incorpora sus aportaciones. La doctrina social se vale de las contribuciones de la
filosofía y ciencias humanas.
Es esencial el aporte de la filosofía, señalado al indicar la naturaleza humana como fuente y
la razón como vía cognoscitiva de la fe. Mediante la razón, la doctrina social asume la
filosofía en su misma lógica interna, en la argumentación que le es propia.
Afirmar que la doctrina social debe encuadrarse en la teología más que en la filosofía, no
significa ignorar la función y el aporte filosófico. La filosofía, es un instrumento indispensable
para la correcta comprensión de los conceptos básicos de la DSI, una comprensión tal que
inspire una convivencia armónica. Además, la filosofía hace resaltar la plausibilidad racional
de la luz que el Evangelio proyecta sobre la sociedad que solicita la apertura de la verdad de
toda inteligencia y conciencia.
Una contribución significativa a la DSI procede de las ciencias humanas y sociales: ningún
saber resulta excluido, por la parte de verdad. La Iglesia reconoce y acoge todo aquello que
contribuye a la comprensión del hombre en las relaciones sociales, cada vez más extensas,
cambiantes y complejas. La Iglesia es consciente de que el conocimiento del hombre no se
alcanza sólo con teología, sin las aportaciones de otros saberes.
La apertura constante a las ciencias proporciona a la DSI competencia, concreción y
actualidad. Gracias a éstas, la Iglesia puede comprender de forma más precisa al hombre en
la sociedad, hablar a los hombres de su tiempo de modo más convincente y cumplir más
eficazmente su tarea de encarnar, en la conciencia social de nuestro tiempo, la Palabra de
Dios y la fe.
Este diálogo interdisciplinar solicita a las ciencias ha acoger las perspectivas de significado
que la DSI manifiesta y a abrir horizontes al servicio de cada persona, conocida y amada en la
plenitud de su vocación.
1.3 Expresión del ministerio de enseñanza de la Iglesia
La doctrina social es de la Iglesia porque la Iglesia es el sujeto que la elabora, la difunde y la
enseña. No es parte de un componente del cuerpo eclesial, sino de la comunidad entera: es
expresión del modo en que la Iglesia comprende la sociedad y se confronta con sus
estructuras y variaciones. Toda la comunidad eclesial (sacerdotes, religiosos y laicos)
participa en la elaboración de la DSI, según la diversidad de tareas, carismas y ministerios.
Las aportaciones múltiples y multiformes, que son expresión del sentido sobrenatural de la fe
de todo el pueblo, son asumidas, interpretadas y unificadas por el Magisterio, que promulga
la enseñanza social como doctrina de la Iglesia. El Magisterio compete, en la Iglesia, a
quienes están investidos del “munus docendi”, es decir, del ministerio de enseñar en el
campo de la fe y de la moral de la autoridad recibida de Cristo. La doctrina social no es sólo
fruto del pensamiento y de la obra de personas cualificadas, sino que es el pensamiento de la
Iglesia, en cuanto obra del Magisterio, que enseña con la autoridad que Cristo ha conferido a
los Apóstoles y a sus sucesores: el Papa y los Obispos.
En la DSI se pone en acto el Magisterio en todos sus componentes y expresiones. Se
encuentra, en primer lugar, el Magisterio universal del Papa y del Concilio: es este Magisterio
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el que determina la dirección y señala el desarrollo de la doctrina social. Éste, a su vez, está
integrado por el Magisterio episcopal, que traduce y actualiza la enseñanza en los aspectos
concretos y peculiares de las situaciones locales. La enseñanza social de los Obispos ofrece
contribuciones válidas y estímulos al magisterio del Romano Pontífice. De este modo se
expresa la colegialidad de los Pastores unidos al Papa en la enseñanza social de la Iglesia. El
conjunto doctrinal resultante abarca e integra la enseñanza universal de los Papas y la
particular de los Obispos.
En cuanto parte de la enseñanza moral de la Iglesia, la doctrina social reviste la misma
dignidad y tiene la misma autoridad de tal enseñanza. Es Magisterio auténtico, que exige la
aceptación y adhesión de los fieles. El peso doctrinal de las diversas enseñanzas y el asenso
que requieren depende de su naturaleza, de su grado de independencia respecto a
elementos contingentes y variables, y de la frecuencia con la cual son invocados.
1.4 Hacia una sociedad reconciliada en la justicia y en el amor
El objeto de la DSI es el mismo que constituye su razón de ser: el hombre llamado a la
salvación, confiado por Cristo al cuidado y a la responsabilidad de la Iglesia. Con su doctrina
social, la Iglesia se preocupa de la vida humana en la sociedad, con la conciencia que de las
relaciones de justicia y amor que la forman. En la sociedad, están en juego la dignidad, los
derechos de la persona y la paz en las relaciones entre las personas y entre comunidades.
Estos bienes deben ser logrados y garantizados por la comunidad social.
En esta perspectiva, la doctrina social realiza una tarea de anuncio y de denuncia.
Ante todo, el anuncio de lo que la Iglesia posee como propio: una visión global del hombre y
de la humanidad, en lo teórico y práctico. La doctrina social, no ofrece solmente significados,
valores y criterios de juicio, sino también las normas y las directrices de acción que de ellos
derivan. Con esta doctrina, la Iglesia no persigue fines de estructuración y organización de la
sociedad, sino de exigencia, dirección y formación de las conciencias.
La doctrina social comporta una tarea de denuncia, en presencia del pecado: es el pecado de
injusticia y de violencia que de diversos modos afecta la sociedad y en ella toma cuerpo. Esta
denuncia se hace juicio y defensa de los derechos ignorados y violados, especialmente de los
derechos de los pobres, de los pequeños y de los débiles. Esta denuncia es más necesaria
cuanto más se extiendan las injusticias y las violencias, que dan lugar a cuestiones sociales
como abusos y desequilibrios que agitan las sociedades. La enseñanza social de la Iglesia, es
requerida por las cuestiones sociales, para las que quiere ser una respuesta de justicia social.
La finalidad de la doctrina social es de orden religioso y moral. Religioso, porque la misión
evangelizadora y salvífica de la Iglesia alcanza al hombre. Moral, porque la Iglesia mira hacia
un humanismo pleno (liberación de todo lo que oprime al hombre y al desarrollo integral de
todo el hombre y de todos los hombres). La doctrina social traza los caminos que hay que
recorrer para edificar una sociedad armonizada en la justicia y en el amor, que anticipa en la
historia los nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia.
1.5 Un mensaje para los hijos de la Iglesia y para la humanidad
La primera destinataria de la doctrina social es la comunidad eclesial en todos sus miembros,
porque todos tienen responsabilidades sociales. La enseñanza social interpela la conciencia
en orden a reconocer y cumplir los deberes de justicia y de caridad en la vida social. Esta
enseñanza es luz de verdad moral, que suscita respuestas según la vocación de cada
cristiano. En las tareas de evangelización, de enseñanza, de catequesis y de formación, que la
DSI promueve (a todo cristiano) según las competencias, los carismas, los oficios y la misión
de anuncio propios de cada uno.
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La doctrina social implica responsabilidades relativas a la construcción, la organización y el
funcionamiento de la sociedad: obligaciones políticas, económicas y administrativas, es decir,
de naturaleza secular, que pertenecen a los fieles laicos, no a los sacerdotes ni a los
religiosos. Estas responsabilidades competen a los laicos en razón de la condición secular de
su estado de vida y de la índole secular de su vocación: mediante estas responsabilidades,
los laicos ponen en práctica la enseñanza social y cumplen la misión secular de la Iglesia.
Además de la destinación primaria y específica a los hijos de la Iglesia, la doctrina social tiene
una destinación universal. La luz del Evangelio, que la doctrina social reverbera en la
sociedad, ilumina a todos los hombres, y todas las conciencias e inteligencias están en
condiciones de acoger la profundidad humana de los significados y de los valores por ella
expresados, la carga de humanidad y de humanización de sus normas de acción. Todos, en
nombre del hombre, de su dignidad única, y de su tutela y promoción en la sociedad, todos,
en nombre del único Dios, Creador y fin último del hombre, son destinatarios de la DSI. La
DSI es una enseñanza dirigida a todos los hombres de buena voluntad , es escuchada por los
miembros de otras Iglesias y Comunidades Eclesiales, por los seguidores de otras tradiciones
religiosas y por personas que no pertenecen a ningún grupo religioso.
1.6 Bajo el signo de la continuidad y de la renovación
Orientada por la luz del Evangelio y constantemente atenta a la evolución de la sociedad, la
DSI se caracteriza por la continuidad y por la renovación.
Esta doctrina manifiesta la continuidad de una enseñanza que se fundamenta en los valores
universales que derivan de la Revelación y de la naturaleza humana. Por tal motivo, la
doctrina social no depende de las diversas culturas, de las diferentes ideologías, de las
distintas opiniones: es una enseñanza constante, que se mantiene idéntica en sus principios
de reflexión y en sus directrices de acción, sobre todo, en su unión vital con el Evangelio del
Señor. En este núcleo permanente, la DSI recorre la historia sin sufrir sus condicionamientos,
ni correr el riesgo de la disolución.
Por otra parte, en su constante atención a la historia, dejándose interpelar por los eventos
que en ella se producen, la DSI manifiesta una capacidad de renovación continua. La firmeza
en los principios no la convierte en un sistema rígido, es más bien, un Magisterio en
condiciones de abrirse a las cosas nuevas, sin diluirse en ellas: una enseñanza sometida a las
necesarias adaptaciones a la variación de las condiciones históricas así como por el constante
flujo de los acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres y de las sociedades.
La DSI se presenta como un “taller” siempre abierto, en el que la verdad penetra y permea la
novedad contingente, trazando caminos de justicia y paz. La fe no pretende aprisionar en un
esquema cerrado la cambiante realidad socio-política. Más bien es verdad lo contrario: la fe
es fermento de novedad y creatividad. La enseñanza que de ella continuamente surge se
desarrolla por medio de la reflexión madurada al contacto con situaciones cambiantes de
este mundo, bajo el impulso del Evangelio como fuente de renovación.
Madre y Maestra, la Iglesia no se encierra ni se retrae en sí misma, sino que continuamente
se manifiesta, tiende y se dirige hacia el hombre, cuyo destino de salvación es su razón de
ser. La Iglesia es entre los hombres el icono viviente del Buen Pastor, que busca y encuentra
al hombre en la condición existencial e histórica de su vida. Es ahí donde la Iglesia lo
encuentra con el Evangelio, mensaje de liberación y de reconciliación, de justicia y paz.
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